Cinco sentidos
Me mira a los ojos fijamente, sus pupilas parecen fosas, su mirada se pasea complacientemente por mi cuerpo, hace una pequeña pausa en mi sexo y continua hasta los pies, regresa y para en el pecho. Sé que juega conmigo, viene aquí cada determinado tiempo y me mira por horas; yo lo observo un memento pero sus ojos profundos y su grotesca sonrisa torcida y llena de manchas me hacen voltear la mirada, las manos con la piel quemada suelen jugar una moneda pequeña entre los dedos.
Me quedo parada como de costumbre ante su aborrecente existencia no tengo mas remedio, ni siquiera puedo huir, mis brazos inútiles me obligan a esperar que se aleje, pero esta ves deja caer la moneda y salva la distancia entre nosotros con un paso lento. Apenas miro por el rabillo del ojo sus grandes pies moverse intento escapar, corro, corro desesperada e inútilmente pues me trapa y deja caer su pesado cuerpo sobre mi, el repugnante hedor casi me causa arcadas mientras forcejeo para safarme de su control pero aplasta mis muñecas y se acerca decididamente a mi pecho con una excitación que parece rebasarle. Ahora inmóvil aunque sin dejar de luchar grito al grado de desgarrar la garganta y me suelta una bofetada en la quijada, me quedo un momento mirando al otro lado mientras me recupero y él me mira una fracción de segundo antes de aplastar su boca contra la mía con gemidos animales y un movimiento oscilante que le agita la respiración.
Logro safar un brazo y le clavo el codo entre la oreja y la nuca pero solo consigo un golpe en la cabeza y que tome ambas muñecas con una sola mano, la otra baja por mi pecho y me manosea el busto, la repugnancia me sobrepasa y saltan las lagrimas de mis ojos, ¡¡MALDITA SEA!! POR QUÉ HACE ESTO, lloro aun mas y los sollozos solo le excitan, restriega su pene en mi pantalón y después mete sus dedos que me penetran, el dolor me hace gritar. Un golpe en la cabeza.
Estoy aturdida, me incorporo y recupero la sensación; ahora noto la sangre en mis labios, el dolor de los moratones y mis muñecas y tobillos punzantes por la presión que ejerce una cuerda alrededor de ellos. Estoy desnuda y atada a una silla de un blanco pulcro, en ella no existe una sola mota de polvo y las cuerdas aunque negras, están en iguales condiciones.
Él entra, lleva una maleta también de un blanco inmaculado que deja en el suelo. No puedo gritar, ni moverme, no puedo moverme, lo intento y mi respiración se acelera pero mi cuerpo sigue en la misma exacta posición.
Él saca metódicamente una botella con gotero y toallas blancas sin hacer caso de mi desesperada lucha. Comienza a colocar las tollas en mis hombros con parsimonia y cuenta las gotas. Intento gritar o tirar las toallas pero cualquier cosa me resulta inútil. Se aproxima con el gotero y deja caer el contenido en cada oído.¡¡¡¡Aaaaahh!!! resuena el grito en mi cabeza, el ácido quema mi oídos y deshace la carne por dentro y por fuera.
Apenas logro recordar la situación cuando él se aproxima con un frasco lleno de pequeñas arañas que introduce en mi nariz, ellas muerden por dentro, la sangre comienza a chorrear y las siento subir, es desesperante la sensación de ellas subiendo por las fosas nasales y me aturde el dolor insoportable.
Recupero la voz y grito aunque mis labios no se mueven, los gemidos salen sin afectar su metódico movimiento. Coloca una bandeja debajo de mis manos, en el suelo, y con cuchillo en mano se arrodilla para sacar con rítmicos cortes cada capa de la piel en mis manos, las primeras capas hacen saltar las lagrimas y los gemidos y no puedo hacer mas que mirarlo y luchar para recuperar el movimiento. Comienzan a arder mis manos no siento más que eso, apenas puedo respirar, mi vista se nubla al borde del desmayo. ¡¡TERMINA!! DÉJAME YA, TERMINA CON MI VIDA, MÁTAME AHORA.
Deja mis manos encarnizadas y con un cuchillo dentado se acerca a mi boca, su boca llena de manchas dibuja una línea recta. Coloca en mi boca unas pinzas que la mantienen más abierta de lo que puede, desgarrando mi piel. De un solo corte arranca mi lengua. Me ahogo en sangre y escupo su cara intentando respirar.
Aun batallo, escupiendo y tragando sangre, por respirar cuando termina introduciendo una hoz en mis cuencas y la saca en un solo acto. Ya no puedo respirar me ahogo en sangre y el dolor múltiple me arrebata el conocimiento y la vida.
Me mira a los ojos fijamente, sus pupilas parecen fosas, su mirada se pasea complacientemente por mi cuerpo, hace una pequeña pausa en mi sexo y continua hasta los pies, regresa y para en el pecho. Sé que juega conmigo, viene aquí cada determinado tiempo y me mira por horas…
El 16 de Octubre de 1943 en el hospital psiquiátrico de San Juan de Aragón murió Ariadna Márquez de infarto cerebral después de 17520 horas sentada en la misma silla blanca con camisa de fuerza y 168 horas de un prolongado ataque esquizofrénico.