Imaginando Plazuelas

Alejandro Ortega*

El paisaje parece iluminarse cuando la gente se retira.

Sergio Pitol.

Las edificaciones derruidas de una antigua ciudad prehispánica, escondidas debajo de una acumulación de tierra y materiales, y habitadas, en su desolación humana, por una densa población de árboles, matorrales y hierbas que reclaman para la naturaleza la cima de una pequeña colina; son, por sí mismas, una invitación para recrear, a partir de nuestro propio imaginario, la arquitectura y la población desaparecidas de lo que alguna vez fuera una ciudad floreciente.

Esta imagen corresponde a una fotografía antigua del conjunto arquitectónico más importante del sitio arqueológico Plazuelas (Carretera Federal No. 110 tramo Irapuato-La Piedad KM 12.5, San Juan el Alto Plazuelas, Pénjamo, Gto.), conocido con la sugerente denominación de Casas Tapadas y es un registro de su situación previa a la excavación arqueológica. Descubrimos ahí una gran plataforma baja, de paredes inclinadas, revestida con piedras bien labradas y cubierta por una gruesa capa de tierra que, en sus variaciones de nivel, nos permite adivinar la existencia de diversas estructuras arquitectónicas coronadas por nopales de formas retorcidas y caprichosas.

Cuando avanzó la tarea de excavación, la remoción de tierra y escombros fue delineando contornos de muros, espacios abiertos, basamentos y, en fin, de estructuras que, (por sus aparentes relaciones espaciales, funcionales, estéticas), fueron clasificadas en conjuntos arquitectónicos y en otras categorías que se acercaran a los sentidos y los usos con que dichos espacios fueron diseñados. 

Petrograbado conocido como “Maqueta del edificio Casas Tapadas”

Para conseguir una lectura adecuada del sitio, los arqueólogos se valieron, entre otros elementos, de algunas pistas dejadas por sus propios moradores. Por ejemplo, a unos cuantos pasos al suroeste del conjunto Casas Tapadas, se halla un grupo de grandes rocas, en cuyas superficies fueron tallados diversos motivos. Destaca el petrograbado conocido como la “Maqueta del edificio Casas Tapadas” llamado así porque de acuerdo con la descripción del arqueólogo Carlos Castañeda López (coordinador de este Proyecto Arqueológico a partir de 1998):

Conforme se fue excavando el conjunto Casas Tapadas y sus edificios fueron quedando expuestos, cada vez fue más evidente la correspondencia entre la forma y disposición de éstos y las figuras de la pequeña “maqueta” representada en la roca; en tal grado de afinidad, que aproximadamente hacía la mitad de los trabajos de excavación fue posible hacer una planificación basada en la información proporcionada por este petrograbado.

Carlos Castañeda López.

Si miramos atentamente esta maqueta, notaremos un detalle curioso: el conjunto Casas Tapadas está travesado de arriba abajo por una sinuosa línea punteada que quizás podría indicar “la vialidad interna del edificio o la ruta de alguna procesión” tal como ha sido propuesto por el arqueólogo Carlos Castañeda. Considerando además que en el sitio se conserva parte de una calzada y que otros conjuntos arquitectónicos descubiertos son representativos de al menos dos culturas contemporáneas (del centro de México y de Jalisco), podemos suponer que la ciudad prehispánica era un destino de procesiones y un asentamiento cosmopolita con gente venida de los cuatro rumbos, compartiendo, en los rituales locales, rasgos de una tradición mesoamericana común. Alfredo López Austin refiere que la región en la que se edificó Plazuelas, era un lugar donde:

antiguos agricultores se asentaron, prosperaron en los nodos de los caminos. La región era frontera entre los pueblos agrícolas de Mesoamérica y las sociedades nómadas y semi-nómadas de los amplios espacios septentrionales…Por Plazuelas cruzaban diversos hombres, diversas mercancías y diversos pensamientos para armonizarse con el intercambio; a ella llegaban recolectores-cazadores con los bienes procurados y producidos en los extensos páramos septentrionales, se encontraban ahí con los portadores de obsidiana de Occidente y de quienes llevaban las conchas del pacífico o con los que cargaban cacaxtles repletos de cerámica, sal, turquesas y piedras verdes, joyas, telas de algodón, hule, plumas y pieles preciosas, cacao y muchos otros objetos desde muy remotas tierras del este y del sur.”

