Escribir y leer son acciones que van de la mano. Es impensable la idea de un escritor no apasionado por la lectura, José Emilio Pacheco ha dicho que empezó escribiendo lacontinuación de las lecturas que lo apasionaron; José Vasconcelos entendió que la única manera de mejorar al país desde sus cimientos era reduciendo los índices de analfabetismo, y así lo hizo como secretario de educación; Paco Ignacio Taibo II actualmente organiza la Brigada para leer en libertad, que invita –desde las plazas públicas- a leer lo que a uno le plazca; Juan Villoro ha escrito literatura infantil intentando que a la lectura se llegue desde la infancia. Ejemplos sobran.
Lo anterior basta como argumento de que algunas de las mejores recomendaciones se pueden conseguir a través de escritores que a diario trabajan con la materia prima de la literatura: el lenguaje. Este sitio se encargó de contactar con algunos de los escritores contemporáneos mexicanos que nos parecen de mayor relevancia, estos son los libros que ellos recomiendan:
Franco Félix
- CC (by) | Foto tomada de su facebook
Autor de Los gatos de Schrödinger (Tierra adentro. 2016), Kafka en traje de baño (Nitro-Press. 2015) y Mil monos muertos (BUAP. 2017), en sus textos ha combinado situaciones absurdas con tintes científico-filosóficos capaces de pasmar al lector más avezado y demostrar que en el norte no sólo se escribe del narco. Leer algunos de sus cuentos es entrar en conflictos filosóficos. Dirige la página web: Shandy (clic). Y además de recomendar literatura también invita a la filosofía. Aquí una reseña de Mil monos muertos (clic)
Soy muy obsesivo y repetitivo con mis recomendaciones. Siempre termino invitando a leer a David Foster Wallace, así que diré La escoba del sistema. Es un libro divertidísimo y escrito por un DFW muy joven y me parece que esto produce un vínculo con los lectores que padecen los mismos impulsos literarios y psicológicos que habitan esa novela. Por otro lado, me gusta también recomendar filosofía y ensayo, porque no todo es literatura, así que me gustaría que todo el mundo leyera “La enfermedad y sus metáforas” de Susan Sontag. Porque, aunque en su momento fue duramente criticada por su contribución filosófica, hoy, más que nunca, necesitamos volver al lenguaje y repensarlo.
Óscar Alarcón
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Autor de Polimastia (BUAP. 2008) y Veintiuno. Charla con 20 escritores (Nitro-Press. 2012). Además de escritor se ha desempeñado como director de la colección Extra(e)ditados (BUAP) y antologador de El amor en los tiempos de internet (BUAP. 2017), Z. Antología de cuentos (BUAP. 2017) entre otros. Es un importante entrevistador e impulsor de la escritura en jóvenes. en la Preparatoria Emiliano Zapata, donde labora como docente, también imparte un taller de cuento a estudiantes de la institución. Dirige el sitio electrónico: Neotraba (clic). Reseña de Veintiuno. Charlas con veinte escritores (clic)
En el día internacional del libro se recomiendan muchas lecturas, clásicas, contemporáneas, de reciente aparición que uno teme recomendar algo y defraudar al lector. Sin embargo, me gustaría hacer una mención a dos autores mexicanos del siglo XX, y que considero fundamentales para entender lo que está ocurriendo en este momento en nuestras letras. Además, recientemente conmemoramos su centenario.
Me refiero a Jorge Ibargüengoitia y a Juan Rulfo.
Del primero es difícil elegir una obra en específico pues su narrativa es tan potente, crítica y vigente que lo que leamos de él nos va a sorprender. Desde Las muertas, Instrucciones para vivir en México hasta Los relámpagos de agosto y por supuesto La ley de Herodes
Aparentemente con Juan Rulfo la misión es más fácil pues tiene apenas tres libros: una novela [Pedro Páramo], un libro de cuentos [EL llano en llamas] y por su extrañeza es que me voy a permitir hablar de El gallo de oro. Me refiero a este libro no porque sea mayor que los otros dos sino porque es el menos conocido y el menos difundido. Lo menciono porque me gustaría hacer una recomendación a toda la obra de Rulfo.
Hay que leer sin límite de tiempo.
Aldo Rosales Velázquez
- CC (by) | Foto tomada de su facebook.
Entre sus libros destacan Los panes y los pescados, Sombra-Reflejo (BUAP. 2017) y Entre cuatro esquinas (Tierra Adentro. 2013). Mucha de su literatura gira entorno a los deportes de contacto, especialmente la lucha libre. Sin embargo, lejos de repetirse, se reinventa en cada libro gracias a las diferentes perspectivas desde las que escribes su historias.
