Adonai Castañeda reflexiona en torno al arte, su concepción histórica, su función en torno al espectador y la figura del artista.
“Conócete a ti mismo.”
Aforismo griego.
Vivimos en un mundo que se reinicia cada día. Se consume en una velocidad que no nos permite saber la diferencia entre nuevo y obsoleto. ¿Qué es lo obsoleto? Esa idea desanima a los humanistas, los hunde en un abismo en el que sólo existe una paz aislada al saber que existen por una causa: un canibalismo solitario. Desde el pensamiento aristotélico de que el arte surge de una mímesis de la realidad hasta la expresión en contra de la misma, encontramos un mar de posibilidades de lo que llamamos arte, así es: un ente camaleónico.
Basta decir que desde la perspectiva nace el ideal, pero ¿qué hace al arte ser arte? Vassily Kandinsky intenta dar una respuesta que, para algunos teóricos es una poética kandinskiana, sale publicada en 1911 cuando el mundo del Arte se veía sacudido por los estragos de cierto positivismo y automatización de acciones gracias a la tecnología in crescendo. Muchas veces notamos en las vanguardias del siglo XX (ignorando el tipo de arte, sea pictórico, musical, literario, etc.) cierto rechazo a lo que antecedía este nuevo siglo cargado de peripecias y unas ganas brutales de crear algo nuevo que enfrentara el pensamiento automático.
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¿Cuál es el punto central de este trabajo? El arte como consecuencia de una necesidad interior como creador, servidor e hijo de una época. Todo ello se ve justificado en la figura con la que muchos relacionan esta obra: La pirámide de tres peldaños. En la cima se encuentran los genios incomprendidos de su época, los llamados locos por adelantarse a una idea apenas esbozada, los reconocidos posteriormente; después los imitadores, que son los que mantienen en equilibrio tanto el peldaño superior e inferior, éstos se encargan de usar las ideas de otros artistas para beneficio propio. Los que no son originales, los que no responden ante la necesidad interior y se mueven en el plano por otras influencias, son los que no se consideran artistas, ya que sus motivos no son espirituales (sin entrar en el aspecto religioso, sino en la relación entre ser y espíritu en un fenómeno filosófico). Esta pirámide puede rotar en beneficio de alguno de los tres peldaños, pero siempre está en movimiento, ya sea por la época o por la visión estética de los espectadores a través de varias menciones a Matisse, van Gogh, Picasso, Schöenberg, Maeterlinck, entre otros. Cabe destacar que Kandinsky es mencionado en el Directorio de Vanguardia estridentista por Maples Arce, ya que era considerado un artista de ruptura, con la semilla de la estética del futuro.

En general, el enfoque va hacia un simbolismo en el ámbito pictórico, pero fácilmente se adecua a cualquiera de las bellas artes. Estas ideas son aclaradas junto con la construcción de una obra de arte, el rumbo espiritual, un poco de efectos y teorías del color que nos acercan al plano de la pintura, la relación arte-artista y una constante en todo el libro. Sí, aquella inscrita en el templo de Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo. Porque el arte surge de un viaje dentro de uno mismo.
Ampliamente recomendado para los aficionados y los no tan conocedores del Arte, ya que desde el principio da una definición magistral de lo que es Arte y lo que significa dentro de la vida humana. El papel que tiene el alma en esta obra es digna de ser leída. Hace que crezca el deseo por encontrarnos a nosotros mismos y sentir que, aunque no se aprecie al Arte o no se interese el lector en él, el alma es el medio principal para encontrarnos. Ello ya es Arte.

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