Villalpando en la Catedral de Puebla

En agradecimiento a Isabel Fraile Martín.

 

Muchas veces la costumbre rige nuestra vida, las pequeñas cosas desaparecen en un mar de monotonía. De alguna forma nos deshumaniza, nos vuelve automáticos. Cuando uno la abandona se siente en peligro, amenazado por una fuerza invisible. Hay veces en las que la mejor opción es dejar atrás esos mecanismos y mirar arriba.

Como muchas otras veces, visitaba la Catedral de Puebla con el motivo de sentirme purificado (sin referirme todavía al aspecto religioso), sentirme en compañía de mí mismo, recuperar la paz que la cotidianidad me arrebataba sin preguntar siquiera.

Para mí la Catedral es un símbolo único, un ejemplo arquitectónico brutal. Neoclásico, barroco y herreriano en una misma. Pleno siglo XVII, nos vestimos como la Nueva España.

Aquel día, mi novia y yo buscábamos el ángulo exacto de la cúpula al mismo tiempo que intentábamos traducir las palabras en dorado que la rodeaban, arriesgándonos a los regaños de las encargadas debido a las fotografías, a pesar de evitar el flash.

 

“Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te”.

Eres toda belleza, María, el pecado original no está en ti.

 

Vimos todo a nuestro alrededor desde una perspectiva de recién nacido, incluyendo las pinturas de un pintor indispensable en el barroco novohispano: Cristóbal de Villalpando. El descubrimiento provocó mi tristeza porque muchas personas no percibimos que tenemos un regalo artístico ante nosotros; muy pocos levantamos la vista para darnos cuenta de cuanta maravilla rodea el interior de la Catedral.

Por un lado, la cúpula de El altar de los reyes con su conjunto pictórico y la composición del retablo en la que contribuyeron Pedro García Ferrer, Pedro Muñoz, entre otros; por el otro la cúpula de La glorificación de la Virgen María, que es una obra exquisita: viva representación de cuatro mujeres importantes en el ámbito bíblico: Judith, Jael, Esther y Ruth: Las cuatro mujeres judías.

 

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CC | La glorificación de la virgen María, por Adonai Castañeda.

 

Algo que me llamó más la atención en este descubrimiento pictórico dentro de mi propia patria es que la Catedral de la ciudad de los Ángeles cuenta con varios trabajos de Cristóbal de Villalpando.


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La transfiguración del Señor y Moisés con la serpiente de bronce y la cálida Inmaculada Concepción que se ubican en el lateral derecho de la Capilla del Divino Redentor y en la antesala de la Sala Capitular, respectivamente. Los estilos de ambas se ven claramente influenciados por Peter Paul Rubens, el maestro europeo del barroco. Dando la vuelta, en la vistosa Capilla de Ochavo, un retablo paradisíaco que cuenta con tres trabajos elaborados por Villalpando, ni siquiera falta una presentación porque al verlas no se necesita más, hablan por sí solas. El conjunto se forma de Santa Catalina de Alejandría, El Paraíso y El Diluvio. Esta última siendo mi predilecta por el matiz lleno de soledad y desatino, con esos colores y contraste que nos recuerda a un claroscuro acertado, el color melancólico del arca. Una auténtica piacere visivo.

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CC | Detalle, por Adonai Castañeda.


Obras que forman parte de la cotidianidad de cientos de poblanos que entran a tomar misa o simplemente sentirse en paz en este lugar sacro. Obras que tuvieron que ser exhibidas en exposiciones fuera de su patria, llevadas y traídas de regreso, sufriendo interpretaciones y unas cuantas vistas gordas confundidas por su saturación, ¡Aquél es el significado del arte! Sin importar nada, ni siquiera la religión que se profese, es un exquisito a los ojos.

 

En ese momento, como en otras epifanías, vislumbré la fortuna de haber nacido en Puebla. A veces hacía falta ver hacia arriba.

 

 

Referencias:

Fraile Martín, M. I. (2009) Puebla Patrimonial: Los Tesoros Pictóricos de la Catedral.
(Trabajo de grado, UDLAP) Recuperado dehttps://web.archive.org/web/20110816070029/http://www.rlcu.org.ar/documentos/Investigadores/Puebla_patrimonial.pdf

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