Siempre es difícil escoger sólo un par de lecturas para recomendar, se dejan fuera demasiadas y, al ver publicada la lista, resulta inevitable decir “hubiera mejor escogido este otro o aquél”. Me parece un ejercicio donde la respuesta siempre dependerá del estado de ánimo o la obsesión que se tenga más a la mano. Me gusta pensar en estas listas como un palimpsesto, y creo que más valdría escribirlas en hielo que en piedra; el tiempo avanza y nunca se termina de conocer autores u obras. Pero, bueno, hay que empezar y lo hago con “Los motivos de Caín”, libro que claramente identifico como definitorio en mi vida (en todos los aspectos), una novela breve donde toda la fuerza narrativa, poética y social del Maestro José Revueltas se puede apreciar. En esa misma línea, “Pekín en Coma”, de Ma Jian, es una novela poderosísima, dolorosa, donde cada uno de los personajes se vuelve memorable y palpita de tan vivo. Me permito una novela más: “El hombre en suspenso”, de Saul Bellow.
En cuanto a narrativa breve, me inclino más por recomendar cuentos aislados que libros: “Rock Springs”, de Richard Ford; “Makedonija”, de Miroslav Penkov; “Prueba de aptitud”, de Alberto Fuguet; “Los pájaros de Baden Baden”, de Ignacio Aldecoa; “Fricción”, de Craig Davidson, “La muerte de un viajante”, de Eudora Welty; “La cosa en el bosque”, de A.S Byatt. Aunque, claro, de más está decir que hay autores a los que me parece que hay que leerles casi todo: Tobias Wolff, Raymond Carver, Carson McCullers, Margaret Atwood, John Updike, Flannery O´Connor, Joyce Carol Oates, Truman Capote. Lo dicho: cuando vea publicado esto, pensaré en dos o más que dejé fuera.
Finalmente, no quisiera centrar las recomendaciones en prosa de ficción solamente: las crónicas de Caparrós, Kapuscinski, Hamper, Salcedo Ramos, Talese. Los ensayos de Canetti, Auster, Mailler, Miller; todos ellos memorables. Ni hablar de poesía o dramaturgia, que esto se eleva a las diez mil palabras.
Creo que por el momento (empero, por el momento) es todo. Lo dicho: estas listas siempre se antojan interrumpidas, no completas, aunque creo que es lo mejor: aquí poner punto final se antoja un crimen.
Guillermo Rubio
- CC(by) | De izquierda a derecha: Mauricio Bares, Guillermo Rubio y Rodrigo Durana. Foto tomada del facebook de GR
Narrador mexicano especializado en la literatura negra y policiaca. Su ópera prima, Pasito Tuntun (Tiempo Extra Editores. 2006) es fundamental para comprender un suceso trágico de nuestra historia reciente a través de la ficción. Otros de sus libros son: El Sinaloa (2012) y Visitando al diablo (BUAP. 2014). Una reseña de Pasito Tuntun aquí (clic)
¿Recomendar, yo?
En días pasados recibí la amable invitación de Iván Gomez, para recomendar un par de libros que considero trascendentales dentro de mi empírica formación como lector y es fácil recordar los primeros libros que pasaron por mis ojos y que me transportaron a la misma escena de los hechos. Magia que pocos logran. Jack London: “Colmillo Blanco”. Texto apasionado sobre el amor a los animales, dejó una marca indeleble en mi mente. “Los tres Mosqueteros”, de Alejandro Dumas. Seiscientas páginas que se esfuman en un relato de aventuras, donde la lealtad es el ingrediente principal.
¿Autores mexicanos? “La sombra del caudillo”, de Martín Luis Guzmán, texto apasionante que refleja una época de nuestra República. No creo que alguien le ponga peros a esta obra: “Las batallas del desierto”, de José Emilio Pacheco, es una invitación a la sencillez de lectura mexicana.
Contemporáneos mexicanos: Los últimos años mi atención se funda en lo Noir mexicano, donde hay una cantera amplia y difícil de clasificar, para mí destacan: Daniel Salinas Basave, Julián Herbert, Carlos Rene Padilla, Martín Solares, Darío Zalapa, Imanol Caneyada, Hilario Peña e Iván Farías. Hay más.
¿Una recomendación especial?
“Hay que darles lectura a unas páginas de más a un texto malo, se puede componer. ¿Si no? ¡Tírenlo a la chingada!”
Gabriel Rodríguez Liceaga
- CC (by) | Con “¡Canta, herida!” ganó el premio Agustín Yañez 2015.
Desde que salió a la luz su primer libro en 2008 no ha parado de publicar. Sus dos últimos libros ¡Canta, herida! (Paraíso Perdido. 2016) y Falsos Odiseos (Cuadrivio. 2017) le han valido reconocimiento nacional, éste último fue incluido en la lista de los mejores libros del 2017 según un artículo de Nexos. Recientemente ganó el “IX Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz” en la categoría novela. Reseña de ¡Canta, herida! (clic)
- “Desgracia” de J. M. Coetzee.
En efecto, ocurre en la trama de este libro una desgracia. Es decir: un suceso que causa padecimiento moral. ¡Se me pone la piel chinita! En esta novela no existe ridiculez alguna como la comprensión entre padres e hijos. Tampoco el hipotético equilibrio entre hombres y mujeres. Ni entre alumnos y maestros o entre hombres y perros. Obvio: ni entre dios y el ser humano.
Suplico evitar la versión cinematográfica.
- “El Gatopardo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
A don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina; se le ofrece la posibilidad de salvar a los hombres que vivirán después de él. O al menos pavimentarles un mejor futuro. Una patria fortalecida. Él está viejo y agotado, o simplemente no confía en la evolución de changos a hombres y poderosamente dice: ¡no!
Suplico acudir a la versión cinematográfica.
- “Omeros” de Derek Walcott.
Adaptación libre del canto homérico. Me refiero a la épica defensa de las murallas, el poema de Ilión, la preciosa y monumental guerra de Troya. Pero acá. En El Caribe. Con nuestro sudor que apesta a ron, una Helena criada antillana y dos pescadores -Héctor y Aquiles- que pelearán para justificarnos. Este libro canta y cuenta. Una gema entre tanto estiércol.
Obra maestra imposible de filmar.
4. “Paralelo Etíope” De Diego Olavarría.
Estar lejos de casa, en otro país, nos ofrece la posibilidad única de reinventarnos, de ser una persona diferente. Por eso la crónica de viajes suele ser tan mala, porque los autores aspiran a ser mejores de lo que realmente son. Este libro, el primero de Diego Olavarría, no cae en tales mafufadas. Narra un honestísimo viaje sin dobleces ni perfumes desde metro Etiopía hasta el país homónimo en África. Un viaje personal, interno y muy poco turístico. El olor a chis y moscas y pobreza impregna las páginas de este magnífico libro que, ya desde ahorita les advierto, aparecerá en las listas de los mejores del año. Me atrevo a afirmar que entre el equipaje de Olavarría se encontraba una máquina de metáforas exactas, como aquella de la estatua en remodelación -rodeada de vigas- que compara con un ex soldado negro en muletas. Recomiendo acompañarlo con “Noticia bomba” de Evelyn Waugh, recién editado por Anagrama. No es un libro para leerse en Starbucks.
Daniel Salinas Basave
- CC (by) Foto tomada de la página de Nitro-Press | El autor también se desempeña como periodista.
Es normal encontrar en los cuentos de Salinas Basave buenas dosis de humor negro corrosivo. Ha ganado el Premio Regional de Cuento Ciudad de La Paz por Dispárame como a Blancornelas, Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas por “El lobo en su hora”. Actualmente sus cuentos tienen renombre internacional gracias al Premio Fundación El Libro (que convoca Argentina) otorgado este año por su colección de cuentos Juglares del Bordo. Aquí una reseña de Dispárame como a Blancornelas (clic).
Para efectos de no ceder al embrujo de los mentirosos recuerdos o, en su defecto, darle vuelo a la hilacha en el antidemocrático vicio de excluir e incluir colegas, creando listas de lo que debes leer y lo que no, mejor les comparto un comentario sobre los libros que he leído en los últimos dos meses. Mi único criterio de selección es que son libros leídos muy recientemente.
Vengo regresando de un largo viaje y estoy por emprender otro dentro de 48 horas. En los aviones y en los aeropuertos suelo leer muchísimo y esto es lo que he devorado en la agonía del invierno y el arribo de la primavera 2018.
“Nunca más su nombre” de Joel Flores- Ediciones ERA. “Nunca más su nombre” se inscribe con honores dentro de la mejor narrativa constelar y es una novela que en su desgarro, jamás pierde dinámica, fluidez e incluso una dosis de sentido del humor. Si bien su columna vertebral es un árbol genealógico torcido y el eje gira en torno al padre, al que Joel llama simplemente “el militar”, hay personajes fortísimos en sus divinas contradicciones, como la bipolar madre, oscilante entre la dureza y la sumisión; la hermana con complejo de Electra, que eternamente se fuga de casa; Francisco, el amigo íntimo que sacó la baraja trágica en el póquer de la vida y Paula, la mujer total que permite materializar la escritura y los sueños. Hay también guiños al mundo literario, con mención honorífica al siempre cambiante Luis Humberto Crosthwaite”.
