Sólo soy una niña

Nunca he tenido una visión objetiva de la vida. Y hasta hace poco no sabía qué era enamorarse.
Para mí, la edad que tengo no es la ideal para decir estas cosas. Pero si salgo un momento de la burbuja que yo misma he creado, puedo ver a personas de mi misma edad que han hecho cosas que no podría imaginar si no es que las viera con mis propios ojos.
Porque, evocando mis ideas anteriores, me preguntaba de qué sirve sufrir por amor tan joven. La sensación de que el mundo se viene abajo es tan inútil, te derriba y distrae de lo que es verdaderamente importante. Veía a muchas amigas llorar, lamentarse y sufrir por algo tan superficial. ¡La vida no ha acabado, y no está ni cerca de hacerlo!

Hasta que conocí a aquella persona que con su sufrimiento me afligía a mí también. Me hizo vivir su dolor como si fuera mío. Vino a cambiar las ideas que tanto trabajo me habían costado cimentar.
Y entonces tratar de mantener dos puntos de vista me pareció agotador. Viviendo en una casa donde escuchaba a todas horas música de antaño, baladas románticas que entraban por mis oídos y me hacían exhalar sueños idealistas, pero también ideas de apatía por el amor, con constantes gritos que volaban matando las ilusiones que me creaba. Desde entonces he vivido pasando de una idea a otra, como viajero que no recuerda dónde es su hogar.


De la misma autora puedes leer: ¿Dónde encuentro el amor?


Con un sentimiento de congoja, podía decir que nunca me había enamorado. Aún seguía siendo un misterio para mí el sufrir tanto por alguien, y aquellas personas que no podían verse externamente, para darse cuenta de que sufren en vano.
Aunque también he de admitir que tenía, y tengo, miedo de enamorarme. Nadie sabe ponerse de acuerdo sobre qué es el amor, todos cambian de ideas y puedo ir de un extremo a otro sin aún comprender ese sentimiento. Debe darte paz, relajarte y debes sentir que por fin estás en casa. O debes sentir mariposas, ponerte nerviosa y sentirte en una aventura la cual no acabará nunca. Ante tantas ideas, lo único que podía sentir era miedo.

He vuelto a aquella persona que hace un tiempo me hizo sentir algo extraño, y que por fin puedo comprender qué es. Sigo asustada.
Hay cierta debilidad en mis manos y piernas. La sensación de desesperación cuando no puedo hacer nada más que hablar, y sin embargo es lo mejor del mundo en ese instante.
También puedo decir que siento impotencia al no poder decirle todo lo que pasa por mi mente. Y que, pensando objetivamente, aún no puedo decir te amo. Porque, ¿Qué puedo saber yo del amor?

 Ahora, gracias a él, no puedo decir que sufrir por amor a esta edad es algo ilógico. Ahora sé que estas sensaciones me comprueban que sigo viva, que estoy sintiendo algo y que aunque no haya vivido nada aún, por fin puedo decir que estoy enamorada.

Pero qué puedo saber yo, soy sólo una niña.

2 comentarios en “Sólo soy una niña”

  1. Pingback: El diario de Voynich (segunda parte) – Vertedero Cultural

  2. Pingback: El diario de Mike| Parte I – Vertedero Cultural

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *