Eusebio Ruvalcaba (1951-2017) fue uno de los escritores más prolíficos de México. Entre sus libros destacan Un hilito de sangre, Desde la tersa noche, Todos tenemos pensamientos asesinos, Una cerveza de nombre derrota, entre otros. Este sitio le rinde una Edición Especial con motivo de reunir las palabras de varios de los escritores que más frecuentaron su obra y su persona.
Conforme se publiquen los textos podrán consultarse los enlaces en Edición Espcecial Eusebio Ruvalcaba (clic).
Agradecemos la generosidad y el interés de los autores convocados.
Óscar Alarcón (@metaoscar)*
Acercarse a Eusebio Ruvalcaba no es fácil. Hay lectores que han dicho que sus textos son difíciles de digerir. Sin embargo, una vez que logramos conectar con él las lecturas se van como agua. Este texto pretende ser un mapeo personal de los libros que he leído de Eusebio Ruvalcaba. No pretende en ningún sentido convertirse en una guía sino en una mera anécdota de la forma en la que me fui –y me voy– acercando a su obra.
Recuerdo haber comenzado mi acercamiento con Un hilito de sangre (1992), decidí comprar ese libro sobre todo porque lo recomendaba José Agustín. Yo tenía 23 años y cualquier cosa que se pareciera a La Tumba o a Inventando que sueño, para mí era garantía. Pero la narración de Eusebio superó todo lo que a esa edad había leído. Había algo en el libro con lo que antes no me había topado: una mezcla entre el ingenio y humor del mejor Ibargüengoitia y lo fluido y la sencillez de Arreola.
Otro libro que abrió un panorama distinto para entender no sólo a la literatura sino al periodismo y a la música fue El Silencio me Despertó (2011), que es la reunión de artículos publicados por Eusebio Ruvalcaba durante 10 años: de 1995 a 2005, en el periódico El Financiero.
Los artículos que nos presenta Ruvalcaba son aproximaciones a la poesía, la música, a los libros y a las mujeres.
Eusebio nos platica de los poemas que más le sorprendieron en ese momento, y nos habla de lo que más disfruta de la vida: tomar una botella de vino tomar pulque en jicaritas en un expendio clandestino dentro de una vecindad, ver cómo se descompone el cadáver de una rata, sabotear las presentaciones de libros, escuchar música y vivir para sus hijos.

Eusebio Ruvalcaba en la presentación del poemario Mariana con M de Música, editado por Los Bastardos de la Uva. Fotografía de Óscar Alarcón.
Hay dos figuras importantes que recorren el libro –y me parece que toda la literatura de Ruvalcaba– la de sus padres. Y es que Higinio Ruvalcaba, gran maestro violinista, parece ser una pesada lápida en la vida de Eusebio. ¿Cómo alejarse de la sombra de un padre talentoso? Aceptando la monstruosidad de aquél, y dedicándose a otra cosa para no competir, pues se sabe de antemano que en la carrera se perderá ante el genio del progenitor, por ello a Ruvalcaba no le queda más que dedicarse a escribir. La figura del padre es tan grande que Ruvalcaba reflexiona sobre qué es lo que hubiese pasado si en Pedro Páramo, en vez de ir a buscar al padre, hubiese ido a buscar a la madre. La historia sería diferente, nos dice.
Carmela Castillo Betancourt es el nombre de la madre de Eusebio Ruvalcaba, quien aparentemente no recibe un peso específico dentro del libro: se menciona un par de ocasiones y casi no hay referencias significativas que nos dibujen su personalidad. Sin embargo, el texto que cierra el libro pondera la figura de la madre como ese rostro oculto que siempre se encuentra en toda actividad a realizar. En una carta dirigida a Higino, Carmela le dice: “El no verme no será un sufrimiento, pero más adelante la vida te irá enseñando cosas que te harán comprender mis sentimientos, lo que seguramente ahora tomas como falta de cariño. Esperarás algún motivo o explicación para que yo no quiera verte ni hablar contigo, pues bien, el único motivo eres tú mismo”, sentencia condenatoria.
Conforme pasaron los años y las lecturas fui regresando a Eusebio una y otra y otra vez. Mi libro toral ruvalcabiano es Una cerveza de nombre derrota (2005), y del que he regalado no sé cuántas veces a todo aquel que se siente abatido por el amor. “Instrucciones para hacer feliz a una mujer” y “Los lunares femeninos” son mis apartados favoritos. Sin embargo, hay uno que me fascina y me estremece. Aquel en el que habla de sus hijos y de cómo al jugar con ellos a apachurrarles la panza se siente maravillado.
Banquete de gusanos (2003) es un libro brutal, que desgarra y que carcome en cada una de sus letras. Algo tenía el maestro Ruvalcaba que publicaba en donde se le pegaba la gana. Lo mismo lo hizo con el colectivo Los bastardos de la uva con ese poemario titulado Mariana con M de música (2011), que en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla: Las jaulas colgantes (1997), libro de sonetos del que hablaré líneas abajo.
Pero decía, Banquete de gusanos,fue la primera novela de Eusebio Ruvalcaba que me hizo llorar. Los motivos son varios y cada lector encontrará un Eusebio a su medida aunque nadie se bañe dos veces en el mismo Eusebio.
El argumento resulta desolador: un escritor fracasado recibe la noticia que uno de sus poemarios fue alguna vez premiado pero ni siquiera él guarda una copia. La muerte del padre le hace escribir ese poemario. La búsqueda del libro le hace regresar a la casa de la madre para encontrarse con la muerte frente a frente:
El cáncer
Antropófago de sí mismo
se come
la próstata, los senos
o la sangre
según su antojo.
Con novatos aprendices
en la trombosis
y en la uremia –y por qué no,
en la gangrena gaseosa–
visita
de preferencia los hogares
inviolados.