“La ciudad blanca”, Carolina Ramqvist-Anagrama. Una novela hecha con mano de mujer, salpicada e impregnada de leche materna. No recuerdo otro trabajo de ficción en donde la lactancia jugara un papel tan importante. Todo parece girar en torno a los pechos duros y repletos de leche de una joven madre viuda que carga a su recién nacida mientras aguarda a que su casa sea embargada y mira con horror cómo el mundo criminal al que alguna vez perteneció ahora le da la espalda. Poética, angustiante, sugestiva, femenina a más no poder.
“Maniobras de evasión”, Pedro Mairal. La empecé el año pasado, Mairal me voló la cabeza con “La uruguaya”, una novela corta que te lees en una tarde con el deleite de una borrachera rica. Hoy me la juego con su libro de oportunidad, su compilado urgente para satisfacer la demanda del mercado. Aunque suelo desconfiar de los libros recopilatorios de artículos y crónicas y tiendo a mirar con desconfianza a los colegas que escriben sobre el medio literario y los sinsabores de la vida escritural, confieso que Mairal me ha atrapado, me hecho reír mucho y sobre todo me ha orillado a identificarme hasta el mimetismo con sus vivencias. Carajo, a veces parece que este canijo está narrando mi propia vida. Divertidísimo.
“Prosas apátridas” de Julio Ramón Ribeyro. Después de leer un libro como el de Ribeyro, a medio camino entre el aforismo, el pensamiento al vuelo y el tratado filosófico de café o cantina, uno se queda con la impresión de que esta es la única escritura capaz de aspirar a la brutal honestidad. El resto son patrañas e hipocresías. Hay libros que horadan profundo en llagas sangrantes, que espetan en tu cara una risa socarrona o le retuercen el cuello a la vida cotidiana. Con un humor a lo Cioran o lo Fernando Vallejo (mucho antes de Vallejo, por cierto) Ribeyro, la cara oscura del boom, juega a las cartas con la muerte. Leí este libro hace un par de semanas en la orilla de la laguna de Bacalar. Hoy siento que quiero releerlo con la misma urgencia que serviré un nuevo trago de whisky cuando acabe de escribir este párrafo.
PD. Con harta frecuencia se me pide que nombre los libros o los autores que marcaron mi camino y desencadenaron la catástrofe escritural en la que a gritos y sombrerazos me he convertido. Suponen (y nada errados andan) que los libros marcan un camino y desencadenan una vocación. Yo soy mis lecturas y a su manera, cada libro leído ha dejado algo en herencia, aunque sea un terrible chasco. El detalle es que a la hora de hacer nuestra selección de lecturas, irremediablemente emitimos respuestas que son verdades a medias. Omitimos autores a los cuales ya no es “cool” citar como influencia y al mismo tiempo mencionamos ciertos libros que hoy deben formar parte del botiquín básico de primeros auxilios de un escritor de nuestra generación. Ya he escrito en algún texto anterior que ningún escritor setentero cita a Carlos Fuentes o a Mario Vargas Llosa como influencia, pero en cambio está de moda invocar a Ibargüengoitia. Hay quienes quieren romper la solemnidad y dar un toque naif a su respuesta, por lo que no es infrecuente escuchar nombrar un cómic estilo Kalimán o El libro vaquero como la puerta de entrada a la literatura, aunque son más comunes quienes apuestan por jugarle al extravagante y citar un autor de nombre impronunciable que por supuesto no conoces, luego de afirmar que en su infancia leían a Beckett y en la adolescencia descubrieron a Foster Wallace. Yo suelo mencionar con demasiada frecuencia a Borges y admito que para algunos puede ser un lugar común o un cliché, aunque no por ello es menos cierto que Georgie me marcó como una res.
¿No hay mujeres escritoras? ¿O es una sección dedicada a hombres? Pregunta seria.
Así es, Aiko. Ocurre que al cierre de edición teníamos sólo una opinión de escritora. Por lo que decidí excluirla para preparar una serie de recomendaciones de autoras (que estimo se subirá en el transcurso de las siguientes dos semanas), de modo que haya igualdad en número. Muchas gracias por tu amable señalamiento. En Vertedero somos pro igualdad (incluso escriben en el sitio más autoras que autores), esperamos que te agrade el resto de nuestro contenido. Un abrazo:D
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