Mauricio Morales*
Ciudad nostalgia (Casa Editorial Abismos. 2016) es el quinto libro de cuentos de Aldo Rosales Velázquez, autor de Luego, tal vez, seguir andando (Rio Arriba. 2012); Entre cuatro esquinas (Fondo Editorial Tierra Adentro. 2013); La luz de las tres de la tarde (BUAP. 2015); El filo del cuerpo (Revarena Ediciones. 2016); Sombra-reflejo (BUAP. 2017); y Los panes y los pescados (Ediciones Periféricas. 2018).
En su forma, Ciudad Nostalgia es un espacio de fácil acceso; las once breves historias a las que uno puede asomarse son narradas mediante estilo directo y ritmo sumario, y están escritas con una prosa ágil que enfoca la atención en los rasgos de mayor potencia evocativa: percepciones, acciones, palabras y pensamientos de los personajes. Como en otros de sus libros, Rosales Velázquez ha ejercitado un lenguaje preciso para abrir cauces en los que sus historias pueden, sin obstáculo de retórica redundante, fluir, evolucionar y también descansar en breves remansos de contundencia poética. El encuentro con la desembocadura final, sin embargo, es algo que el narrador, de manera voluntaria, niega o al menos complica a la vista del lector. No es sólo que los cuentos coincidan también en adoptar finales abiertos, el rasgo de dificultad se expresa en los conflictos no resueltos, tanto a nivel emocional como racional, planteados por Aldo Rosales como una invitación al lector para que sea éste quien, a través de la reflexión y la empatía, vislumbre sentidos probables a los destinos que habitan Ciudad Nostalgia. Se trata, en suma, de la conjunción que implica la forma y el fondo de este libro; cuentos de lectura sencilla esperan convertirse en impulsos que lleven al análisis de su complejo tema central.
Una revisión del estado en que se encuentran los personajes ante el conflicto que enfrentan puede ser un punto de partida. La relación entre hombre y mujer está presente en los once cuentos, en un tiempo pasado que el lector no ve y sólo intuye gracias a las referencias aportadas en el presente narrativo, las parejas, ya sea como hermanos, amantes, novios, esposos, o como madre e hijo en el caso especial del cuento “Fotografías” han construido una intimidad, una vida, o al menos un momento en común. También en un tiempo sugerido sucedió o sucederá el fin de esa relación, hecho que representa una doble exigencia: cursar el duelo y buscar la mejor manera de iniciar una nueva vida. Esta razón explica que en cada cuento conozcamos a un protagonista triste, desesperanzado, solitario, confundido, temeroso, incapaz por momentos de responder a la cotidianidad; protagonistas que dudan de la certidumbre de su presente, que sienten no pertenecer a él porque un fragmento del pasado les hace falta. La experiencia de la nostalgia es la clave que permite valorar la propuesta de Ciudad Nostalgia. Si bien en cada cuento encontramos a un ser que busca solucionar consigo mismo una ausencia, los modos de recordar, pensar, sentir y desear las posibilidades de vida perdidas no son los mismos para cada caso. Se pude decir incluso más: también son diferentes las razones y los grados de responsabilidad que llevan a los personajes a vivir la agridulce nostalgia.
Los finales son consecuencia lógica del paso del tiempo: el cuerpo madura, luego envejece; la persona enfrenta cambios que no pueden ser postergados. Recordar etapas pasadas de este proceso evolutivo será una actividad placentera o infeliz dependiendo de cómo se valore el grado de responsabilidad sobre los actos cumplidos y cómo se perciban sus consecuencias, si positivas o negativas para el presente. Las posibilidades son cuatro:

Los cuentos de Aldo Rosales se vuelven valiosos por desechar el “¿Por qué?”, y dirigirnos a la pregunta “¿Para qué?”.
1) Recordar aquello de lo que uno se sabe responsable y que trajo beneficios para el presente será un acto de alegría; uno agradece lo aprendido, enumera las victorias, valora la influencia de ciertas personas, pero no pide regresar a las batallas terminadas pues algo más se quiere del futuro.
2) Recordar episodios en los que no se dio lo suficiente, en los que se cometieron errores, en los que hizo falta valentía para hacer que algo sucediera puede generar desencanto, frustración y tristeza. Sin embargo, estas mismas emociones pueden convertirse, si uno lo quiere, en estímulos para aprender y corregir, para buscar ser mejor.
3) El recuerdo de la gloria personal será triste si uno sabe, gracias a la consciencia que tiene del fluir del tiempo, que se han perdido las fuerzas, los medios; o que el último final está cerca, por lo cual es muy difícil intentar nuevos retos. El recuerdo puede, también, ser doloroso si se piensa en el tiempo que ya no se podrá vivir o si se anhela a quien ya no puede volver. Justo esta es la idea de nostalgia del séptimo cuento: “…y en ellas habrá la reminiscencia de alguien que ya no está, pero que no acaba de irse por completo”.
