Puebla siempre ha sido mi casa. Fue mi cuna de bebé, el patio de juegos de la infancia, la escuela… toda mi vida he estado aquí. Recuerdo algunos sitios como se recuerda al amigo de la primaria, algunas calles me traen cierta nostalgia amarilla, otras representan un descubrimiento emocionante. Conforme crezco me voy adueñando de más lugares que en mi pensamiento dan forma a la ciudad, a algunos les asigno un nombre y una historia diferentes de los reales para llenar los huecos. Pero una ciudad no tiene sólo lugares hermosos.
Hay una construcción en mi ciudad que he nombrado La casa de los indigentes. La miro cada vez que voy de camino a la escuela o de regreso a casa. Paredes desnudas y enclenques forman dos cuartos de techo bajo, y enfrente tienen una barda sin terminar. Justo a un lado se alza un Men´s Club pitado de rojo que está abandonado hace no sé cuánto.
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Hoy han demolido La casa de los indigentes. Cerraron un carril de la importante avenida en donde se encuentra para meter las grandes máquinas amarillas. Un grupo de muchachos trabajan alrededor de las maquinas que van sacando los escombros del terreno. Los coches se enfilan para pasar lentamente junto a la obra, con cuidado de no aplastar los conos naranjas.
¿Cuántas veces observé a un par de viejecitos tender lentamente la ropa en una cuerda o platicar entre ellos, con las caras sucias y quemadas? Entraban y salían de la casa, pasaban por el estrecho patio y sus torsos se asomaban por encima de la pequeña barda. Nunca vi enojo en sus miradas (aunque son cuestionables mis recuerdos) sino cansancio y resignación, tal vez algo de paz por tener un techo que, aunque no sabían cuánto tardaría en caer, los protegía de la tempestad.
Saltan dos preguntas principales a mi mente, para resolver la primera pregunto a mi madre “Hay alberges en Puebla para indigentes, ¿no?”, y mamá responde “creo que hay uno por el cerezo”. Está muy lejos de La casa (que está cerca del centro histórico); como dice Fernando Delgadillo en una de sus canciones, refiriéndose a los pobres, “de los que nadie quisiera encontrarse en un alto, en la esquina, o en los callejones, ni hallar entre líneas sus rostros burlones, porque aún es posible dejar de mirar”. Mamá está un tanto desconcertada, ella no sabe que ahí vivían personas.
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La segunda pregunta me la responde sin que yo la formule: “A lo mejor construyen otro centro comercial o un gimnasio, últimamente están abriendo muchos”. Vamos descartando opciones, hay un club deportivo junto, no será un gimnasio; un restaurante está en la otra esquina, tampoco será eso; a dos casas de distancia hay una gasolinera, no tendría sentido poner otra; podría ser una plaza comercial, pero estaaría a cinco minutos de otra muy importante. ¿Qué quieren construir aquí si no hace falta nada?
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