Isabel Dorado
León preguntó cuáles eran las puertas de la ciudad.
Tu nombre chino, pág. 25.
No las hay. O sí pero son naturales: al este la montaña, al oeste el mar, al norte un estuario y al sur el río.
Tu nombre chino (2018), de Juan Esmerio.
Tal vez hemos escuchado sobre la población asiática en el norte del país y sabemos algunos detalles (como la situación laboral que buscaban en California y la que encontraron en México). Incluso es probable que conozcamos a alguno de sus descendientes, con un apellido como Cinco, que fue una manera fácil de registrarlos ante la imposibilidad de adaptar su apellido al español. Juan Esmerio (1965), escritor originario de Sinaloa, abre una ventana a cómo pudo haber sido el arribo y vida de uno de tantos que llegaron para quedarse.
León, como decidió llamarse en Occidente, arribó a Mazatlán, Sinaloa a principios del siglo XX en un contexto determinado por el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre México y el imperio de China, que había sido firmado en 1899 según se explica en las primeras páginas del libro.
De inmediato se relaciona con señor Chang, a quien conocía con anterioridad y cariñosamente llama tío. Está ansioso por conocer el lugar, pero se lleva las primeras sorpresas al no encontrar instrumentos adecuados para consultar su futuro según la usanza del libro del I Ching.
Aunque el inicio pueda parecer un poco lento, es una oportunidad para percibir el mundo de la migración a través de los ojos del señor Chang: dueño de una posada y ávido cocinero, quien instruye a León en los aspectos comunes de la ciudad y le explica contrastes que el joven chico descubre con asombro.
Pronto se hará amigo de los remeros Tirso y Santiago, de los pocos personajes mexicanos a los que se tiene acercamiento en la historia. León está rodeado por chinos instalados en México; observa como cada uno en mayor o menor medida se ha adaptado a la cultura, ya sea cambiando su nombre, su forma de vestir, su corte de cabello o sus costumbres.
¿Y qué hará él? Parece hacer las cosas por inercia pero sin dejar de tener en mente todo lo aprendido a lo largo de su vida en China. Hasta que una noche, a mitad del otoño, conoce a una chica en la playa y decide cortarse el cabello; dejar eso de lado tiene un gran valor simbólico y presagiar más eventos coyunturales.
En esa ciudad dibujada como un puerto al que cada vez llegan más chinos y en donde los mexicanos se mueven en círculos llenos de extranjeros europeos; Hortensia, una joven mexicana, encuentra el amor al lado de León. Juntos se enfrentan a la desaprobación.
El libro entero está escrito en español pero podemos imaginar que la mayoría del tiempo León habla su idioma con el señor Chang (y otros chinos), quien continua vistiendo como en Oriente: porta barba y una larga cabellera.
A pesar del previo conocimiento que León tiene del español, y sus ánimos de practicarlo, no logra comprender la totalidad de las palabras que escucha, entonces se guía por el lenguaje no verbal. Así es como establece una relación romántica con una chica que apenas conoce, de una cultura ajena y a la que no siempre puede comprender del todo. Hortensia es una mujer de carácter fuerte que guía a León por la ciudad para presentarle personajes y lugares desde su visión local.
La novela, mantiene la sensación de estar inmerso en un mundo irreal pero conocido. Sabemos que es Mazatlán pero no conocemos esos tiempos, y mucho menos podemos sentir lo sentido por una comunidad que, siendo ajena, tiene que incorporarse a un lugar nuevo. Es ahí, en el mundo propio de la novela, que se nos regala un atisbo de lo que fue el puerto en aquellos años. Vemos al, por ejemplo, señor Chang, que no comprende por qué los locales se empeñan en mirar al horizonte, teniendo en las montañas tanto que ver, al igual que hace el señor Chen al ir a buscar remedios.
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A pesar del escenario idílico no se dejan de lado testimonios sobre el odio y la persecución, que en las décadas siguientes (durante la revolución mexicana) incrementarían. La población china venía ya huyendo de condiciones adversas en su tierra natal. Del otro lado del Pacífico se organizan formando lazos entre ellos, siendo de religiones e ideales distintos los unos a los otros, coinciden en ciertas convicciones políticas y el amor por la nación del sol naciente.
Esta unión en gran medida les permite apoyarse para alcanzar una gran prosperidad y enviar remesas a sus familiares. El autor deja entrever detalles acerca del futuro de León y nos deja con una sensación de esperanza, aunque nadando en la ambigüedad.
Tu nombre chino, Juan Esmerio. Ciudad de México, México: Nitro Press, 2018.