4) “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”, esta frase, dicha por la madre de Boadbil, último rey islámico de Granada, para sentenciar la entrega del territorio a los reyes católicos, puede tomarse prestada para definir la última posibilidad, la más cercana al resto de cuentos de Ciudad Nostalgia. La tristeza y el dolor alcanzarán el extremo del sufrimiento si, desde la inconsciencia sobre el andar natural del tiempo y los actos propios, y el rechazo a las consecuencias negativas, se recuerda lo pasado o lo perdido sólo para germinar y cultivar el deseo, la fantasía de lo imposible: volver a vivir lo pasado para vivirlo de otra manera; vivir una vida diferente a la que se vive; vivir el futuro que uno mismo anuló.

Las once breves historias a las que uno puede asomarse son narradas mediante estilo directo y ritmo sumario.
¿Cuál es la razón para que un narrador audaz, como lo es Aldo Rosales, integre un volumen de realidades tan penosas?
Debe descartarse la búsqueda de la llana conmoción emocional. Existen historias de un extraño atractivo, fascinantes por apelar a la empatía y a la compasión; y que no buscan, en su fondo, más que el desahogo y, en su forma, la bella representación de lo patético; al menos un par de películas dirigidas por Wong Kar Wai pueden tomarse como ejemplo. Los cuentos de Ciudad Nostalgia, a primera vista, cumplen características para ser agrupados en ese tipo de historias, pero esta clasificación implicaría menospreciar el esfuerzo creativo de su autor y limitar los mecanismos de acción posteriores a la lectura. Una comparación puede probar la diferencia. En In the mood for love, Wong Kar Wai utiliza, como final motivo narrativo, una leyenda que explica una manera de liberarse de penas secretas: subir a una montaña, encontrar un árbol y hacer en él un pequeño orificio, luego decir en éste la verdad que somete al ánimo; al final, el oído confidente debe ser clausurado con barro. En el cuarto cuento de Ciudad Nostalgia, “Espacios interiores”, también encontramos una opción para, por fin, decir todo lo que se hubiera querido decir en ese tiempo deseado a pesar de su imposible existencia; así lo hace Bella, protagonista del cuento, quien hacia el final del mismo “…sentía que la estaban escuchando, que sus palabras eran algo, algo vivo y útil.”. Justo en esa última palabra encontramos la diferencia; mientras algunas historias pretenden causar simpatía hacia bellos sufrimientos que hostigarían a todos los árboles de una montaña con sus secretos, las historias a las que Rosales Velázquez da realidad buscan implicar el paso a la acción, al esfuerzo útil, transformador. Esta intención aparece con mayor claridad en el siguiente cuento, “Sintaxis de la distancia”, único por mostrar, a pesar de la estructura fragmentaria, cubista; la evolución completa del personaje, desde la nostalgia que cubre el vacío con doloroso deseo, al proceso de aceptación y el final entendimiento que llevará hacia algo nuevo; entendimiento que, al mismo tiempo, petrifica el recuerdo de lo perdido para conservarlo del olvido y dinamiza la vida actual para enfrentar las opciones de futuro.
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Desde una perspectiva afín al humanismo de Viktor Frankl, los cuentos de Aldo Rosales se vuelven valiosos por desechar el “¿Por qué?”, y dirigirnos a la pregunta “¿Para qué?”. El desahogo puede ser un paso previo a la búsqueda de opciones para redimirse de errores pasados. La queja, el lamento, el llanto son válidos si se ejecutan por una última vez y para aceptar una responsabilidad, sobre la propia vida, que permita luchar por desenlaces probables y escapar de los extremos de nostalgia que consumen al espíritu en la espera de lo que nunca podrá ser. No todos los residentes de Ciudad Nostalgia encontrarán ese momento de transición, ellos repetirán los sueños, escucharán el mismo casete, mirarán las mismas fotografías, regresarán a sus rutinas, buscarán pretextos para sentir cerca, al menos por segundos, de aquello que no supieron proteger; pero el lector siempre puede tener esperanzas más felices. Aldo Rosales Velázquez es consciente de esto, por eso construyó, con la observación y la narrativa como principales herramientas, un espacio que nos pide buscar maneras de ser mejores y así honrar la esencia humana de quienes, a pesar de tener vida, desaparecen en el recuerdo que reprocha lo irremediable y anhela lo imposible.
Mauricio Morales (Tlaxcala. 1988). Soy Psicólogo egresado del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia de la UNAM. He asistido a talleres de creación literaria en Tlaxcala, Guadalajara y la Ciudad de México. Escribo cuento.
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