Sádico insaciable
llega
lúdico y de fiesta
enmascarado
y se despide
contoneándose y triunfante
pavo real
de la muerte.
Decía que el maestro Ruvalcaba era de esos escritores que tocan las fibras más sensibles del alma humana, escritor sin poses, compartido. ¿Qué virtud mayor puede tener el escritor si no es la de compartirse con sus lectores? Por ello es que podemos ver que sus libros están publicados en editoriales grandes pero también en editoriales pequeñas, o en editoriales que quizá ya desaparecieron. Como es el caso de la editorial Nula, del escritor Carlos Bortoni, quien publicó dos libros de Eusebio: el poemario El frágil latido del corazón de un hombre (2006) y la novela Los ojos de los hombres (2008). Fue la disciplina la que le hizo ganar en 2004 el Premio Internacional de Cuento Charles Bukowski de la editorial Anagrama, y fueron las ganas de compartirse con sus amigos las que lo llevaron a la reedición de Desde la tersa noche (edición conmemorativa Nitro Press, 2013). Sin duda, una belleza de libro magistralmente editado por Mauricio Bares y Lilia Barajas.
Como lo apuntaba líneas arriba, la BUAP no estuvo exenta de publicar un libro de Eusebio: Las jaulas colgantes. Integrado por 50 sonetos, el libro fue publicado en 1997 y muy poca gente sabía que existía un libro de ese calibre. Los sonetos tratan temas monstruosos, en los que se siente cómo se desgarra la piel, cómo se rompen los huesos y las cavidades del cuerpo humano se llenan de inmundicias.
Ruvalcaba sabía cómo imprimir terror en sus textos, estudioso de la belleza en todas sus formas, descubrió que en la ingeniería de los instrumentos de tortura se encontraba el germen de un acto poético:
El aplastacabezas
Una vez colocada la barbilla
de la víctima en la barra inferior,
se deslizaba el casquete hacia abajo
girando la mariposa de izquierda
a derecha. El efecto era instantáneo:
con mesura, los alveolos dentarios
se destrozaban cual nueces maduras,
enseguida crujían las mandíbulas
por lo que la boca del inmolado
se colmaba de astillas de marfil
y nacarados filamentos de hueso.
Por último, el cerebro se escurría
por la cavidad de los ojos y entre
los afilados fragmentos del cráneo.
Los sonetos de Ruvalcaba no son al estilo de los sonetos del siglo XVI (dos cuartetos, dos tercetos, versos endecasílabos, rima consonante perfecta) pero maravillan por el conocimiento de los instrumentos de tortura y por la forma tan natural de acercarse a un acto terrible.

Entre los libros que hacen referencia a la música –por lo menos a los que me he podido acercar– se encuentran Pensemos en Beethoven (2015) y Temporada de otoño. Cavilaciones de un melómano incurable (2015). En este último uno se regocija con las lecciones de música que nos ofrece. El lector se vuelve escucha y es arrastrado por la música. Es la maravilla de la creación en las notas musicales.
Se me escapan las palabras para hablar de la obra de uno de nuestros últimos grandes escritores. Lo recuerdo varias veces en Puebla, una en la prepa Zapata durmiendo mientras hablaban de su obra y al despertar aventando ejemplares de su libro y provocando un entripado a su editor. La otra, en el salón de proyecciones del edificio Carolino en donde comenzó su charla con la frase “Pregunten lo que quieran porque estoy por irme”. Y el “estoy por irme” se repitió durante las dos horas que duró la charla. Una más, en Profética. Para quienes han visitado la librería sabrán que hay una fuente en medio del patio y que durante las presentaciones la cubren con un redondel de madera. La anécdota es la siguiente: fue por Eusebio Ruvalcaba que comenzó a taparse esa fuente cuando se habla de un libro. En la presentación de Por el puro morbo (2004), Eusebio ya con algunas copas de más cruzó el patio y no se percató de la fuente en medio del patio. El golpazo fue tremendo, el pantalón se rompió y todo mundo corrió a ayudarlo a ponerse en pie.
Hay libros de los que quisiera hablar pero nunca terminaría. Lo que me queda hacer es una recomendación a manera de lista: Gusanos (2013), Una mosca devastada y deprimida sobreviviendo en un hilito de sangre (2008), Nunca te amarraron las manos de chiquito (1990), Pocos son los elegidos perros del mal (2012), Diccionario inofensivo (2001) y Todos tenemos pensamientos asesinos (2013), quizá el libro con el inicio más salvaje que he leído en los últimos diez años. Sin dejar de lado los libros que en este momento me encuentro leyendo de Ruvalcaba: La tumba del alacrán (2017) y 52 tips para escribir claro y entendible (2011).
Sin duda, Eusebio Ruvalcaba es el autor de los libros que más veces he regalado. Y es que tratándose de libros, uno sólo regala aquello que ama, aquello que ha tocado las fibras más sensibles del alma humana.
Quizá me quede corto, pero eso es lo que hace Eusebio Ruvalcaba en cada uno de sus textos: estrujarte el alma hasta que vuelvas a darte cuenta que las maravillas y las bajezas del mundo que nos rodean se pueden plasmar en papel.
Quizá.
*Óscar Alarcón García (1979). Escritor, columnista y periodista cultural. Autor de Polimastia (BUAP. 2008), Veintiuno. Charla con 20 escritores (Nitro-Press. 2012) y Veintitrés y uno. Charlas con 23 escritoras (Nitro-Press, 2018). Actualmente dirige el sitio web Neotraba y colabora en el diario El Popular. También es docente de la preparatoria Emiliano Zapata y funge como editor en Ediciones Escualo.
Pingback: Edición Especial Eusebio Ruvalcaba – Vertedero Cultural