¡Ay que bonita sonrisa!

El ser humano está lleno de rutinas por lo menos los que conozco  yo también tengo las mías, tomo el autobús a tal hora, me bajo en tal calle y camino unas cuadras.

Si eres una chica y tienes 15 o 16 años es casi seguro que por lo menos una vez alguien te ha pedido tu número telefónico en la calle ( y si eres bonita ni se diga )bien, da la casualidad que por la calle por la que paso hay un local de “maquinitas “ (videojuegos) y los encargados me han pedido mi número DOS VECES

, bajo la excusa de “Ay que bonita sonrisa”; Pero que lindo, una vez más y les juro que le daba mi número.

La primera ocasión (y la menos vergonzosa) iba por la calle, los chicos gritaron “Hey mi amigo te quiere conocer” él me pidió mi número, yo lo negué y me fui. Pero el incidente llamo mi atención y agregué a mi rutina el pequeño detalle de voltear hacia el local cuando pasaba.

Casi siempre era lo mismo: una docena de niños de menos de 14 años gritando y jugando y los encargados de 16  17 años platicando en la puerta (al de lentes hasta lo podría reconocer). El local era muy pequeño y estaba dividido en dos a lo alto para crear un mini segundo piso.

A los niños los entiendo; van a la escuela en la mañana y tienen la tarde para ir a jugar, ya sea que sus madre amas de casa estén cocinando y limpiando o que sean profesionistas o empleadas trabajando hasta tarde. Creo que eso es común en las familias de clase “medio baja” porque aunque la zona es céntrica no tiene muchas comodidades.

Sin embargo los chicos que, supongo  son los encargados me causan muchísima intriga, ¿será su local o solo los dejan cuidando? ¿Estudian? ¿Por qué pasaran ahí las tardes? Jamás hable con ellos más que para negarles mi número pero sería interesante saber qué hacen con sus vidas. Espero que no se dediquen solo a ese localito de maquinitas, yo me moriría de aburrimiento. Cuando uno se encuentra a estas personas que no conoces pero te llaman la atención , porque quiero pensar que no solo me pasa a mí, se crea una cantidad de historias increíble; yo ya les escribí 20 finales diferentes a esos pobres chicos, en los que terminan con un embarazo adolescente, como drogadictos, terminan la escuela y se convierten en empleados, se hacen millonarios con su local de maquinitas, son unos súper empresarios y otros tantos extravagantes finales pero lo cierto es que jamás lo sabré y es casi frustrante. Debí darles mi número telefónico.

La segunda vez se las contare solo por lo divertida que fue. Iba contestando un mensaje en mi teléfono cuando me di cuenta del lugar por el que pasaba y voltee Rápidamente (rutina), me encontré con la cara de uno de los encargados a centímetros de la mía y le sonreí avergonzada, estoy segura de que me puse roja. ¡Ay que bonita sonrisa! Después lo de la primera ocasión se repitió.

Un día voy pasando y veo el local cerrado con una banda de  “Clausurado “pueden imaginar mi conmoción.

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