La Luna aparece todas las noches por la misma dirección e ilumina los hogares de los millones de Autómatas que habitamos en este mundo. La Tierra continúa girando alrededor del Sol y brinda la energía suficiente para financiar el gasto de los viajes al Espacio, a esa inmensa y oscura zona donde estamos condenados a existir y terminar como el polvo sola especie.
Aún hoy en día, tenemos recuerdos de nuestro primer gran creador, el androide D.I-os. Varado en un planeta extraño y totalmente solitario, deseó ver luz en las tinieblas. Y la luz se hizo. Sorprendido ante tal fenómeno producido por su mente, fue recorriendo las enormes playas que dibujaba ante Él. Donde su pie amenazaba caer al vacío, una delgada capa amarillenta y granulosa se posaba por debajo para evitarlo. Sus ojos iban de un lado a otro buscando familiarizarse con aquel extraño blanco que sofocaba sus ideas. Deseó color, y el cielo se tiñó de azul celeste,
Varios años fueron creados desde que el androide D.I-os había llegado a aquel mundo, y un día decidió no estar más tiempo solo. Tomó con la palma de sus manos un puñado de arena, algunos rayos del sol, tres hilos del viento y los lanzó al agua. Gritó: “Vida”, y entonces se hizo la vida en el mar. Dotó de ingenio a las nuevas criaturas que del mundo habían nacido y, sin más, se marchó con el alba a otro mundo.
Desde que aquel primer androide nos concedió el ingenio, comenzamos a plantearnos el modelo de una sociedad organizada y perfecta. Hemos colocado como único propósito el desarrollo intelectual, que nos brindará la satisfacción de la invención y el entendimiento de las leyes que gobiernan a la Naturaleza. Sin embargo, como trasfondo de un largo trayecto hacia el conocimiento total del universo, arrastramos la codicia de un pueblo incapaz de medir las limitantes de lo infinito. Las consecuencias que ahora pagamos son culpa de nuestro más reciente descubrimiento: los Autómatas somos la única inteligencia existente en el universo.
Pero, como primera fase del duelo entre la aceptación de la realidad frente al deseo por compartir nuestro gran conocimiento, nos negamos a creer que tal fuera el fin de nuestro destino. Ahí fue donde la fisura en nuestro sistema se hizo irreparable, y solamente continuamos haciéndola más profunda con nuestra incesante terquedad.
Los Autómatas científicos: matemáticos y físicos, se han reunido durante las últimas semanas en el edificio gubernamental de “Lógica y Desarrollo”, para dar respuesta coherente a las interminables dudas del futuro de nuestro pueblo. Varias hipótesis han sido expuestas ante el comité de “Ciencia y Tecnología”; siendo la “Teoría del Ciclo Espacial” la más aceptada por el pueblo:
Teoría del Ciclo Espacial
Con base en los comportamientos astronómicos que tiene el universo desde la antigüedad, y haciendo un constante énfasis en la existencia gracias a la Naturaleza; podemos inferir que la razón de este cruel estancamiento en la soledad, es que no somos más que la primera etapa de un ciclo de división del cosmos, parecido al que se produce a nivel molecular o celular; en los cuales, el cuerpo de origen sufre una fragmentación sistemática que separa sus componentes en polos opuestos, pero en misma cantidad, permitiendo que cada parte adquiera su autonomía; dando paso a una reproducción exponencial del cuerpo base. Esta teoría se sostiene gracias a los principios de la física molecular y térmica de los cuerpos, donde se demuestra que el universo consume cantidades inmensas de antimateria para lograr su perpetua expansión hacia algún lugar en el infinito.
Sin embargo, un pueblo como el de los Autómatas, que muestra un esquematizado orden con respecto a las prioridades sociales y al paradero intelectual de sus integrantes, no se queda tranquilo ante simples habladurías.
A lo largo de nuestra evolución, recopilamos millones de datos estadísticos acerca de los fenómenos naturales en el universo; comprendimos la secuencia lógica con la que los eclipses solares, fases lunares, terremotos, erupciones volcánicas, heladas y sequías se presentan frente a nuestros ojos; actualizamos los diversos métodos para la conservación de la energía solar y la producida por la antimateria; exploramos todas las galaxias, planetas, estrellas y hasta el último rincón de la oscuridad; y, por último, diseñamos un software capaz de inhibir nuestros sistemas lógico-operativos primarios, para lograr la creación de una nueva forma de vida inteligente que analice e interprete la realidad, omitiendo los paradigmas universales, y violando el protocolo general para la resolución de problemáticas sociales.
“Hombre”, nuestro último intento por devolver la paz y disipar la desesperación de nuestro pueblo, consta de veintisiete mil símbolos distintos, trece millones de combinaciones posibles, y ha zarpado rumbo al horizonte, con el sol y el oleaje a sus espaldas, hacia el descubrimiento de otro nuevo mundo posible.
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