El constante olor a muerte en Tokio Blues

En octubre del año pasado, cuando se anunció a Bob Dylan como ganador del nobel de literatura, Haruki Murakami acaparó los reflectores del mundo entero por dividir opiniones: muchos consideraban que él debió llevarse el premio, mientras que otros lo mantenían sólo como un buen autor.

Leer uno solo de sus libros no es suficiente para concluir si lo merecía o no, pero al ser Tokio Blues una de sus novelas mejor logradas me atrevo a opinar: Murakami es un gran escritor, sus descripciones verdaderamente te atrapan y la historia que plantea engancha por lo cruda de ésta, pero no creo que merezca el nobel, pues así como tiene la facilidad de construir mundos complejos, carece de personajes fácilmente identificables, con alma. Y eso es fatal en la literatura.


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Tokio Blues, en la obra traducida, o Nowergian Wood en su idioma original, es un libro publicado en 1987. Aunque la premisa de la historia es relativamente simple posee una fuerte carga emocional y enmarca varias costumbres y fenómenos propios de Japón.

Toru Watanabe escucha a bordo de un avión una versión simple de Nowergian Wood, de los Betales, en ese momento los recuerdos del pasado llegan a su mente hasta que se apoderan por completo de la historia. De inmediato nos enteramos que su juventud se convirtió en un vaivén de emociones desde que su mejor amigo, Kizuki, se suicidó a los 17 años sin un motivo claro y sin dejar nota que explicara sus razones. Un año después se distancia del mundo que compartía con él y decide mudarse a Tokio para estudiar la universidad, ahí se reencontrará con Naoko, la exnovia de Kizuki, quien hasta entonces no era más que eso, la exnovia de su amigo muerto. Poco después de tratarse comenzarán a llevar una relación tácita, hasta que se verán distanciados por los conflictos emocionales que el tormentoso pasado de ella le generará.

“La memoria es algo extraño. Mientras estuve allí, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera nada de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de él hasta en sus pequeños detalles. A decir verdad, en aquella época a mí me importaba muy poco el paisaje. Pensaba en mí, pensaba en la hermosa mujer que caminaba a mi lado, pensaba en mí y en ella y luego volvía a pensar en mí.”

El suicidio de Kizuki no es más que el avisó de lo que vendrá, saqué cuentas y son 5 personas las que se suicidarán a lo largo de la historia, aunque es poco en realidad no son tantos los personajes que aparecen en la historia, así que en realidad es un número grande. A esto me refiero cuando la alabo por, como toda novela bien lograda, mostrar a la sociedad en la que viven los personajes, y es que el suicidio de jóvenes en Japón es algo frecuente. De hecho, aquí en occidente se tiene como una especie de rumor. La realidad es que la presión que un país desarrollado ejerce sobre sus jóvenes es demasiada, y muchos no la soportan. A esto se le pueden agregar otros factores de los que no encontré información pero deduje con la historia: Tokio es una ciudad demasiado poblada, un conflicto emocional puede acabar con la estabilidad de alguien y, entre tanta gente, crear la sensación de vacío, de soledad. Suficiente para llevar al suicidio.

Y toparse con ese detalle en una historia de por sí triste es devastador.

Mientras Naoko está ausente, Watanabe conoce a una linda chica llamada Midori, ella representa todo lo contrario de Naoko: es alegre, con actos a veces pueriles, estable emocionalmente, muy sincera… La relación de ellos comenzará como una amistad que poco a poco cambiará la percepción de Watanabe sobre sus sentimientos.

“Las cosas fluyen hacia donde tiene que fluir, y por más que te esfuerces  intentes hacer lo mejor posible, cuando llega el momento de herir a alguien lo hieres”

A Murakami se le reconoce por mezclar la música con las letras, en Tokio Blues eso se nota desde el mismo título. Conforme avanza la historia uno recurre al celular para buscar la música que aparece en el libro, desde Bach hasta The Betales, pasando por Brahms y The Creedence. Logra introducir la música de manera tan natural que, cuando de repente te topas con una (en especial Nowergian Wood), de inmediato piensas en el libro y la tristeza te aborda al recordar lo desgarrador que es.


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Un aspecto desfavorable es el desarrollo de los personajes, y es que, el libro es extenso por todas las descripciones, pero los personajes son poco tratados, la trama se concentra sólo en los sucesos sin profundizar tanto en ellos, incluso, los protagonistas parecen vacíos por momentos, y eso se vuelve un problema para enganchar al lector. Quizá el único personaje bien planteado es el de Midori.

Aún con eso, Tokio Blues es una gran novela que debe leerse en un buen momento anímico, pues comenzar su lectura en un momento triste sería un descenso a la depresión.

2 comentarios en “El constante olor a muerte en Tokio Blues”

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