Día 28, Rutina diaria


Fotografía de Liseth Rojas

La fiesta de cumpleaños

Se le ponchó la llanta. Esa mañana ella había sentido que no quería salir de casa. No debió salir de casa. La noche anterior había ido a la fiesta de cumpleaños de su sobrino el menor, su hermana vive al otro lado de la ciudad y la fiesta se alargó  hasta bien entrada la noche. En la mañana aún tenía el maquillaje en los ojos y debajo de ellos unas grandes ojeras, no quería ir al trabajo.

Salió en ayunas porque cuando terminó de arreglarse se dio cuenta que con el hermoso vestido que se puso se le veían los vellos de las piernas que no se había depilado en un mes, le tomó 15 minutos encontrar unos jeans limpios y otros 10 una blusa que combinara. Cuando llegó al trabajo ya estaba de malas por el hambre.

Tenía un grupo de los pequeños porque la maestra titular había parido a su bebé justo esa semana. Uno de los niños del grupo se había enfermado por comer camarones en la calle y le vomito los zapatos.  Ella tardo 30 minutos en lavarse en el baño de maestras y dio clases con los pies húmedos el resto del día. Pensó que jamás volvería a aceptar trabajar con grupos de pequeños, por eso daba clases a los de último grado.

Después del trabajo  Elián la invitó a comer porque había estado intentando invitarla a salir desde hacía meses y ella “no tenía tiempo” pero esta vez no pudo escaparse y las tripas le gruñían; descubrió que él mastica con la boca abierta y hace ruidos con el popote. Se propuso no salir con él de nuevo y evitarlo en los pasillos pero con las prisas y el sueño de esa mañana olvidó su cartera en la mesa y tuvo que aceptar que él pagara la cuenta. A esas alturas del día no supo si maldecir el vestido, al niño enfermo, a la maestra o la fiesta de su sobrino. Elián la tuvo atrapada hasta muy tarde en el restaurante y cuando salió ya había cerrado el banco así que no pudo retirar el pago que le depositaron por el taller extra que había dado a los chicos de la escuela ese mes. 

Camino a casa se soltó un aguacero terrible lo cual concentro aun más el tráfico; cuando iba cruzando el puente encontró un coche parado con las intermitentes. No había sido un mal día solo para ella, bajando el puente otro coche parado se lo confirmó. Se dispuso a relajarse mientras salía del cuello de botella que formaron los autos descompuestos, prendió el radio y aunque sonaba un tanto mal por la lluvia hizo un esfuerzo por despejarse cantando el último éxito de su banda favorita. 

Al salir del cuello de botella aumento la velocidad para llegar lo antes posible a casa y darse un buen baño y tomar algo caliente pero los baches se llenaron de agua y no se distinguían del pavimento, por eso antes de la cuarta calle paso por un bache que le ponchó la llanta. Entonces maldijo a Elián y al banco, y se quedó dentro del coche a esperar que bajara la lluvia.

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