La vista desde la ventana de enfrente.

Antes de ser autora fui lector y algunos de los textos que me llamaron mucho la atención fueron los que mi amigo  Iván escribía en esta sección, así que bajo la misma directriz escribí este texto que, debo confesar, me invente: las historias y relatos son una mezcla de personas que conozco, la influencia de Iván y mi propio punto de vista.

Espero que les guste, esta es la forma en que me irán conociendo. Les agradezco el tiempo que se toman para leerme.


No soy precisamente la chica “popular” ni mucho menos, lo cual provoca que este bastante tiempo sola. Se podría pensar que soy distraída por los constantes accidentes que me suceden; yo prefiero pensar que es porque me fijo en otras cosas.

Hoy por ejemplo, estuve mirando al chico del 2°A que vive justo en el departamento que esta frente a mi edificio (mi ventana esta a poco de mirarse de frente con la de él) se llama Adrián, es un tipo extraño… enigmático, siempre me ha parecido interesante pero nunca se ha dado la ocasión de hablar con él. Cuando me mude al edificio la hija de Doña Gritos (como le dicen a la señora que vive en el tercero A del edificio de Adrián) me dijo que él vivía allí desde que era muy chiquita, yo lo veía jugar futbol con los otros niños de vez en cuando, no solía pasar mucho tiempo en casa por lo que jamás le puse demasiada atención y no me enteren qué momento dejo de jugar con ellos.

Crecimos… me lastime una pierna lo cual me ha obligado a estar en casa, pero es interesante mirar cómo funcionan los círculos sociales, las rutinas de las personas, los niños que también crecieron como la hija de doña Gritos que era una niña cuando yo me mude y ahora es casi una adolescente que anda con los chicos “guapos” del barrio. Con todo este tiempo he empezado a observar… también a Adrián (por favor no confundan con romanticismos mi relato).

Durante los recesos él suele salir a comprar un café y hablar con sus escasos dos amigos sobre algún tema curioso, las veces que lo he escuchado me hacen creer que tiene la cabeza llena de datos curiosos inservibles. En algún momento durante estas semanas publicó un “cuento” de su autoría en la revista de la escuela: estaba lleno de crítica social hasta el tuétano; no piensen que estoy conforme con la cultura que tenemos en el país, porque no es así, sin embargo el hecho de hablar sobre ello en un sentido en que todos están mal por hacer lo que hacen sin mayor justificación no me va, pero me hizo pensar en lo bien que iba con su forma de ser.

Adrián es de esas personas que se jactan de tener conversaciones y costumbre sibaritas, durante las tarde suele merodear por la unidad habitacional como un fantasma (pues pareciera que nadie lo nota) para irse a sentar en la banca de un parque tranquilo con el libro en turno, pero si llueve por la tarde se la pasa viendo series en el televisor a un volumen en que aún yo con la lluvia puedo escucharlas. En la escuela lo veo casi siempre con gabardinas y pantalones negros junto con alguna bufanda u otro accesorio, la verdad me parece algo vanidoso.

Por estos días lo he visto asomarse por la ventana cuando va a oscurecer y mirar a los chicos jugar futbol y a las señoras regresar con el mandado o barrer la calle. Me pregunto… ¿Qué sucede con las personas como él? ¿Son los químicos y profesores llenos de cultura que tienen un sueldo apenas suficiente para sobrevivir?

Quiero creer que es parte de la etapa en que nos encontramos criticar cada persona o acción, pensar que cada cosa nueva que conocemos es la mejor y querer meterle sus trancazos a la gente para que piense como nosotros; pero no se puede hacer una revolución esperando que al final mágicamente se establezca una utopía. Encontrar la forma de aportar nuestro granito de arena es más difícil de lo que parece.

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