Alfredo López Austin

Estos grupos que hicieron de Plazuelas su hogar, un destino de peregrinaje o un lugar de intercambio, debieron ser tan diversos como son los conjuntos arquitectónicos que se conservan en el sitio. Además del conjunto Casas Tapadas, existen otros que se han denominado Los Cuitzillos, El Cajete,  La Crucita y El Cobre. Éstos se han interpretado como expresiones arquitectónicas derivadas de distintas tradiciones Mesoamericanas, debido a que son construcciones con formas, disposiciones y orientaciones características de áreas más o menos distantes de Plazuelas. Quizás la diversidad que se percibe en las distintas formas arquitectónicas, sea un testimonio de la gran heterogeneidad cultural y lingüística de sus habitantes. Se ha señalado que la época de la historia prehispánica en la que Plazuelas florece, está caracterizada, entre otros elementos, por constantes migraciones de poblaciones importantes, propiciando la convivencia de distintos grupos étnicos en un mismo asentamiento. Plazuelas participó posiblemente en esta dinámica y entonces, remitiéndonos a los testimonios de grupos históricos producto de una trayectoria similar, podemos imaginar cuáles habrían sido las estrategias que hicieron posible la coexistencia, el intercambio y el entendimiento entre las diferentes comunidades étnicas y culturales que residían en la ciudad, haciendo posible su existencia durante alrededor de trescientos años. 

La Relación de Michoacán (Fray Jerónimo de Alcalá) es uno de estos testimonios. Escrita hacia 1540, gracias a la recopilación por un fraile franciscano de narraciones y datos proporcionados por informantes tarascos; describe un ámbito territorial, cultural y temporal bien distinto del tratado en este ensayo. Sin embargo, algunos de sus pasajes bien pueden iluminar aspectos de la interacción entre las variadas poblaciones de Plazuelas.

Los territorios que llegaron a formar parte del imperio tarasco, estaban habitados por un sinnúmero de poblaciones indígenas: otomíes, chichimecas, nahuas, matlatzincas, por mencionar algunas. Esto origina que en algunos pasajes de la Relación se narren los contrastes originados, por ejemplo, de prácticas religiosas diversas correspondientes a maneras igualmente distintas de entender a los dioses. Así, ante la perspectiva de la inminente invasión de las tierras michoacanas por los extraños europeos, se incrementa la tensión derivada de la existencia de actitudes variadas para lidiar con la nueva realidad. Consecuentemente, las peculiares expresiones religiosas de algunos indígenas nahuas asentados en los dominios del gobernante tarasco, provocan que éste exclame:

Mátenlos a los mexicanos que muchos días ha que viven mal, que no traen leña para los qúes, más oímos que con solos los cantares honran a sus dioses. ¿Qué aprovecha los cantares solos? ¿Cómo los dioses los han de favorecer con solos los cantares?

En el caso de Plazuelas, otros grupos desarrollándose en el mismo espacio, cada uno con su propia lengua, prácticas culturales, deidades y formas de culto, harían necesaria una comunicación para solucionar las eventuales tensiones sociales. Se dice que en Tula, otro centro multiétnico, pudo haberse usado una lengua común, tal vez la del grupo dominante, con esta finalidad. Esa existencia de un lenguaje común pudo haber estado complementada por una serie de usos que respondían a otras tantas necesidades comunicativas de los habitantes del asentamiento. Retomando el texto de la Relación de Michoacán, encontramos que:

Y como se llegase el día de la fiesta y estuviesen todos aquellos malhechores en patio, con todos los caciques de la Provincia y principales y mucho gran número de gente, levantábase en pie aquel Sacerdote mayor y tomaba su bordón o lanza y contábales allí toda la historia de sus antepasados: cómo vinieron a esta provincia y las guerras que tuvieron, el servicio de sus dioses; y duraba hasta la noche que no comían ni bebían, él, ni ninguno de los que estaban en el patio…Esta historia sabía aquel Sacerdote mayor y enviaba otros sacerdotes menores por la provincia, para que la dijesen por los pueblos…

Relación de Michoacán

Este texto recuperado por los españoles, cientos de años después de que Plazuelas fuera abandonada, a pesar de corresponder a un ámbito cultural tan alejado, no deja de ofrecernos una mirada a las narraciones conservadas mediante tradición oral por los sacerdotes purépechas, así como de lo que era importante contar en las ceremonias sociales y religiosas. Relatos que tenían que ver con la exaltación del grupo en el poder, la exposición de las razones de su legitimación y con el fortalecimiento de la cohesión social de los varios componentes étnicos del imperio tarasco.

En Plazuelas, además de los vestigios referidos que nos hacen pensar en el sitio como un destino de procesiones, tenemos un amplio espacio donde se concentran los edificios más importantes de todo el asentamiento (por su ubicación, complejidad y volumen), cercado por un “muro-banqueta” y que delimita las plazas y los pasillos situados entre éstos. En estas plazas fueron realizadas recientemente una serie de pruebas y mediciones que dan cuenta de propiedades acústicas en su diseño. Los edificios públicos y ceremoniales situados  en el eje de un espacio con estas cualidades y las estructuras para la concentración masiva de personas (banquetas y plazas), sugieren ocasiones en las que el grupo gobernante se dirigía a algunos segmentos de la población; quizás contando narraciones que buscaban propósitos similares a lo que animaban la acción del sacerdote mayor y los sacerdotes menores de los tarascos. Así, los relatos de la fundación de Plazuelas y de las vicisitudes acontecidas durante la migración previa, pudieron haberse escuchado incontables veces en este rincón del Bajío.

