El caos de la trascendencia: La última etapa de John Coltrane

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¿Alguna vez se han cuestionado cómo serán sus últimos minutos de vida? La sociedad se ha encargado de bosquejar conjeturas de lo que pasa: frente a tus ojos, según muchas películas, se ven los momentos que viviste, lo que pensaste, lo que querías hacer. Pero, alguna vez, por convicción propia, ¿se han preguntado qué será de ustedes, de su mente, antes de colapsar y desaparecer de la faz de la Tierra?

Para un creyente, esto no tiene mayor relevancia. Implica tan sólo un paso más en la cadena espiritual que profesan. Saben que, caducada su existencia terrenal, habrá un más allá, una eternidad que de antemano conocían y que les otorgará la paz que tanto buscaban. Para un ateo, por otro lado, sus últimos minutos de vida conllevan a la culminación del largo proceso al que denominaron ‘existir’, y que les traerá el consuelo y descanso que habían luchado por obtener.

COLTRANE_JohnSin embargo, ninguno de los dos se preocupa por conjeturar cómo será el instante donde des por finalizada tu vida. Ningún sector de la sociedad se pregunta las características que dichos minutos tendrán. ¿Serán turbulentos?, ¿traerán paz?, ¿será un momento en que estés pleno en todo sentido? Es una pregunta que nadie ha respondido. La evaden. Y no digo que ello esté mal, pero considerar los posibles escenarios debería ser una prioridad como seres humanos. La justificación más clara que a esto le doy es que prefieren aguardar a que el momento llegue y confrontarlo debidamente.

Pocas obras de arte se han preguntado por este aspecto. El artista, en realidad, está más preocupado en saber si trascenderá con su obra, si ésta lo inmortalizará por el resto de la historia. Buscan romper los esquemas creativos para realizar una obra maestra, casi perfecta, que nunca antes se hubiese visto y que logre su propósito: instaurarse por la eternidad.

Sin embargo, pocos cuestionan en sí qué es la trascendencia, qué camino depara para llegar a ella y cómo será atravesar dicho camino. Todos tienen la mirada puesta en alcanzar ese objetivo, pero son contados los artistas que han interrogado qué es llegar a tal punto.

De esos pocos, de las pocas obras que existen con estas conjeturas, John Coltrane es el más importante: volcó, dentro de su música, todas las dudas que giraban en torno al aspecto primordial de un creyente: ¿qué será de mi alma tan pronto se separe de mi cuerpo y cómo será el camino que deberá recorrer para eternizarse?

Hay que aclarar que Coltrane entregó sus últimos años de vida –personal y artística– a la profesión de sus creencias. Gracias a su fe, superó su adicción a la heroína que tuvo por mucho tiempo. En la religión encontró un refugio espiritual, donde subsanaría cualquier problema que se le presentara.

Coltrane concebía a la música –específicamente al jazz– como un vehículo para contactar con dios. Esta concepción cobraría mayor fuerza en sus últimos discos, donde las composiciones tomaron forma de una declaración para aproximarse cada vez más a él. Esta etapa está plagada por un estilo experimental y vanguardista, que dejaba entrever las inquietudes espirituales que tenía. A la pregunta principal que anteriormente mencioné, John respondería música disonante, reflejo del caos de la trascendencia.

Los discos que comprenden esta etapa retratan, desde el título, el fenómeno espiritual que abordarán en la música. De aquí parten discos grabados después de A Love Supreme, de 1965, como Ascension, First Meditations, Om o Stellar Religions. En menos de tres años, Coltrane trabajó en una decena de discos que mostrarían sus cuestionamientos en torno a la religión, la ascensión del alma al cielo y sus deseos de encontrar a dios.

Estos discos tienen la característica de ser poco coherentes en su todo. Existe casi nula cohesión en los pasajes musicales. Las melodías son atonales a lo que la armonía toca en su momento y la batería está en un ritmo distinto al que llevan los demás instrumentos. Sin embargo, todo esto fue hecho a propósito por el saxofonista, que consideraba el tocar así para acercarse al terreno espiritual. Veía al esfuerzo de alcanzar notas casi imposibles para la fisiología humana, como un acto análogo a la llegada con su dios. Si Coltrane ensamblaba secciones musicales sin hilación alguna era para emular su acercamiento a dios y lo turbulento que es el trayecto.


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Por ejemplo: Ascension se compone por solos antepuestos uno sobre otro. El saxofón lucha con la trompeta para ver quién llega a notas más altas, agudas, causando una disonancia en la sala y en las bocinas donde se oye. Las manos del pianista caen pesadas y con fuerza sobre las teclas para darle ese toque de algo se está rompiendo. Y la batería ronda por su lado para generar la estridencia en la pieza. Todo ello vertido al mismo tiempo, para darnos la sensación de que, efectivamente, se está ascendiendo, se está abandonando el cuerpo, un mero cascarón, donde se ubicó anteriormente el alma. Pero previene, con la comparación entre este acto y la música, que el camino será caótico.

Coltrane meditó sobre la trascendencia de su alma a través de la música. Deseaba dejar2016_09_john-coltrane-france-651.original un rastro de sí en cada nota que emitía su saxofón, una huella de su ser en sus composiciones. Quería encontrar a dios en esa caminata presurosa que su instrumento emprendía, quería hallar la respuesta de cómo serían los últimos minutos de su vida, y, también, qué sería de su alma cuando terminara con su estancia terrenal.

La última etapa de Coltrane es el testimonio de alguien a quien le obsesionaban los temas en torno a la ascensión espiritual, al arte como objeto de aproximación a este fenómeno. Conjeturó sus propias posturas religiosas y espirituales con la música. Y, a través de ella, logró la trascendencia de sí mismo y de su obra. Pudo contestar, grosso modo, las duda existencial de cómo serían los últimos minutos antes de morir, qué implicaciones tenían. Alcanzó proponer una tesis con sus piezas musicales, que hoy día, todavía se recuerdan.

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