Por: Edith Arias
A todas las víctimas, los sobrevivientes y las personas que directa o indirectamente ayudamos
Muchas fueron las veces que en salón de clases y en mi propia casa mencioné que los jóvenes somos el futuro, y aun nos pueden rescatar. Está de sobra mencionar la inseguridad, corrupción y todos los problemas que enfrenta actualmente La República Mexicana. Así como mencionar la pérdida de valores (NO MORAL).
Apuesto a que una o más de una vez has escuchado decir que la gente no cambia, yo no estoy segura de la veracidad de esto, pero sí sé que es difícil cambiar la forma de ver a un adulto, pues ellos tienen más experiencia que nosotros, han vivido más en este mundo, aunque es importante mencionar que el mundo en que crecieron ya no existe; ha cambiado. Por otro lado, los que aún no nacen y los que estamos en formación somos más fáciles de moldear, de cambiar, de mejorar. De ahí que somos la mayoría somos más influenciables, por la falta de experiencia o en su defecto, conocimientos.
Después del pasado sismo del 19 de septiembre la gente estaba espantada, traumada, melancólica o simplemente feliz por haber sobrevivido. En redes sociales, en las calles, incluso en los grupos de Whats App sólo hablaban del sismo, desde jóvenes hasta adultos. Lo grandioso aquí es que los que estaban en buenas condiciones, sin ningún daño, ayudaron a los afectados por el sismo.
Una vecina (alumna de fisioterapia en la BUAP) días antes había pedido ayuda en el bachiller de mi comunidad para los damnificados de Oaxaca, la cual se llevaría el 19 de septiembre. Lamentablemente ese mismo día se vivió otro Sismo y todo lo que se juntó para los damnificados de Oaxaca se llevó a los de Puebla. El miércoles 20 de septiembre ella le pidió ayuda a mi Papá para que, en la camioneta de mi familia, se pudiera llevar toda la ayuda. A todos nos agradó la idea, y aparte de los víveres que ya tenía, los vecinos dimos más. Durante el camino a la facultad de medicina –lugar donde nos esperaban sus compañeros para que llevaran personalmente la ayuda- escuchamos el radio. Por todos lados se escuchaba y miraban centros de acopio o cuentas de banco para hacer donaciones.
De la misma autora: La oscuridad me dio una luz
Al llegar a la Facultad de Medicina, noté que los más interesados por ayudar éramos los jóvenes, muy pocos adultos eran los que se veían en movimiento. Influyó que, aun con el sismo, los adultos debían seguir con sus actividades y trabajo, si no, los jóvenes no tendríamos con que ayudar. Pero me parece una respuesta genial de parte de los que aún no somos ciudadanos y los nuevos ciudadanos. Nada nos costaba seguir con nuestro ritmo de vida y no meternos, sin embargo ayudamos; dejamos nuestras actividades cotidianas y acudimos al llamado de la sociedad mexicana afectada.
Mi experiencia…
El jueves 21 de septiembre, después de ir a dejar la ayuda con los estudiantes de Medicina, comentamos que si entre vecinos juntamos mucha ayuda, tal vez visitando a más personas juntaríamos más. Fue así como nos pusimos en marcha y salimos a las calles de Tepatlaxco, nuestro pueblo. En 3 días se recorrió -calle por calle, casa por casa. Fue una experiencia inolvidable. Fue cansado pero divertido, íbamos caminando con bolsas de costal en el brazo, cajas y dos diablitos. Pero teníamos la esperanza de que lo cansado que fue caminar y cargar valdría la pena.
Encontramos de todo. Jóvenes que sin dudarlo nos dieron despensas o dinero (para pasajes y cajas). Notamos que los adultos mayores y jóvenes eran los que mas ayudaban. Nos contaban que ya habían bajado a la iglesia o quiosco para dejar víveres y aun así nos ayudaban. Una chica me dijo que no tenía nada en ese momento, pero se quitó su sudadera y me la dio. Varias personas nos decían que no tenían despensa, pero nos daban ropa, medicamentos y pañales. Lo importante era la acción.
Los adultos tuvieron una reacción diferente. Varios nos cuestionaban hacía donde se llevaría la ayuda. Otros pensaban que veníamos de parte del gobierno o un partido político. Unos cuantos nos cerraban las puertas en la cara sin dejarnos terminar o simplemente no nos abrían.
Haber hecho esa recolección en mi comunidad me dio muchos aprendizajes. Como que en los lugares donde más esperas que te ayuden no te ayudan y en donde menos te esperas una respuesta es donde más te dan apoyo. Vimos que la sociedad desconfía de su propio gobierno, incluso de organizaciones y confían más en un desconocido, otros ni en los ciudadanos.
La solidaridad y empatía como valores resaltaron. Hubo mucha respuesta y se compartió una gran satisfacción por haber ayudado. Me sorprendía ver como en redes sociales la gente publicaba fotos ayudando, o presumía que estaba en un determinado lugar apoyando. Eso me molestó un poco. Presumían ayudar para verse como mejores personas o conseguir likes y comentarios de “eres un ángel”, “que padre que ayudes”, por mencionar algunos.
A nosotros, en esos 4 días de ayuda, incluso una vez llegando a casa, separando y organizando la ayuda, no nos dio tiempo de tomar una sola foto o publicar algo. Pero estoy segura de que las enseñanzas, la experiencia y la satisfacción de haber ayudado, no se comparan con los minutos de popularidad en Redes Sociales. Finalmente, considero que es más importante ayudar que avisar que ayudaremos. Y me lleno de alegría al ver que a pesar de las divisiones religiosas, políticas o de clase social, la gente se unió con una finalidad: ayudarnos entre sociedad. No sé qué tan bueno sea que un desastre natural nos haya movido, lo que sí es notorio, es que las cosas pueden cambiar. Los jóvenes somos rebeldes, decididos y tenemos esperanzas, fuerza: Vida.
Edith Arias Pablo (2000-). Estudiante de preparatoria y del CEFADEN BUAP. Escritora de cuentos y columnas, actualmente participa de manera activa en el taller de cuento que se realiza en la preparatoria Emiliano Zapata BUAP.
Instagram: edith_aripa
Pingback: “La protesta” Por Edith Arias Pablo. – Título del sitio