Los manchones desvaídos por el transcurso de los siglos en el panorama de Plazuelas son iluminados en el lienzo de nuestra imaginación. Sobre los vestigios que se conservan (ya se trate de pirámides, templos, altares, canchas para el juego de pelota o de recintos habitacionales o palaciegos) es importante recordar que tuvieron originalmente un aspecto muy distinto al que presentan en la actualidad. A los antiguos pueblos mesoamericanos les fascinaba el color y la decoración escultórica en sus construcciones monumentales. Plazuelas no es la excepción: los complejos y elegantes perfiles de las estructuras del conjunto Casas Tapadas y las esculturas de piedra en forma de caracol cortado y de “rayo-trapecio sobre un atado de cañas” (descubiertas entre los escombros del Recinto de los Caracoles y del Basamento Piramidal Oriente, respectivamente) han sido un elemento valioso para la reconstrucción de la apariencia primigenia de dichos edificios (algunas de estas esculturas se hallan expuestas en el Museo de Sitio y otras se encuentran en una de las salas del Museo de Arte e Historia de Guanajuato, ubicado en la ciudad de León). Los especialistas creen que las paredes de piedra pudieron haber estado recubiertas con una capa de arcilla o de estuco, pintada a su vez con diferentes patrones de colores y, que las esculturas descritas, recuperadas en el derrumbe de los edificios pudieron adornarlos a manera de remates. El Recinto de los Caracoles y los templos construidos en la cima de los cuatro basamentos piramidales de Casas Tapadas, quizás tuvieron una techumbre de materiales perecederos  (posiblemente en la forma de un techo de cuatro aguas hecho con palma o pasto;  cubiertas que se conocen por haberse representado a pequeña escala en un gran variedad de maquetas de barro de espacios públicos y domésticos, descubiertas en varios puntos del antiguo Occidente de México).


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***

Sergio Pitol comenta que “una vez que la naturaleza advirtió que los hombres que habían construido esta casa y que moraban en ella, no la iban a tomar como lugar definitivo de permanencia, fue manejando sus ejércitos; la flora, la fauna se ponen en contra de estas construcciones”. Algo similar ocurrió en Plazuelas, en donde, sólo tras una serie de intensas temporadas de excavaciones, en las que participaron arqueólogos, especialistas de otras disciplinas y habitantes de las actuales comunidades aledañas, pudo aflorar de nuevo esta maravillosa ciudad de piedra, para disfrute de quienes nos animamos a pasear entre sus antiguas edificaciones, quizás tratando de recrear la época en que sus moradores originarios llenaban estos espacios de vida y significado.


Bibliografía

*”Dioses y símbolos mesoamericanos en Plazuelas”, María Elena Aramoni Burguete, en Tradiciones arqueológicas /Efraín Cárdenas García (Coordinador editorial), El Colegio de Michoacán: Gobierno del Estado de Michoacán, Zamora, Mich., 2004.

*”Las maquetas de Plazuelas, Guanajuato”, Carlos Castañeda López, en Arqueología Mexicana, vol. VIII, núm. 46, Editorial Raíces, México, 2000.

*”La zona occidental en el Clásico”, Rodolfo Fernández y Daria Deraga, en Historia Antigua de México, Volumen II: El horizonte Clásico / Linda Manzanilla y Leonardo López Lujan (coordinadores), Instituto de investigaciones Antropológicas de la UNAM  y el INAH, México, 2001.

*”Plazuelas, Pénjamo”, Carlos Castañeda López, en Zonas Arqueológicas en Guanajuato. Cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo /Carlos Castañeda López, Gabriela Zepeda García Moreno, Efraín Cárdenas García y Carlos Alberto Torreblanca Padilla, Instituto Estatal de la Cultura, México, 2007.

*”Plazuelas y la tradición Bajío”, Carlos Castañeda López y Jorge Quiroz Rosales, en Tradiciones arqueológicas /Efraín Cárdenas García (Coordinador editorial), El Colegio de Michoacán: Gobierno del Estado de Michoacán, Zamora, Mich., 2004.

*”Presentación Editorial: el mundo prehispánico de Guanajuato. Plazuelas, lugar de la serpiente de fuego, de la autora María Elena Aramoni Burguete, intervención de Alfredo López Austin, 27 de septiembre del 2014.  https://www.youtube.com/watch?v=ZxWZfY9S1KE


*Alejandro Ortega Sierra, estudió la licenciatura en derecho en la Universidad de Guanajuato y un semestre de literatura intercultural en la UNAM-ENES Morelia. Lector aficionado de narraciones, crónicas, ‘literatura arqueológica’ e historia.  Interesado en tratar de sumergirse en otras culturas y experiencias humanas a través de algo tan inmediato como un texto.

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