Construido en 1801, tiempos antes pero no lejanos a la independencia mexicana; inaugurado como plazuela de San Roque, cuya estatua aún se encuentra en el centro de una pequeña fuente; se encuentra El Parian, primer mercado artesanal de la Ciudad de Puebla.
Diariamente camino por las enormes calles de la capital de Puebla, bajo la intensidad de un enorme sol de primavera, o en las torrenciales lluvias del bochornoso verano; hundiéndome en la constante incertidumbre del futuro que me aguardará en el mañana; pero entonces ahí, en la 6 Norte, Número 205, Colonia Centro; respiro gracias a la tranquilidad y frescura de un pequeño mercado poblano.
El Parián, mercado popular, es el lugar en el que miles de personas acuden para satisfacer sus necesidades de compra; hogar de múltiples artilugios, que van desde diminutas y hermosas vasijas, hasta vestimentas tradicionales que resaltan los coloridos tonos del México antiguo.
Al entrar desde uno de los extremos (el que se encuentra en la esquina de la 6 norte y la 2 oriente es mi favorito), el leve sonido del viento y los cálidos rayos del sol invaden los sentidos del espectador; los pequeños arcos, adornados con azulejos artesanales, impactan a la vista con sus suaves trazos; y las múltiples variedades de productos, con distintos colores, texturas, utilidades y olores; saturan el deseo esteticista.
Mientras recorres el vívido pasaje, aunque sea por unos instantes, te conviertes en víctima de la más grande curiosidad que te obliga a conocer el origen y la elaboración de la multitud de productos expuestos: talavera, textiles, cerámica, alfarería, joyería u objetos de palma. Y, además, la alegría y satisfacción recorren tu cuerpo al observar la sonrisa de los austeros mercantes que ahí trabajan.
Finalmente, sales de ese lugar con la frente en alto, la luz en el rostro, y alguna Poblanería bajo el brazo.
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