De niña, el primer poema que leí hablaba sobre un hombre que pasaba todas las tardes por el mismo camino, frente a la casa de una joven que esperaba por verlo: El seminarista de los ojos negros de Miguel Ramos. El amor es uno de los temas ontológicos de la literatura, y en la poesía quizá el más abordado gracias a su infinidad de manifestaciones. Las mejores manifestaciones amorosas reconcilian su lado carnal y sentimental bajo el tópico del locus amoenus; lugar donde los amantes encuentran intimidad y comienza el autodescubrimiento y la construcción del otro que se convierte en el amante
Luz de colibrí (Era, 2016) es el retrato íntimo de dicho tópico que para Alberto Ruy Sánchez (Ciudad de México1951) es el momento que sigue a la noche, entre luz y sombra, dentro de la habitación conyugal; es también el diario de las transformaciones que ocurren en su interior. El yo poético se construye a partir de dos ejes transversales del poemario: la sensación del cuerpo y la aparición de la luz. Al mismo tiempo que estos conceptos matizan y transforman sus significados, se desarrolla la identidad de la voz poética, el amante y la relación que existe entre ambos.
La exploración –casi como en el método científico– comienza con la observación. En este diario poético cada composición corresponde a un despertar y cada despertar se observa detenidamente con sus sensaciones; a esto se debe la variedad de estructuras a las que responden los poemas, que son necesarias para mantener la relación isomórfica entre forma y significado. Así en “Tu mano en mi espalda” la rima crea el ambiente de alabancia descriptiva:
“El silencio tenaz entre tus dedos
como pasos de luz en la escalera.
Ese silencio líquido que niega
la necesidad de abrir los ojos siquiera.”
Caso contrario a “La danza prometida” donde imitando la respiración de alguien que se acerca al orgasmo encontramos:
“A veces luz perdida
del deseo que palpita
sin cesar
camino
al cielo,
en ti,
en mí,
paso a paso”
Por el camino sinuoso de la exploración se teje una red de significados en donde un concepto se construye a partir de otros que están íntimamente ligados. Así el yo y el todo existe a través del cuerpo, por ejemplo en “Soy lo que inventa tu sonrisa” donde se le asigna cualidad de creador y en “Cuando despertamos abrazados/ […]/el mundo se reinventa/en tu cuerpo” donde la totalidad actúa como contenedor y la parte como modificador del mundo. El cuerpo existe porque es luz, con metáforas como “la luz de afuera/ y la de adentro, / […]/y la luz húmeda/de tu sexo” donde la luz se vuelve cualidad del cuerpo. Como verdad última se nos presenta, a través del uso de léxico religioso, a la luz como entidad divina y al amante como deidad luminosa, por ejemplo: “e inclino mi devoción, mi sed, / a los pliegues del amor”. Esta red de significados desemboca en el acto sexual, donde interviene el amante como fuerza creadora, la luz como característica suya y amor como ritual divino: “Escribías/ con luz/ en la luz del aire/ el río ritual/ que nos ataba/ y desataba.”.
Luz de colibrí es un objeto indivisible, necesitamos de cada poema, cada mirada, cada sensación, cada descripción de cada beso y de cada sueño. A través de una mirada gestáltica comprenderemos, al menos de lejos, la experiencia de despertar junto al ser amado que Ruy Sánchez encierra en las páginas de su poemario.
Título: Luz del colibrí
Autor: Alberto Ruy Sánchez
Editorial: Era
Lugar y año: México, 2016
ISBN: 978-607-445-459-8