Nancy Hernández García*
Con inmenso cariño y admiración, para Marco Antonio Campos
La poesía, ¿qué es la poesía? Es una pregunta difícil de responder y, paradójicamente, todas las respuestas son válidas, ya que a todos nos impacta de diferentes modos. Cada quien siente la poesía como quiere, o como puede, y Marco Antonio Campos es un poeta que no sólo la siente con toda su fuerza, también la vive intensamente; es un hombre consagrado a ella. Cierto es que no conozco en persona a tantos poetas y también es cierto que las comparaciones muchas veces son injustas, por eso hay que evitarlas, sin embargo, me atrevo a afirmarlo porque Marco Antonio me ha regalado su cariñosa amistad ̶ lo que yo considero un privilegio.
Leyendo su poesía he creído encontrar respuesta a esa pregunta, lo mismo que al leer su prosa, pues, Marco Antonio es un escritor que en verso y en prosa no hace a un lado al poeta que es. En su obra, tanto la palabra, como el concepto y sentimiento, “poesía” siempre halla un espacio, aun cuando no la menciona. Por dar un ejemplo, transcribo un fragmento del libro de crónicas De paso por la tierra:
Despedida
Aquí, donde cada centímetro de tierra, después de milenios de violencia, da la imagen de tener sangre en la sangre, aquí, en la bellísima y eterna Jerusalén color de arena, parece una ironía levantar el ruego porque sea alguna vez una ciudad de paz. Y sin embargo, uno quisiera que en ella, donde cada piedra hace y se hace historia y habla múltiples lenguas y uno encuentra innumerables signos, fuera una ciudad de reposo y alegría, que fuera así, que fuera definitivamente así. Que la esperanza no sólo sea como una hendidura donde en la gigantesca noche una mínima luz asoma apenas para de inmediato apagarse. Uno quisiera que de una vez y para siempre la muerte muriera de muerte natural y que los cuervos no sigan picando y alimentándose de los cadáveres de los cuervos. Que la ira, el odio y la venganza, sean los únicos que descansen en paz, para que Dios, como decía Isaías, sea cubierto con la ropa de la rectitud. Y entonces, sólo entonces, serán concebibles el fin del exilio y el regreso del reino.
Despedida, de De paso por la tierra.
Varias son las imágenes que este fragmento nos hace imaginar; personalmente me resulta muy conmovedor. Desde luego, también nos viene a la mente el poema “Viernes en Jerusalén”, surgido de las caminatas del poeta por esa ciudad, todavía más: el libro, del mismo título, está dedicado a su querido amigo Juan Gelman. Siguiendo esa línea, ¿cómo no conmoverse al vislumbrar las imágenes que Marco Antonio toma de los paisajes bíblicos para traducírnoslos al único lenguaje capaz de mantener la esencia de lo visto, de lo andado, de la vida: el de la poesía?

Para Marco Antonio la poesía es un asunto serio, es el camino que eligió para pasar por la vida y hacernos el inventario de las cosas del mundo. Alguna vez le pregunté por qué se hizo poeta y respondió que porque se enamoró. Es una respuesta hermosa, aunque tal vez ingenua, seguramente se dio cuenta y continuó, palabras más, palabras menos: era muy joven, estudiaba Derecho, pero me di cuenta de la porquería que es la política y no quise ser parte de eso. El hecho de enamorarse le reveló otra posibilidad de vida, pero “¿Cómo se origina o se forma en nosotros la poesía? ¿Cómo llega? ¿De dónde? No sabríamos, nadie sabría explicarlo. Simplemente acaece que un día hay un llamado en nosotros del corazón y del alma que quiere expresarse en palabras hechas música para poder hablar al corazón y al alma de los otros.”, dice en El libro y la poesía, ensayo que es también una reflexión profunda y personal sobre el libro como objeto en el mundo y la poesía como suceso y sentimiento, en el que no se olvida de la figura del lector.
El poeta sabía que el camino elegido no era precisamente fácil, aunque sí bello; así lo deja ver en el poema que considero su ars poética:
Declaración de inicio
Cada uno de mis poemas pretendió
ser un instrumento útil de trabajo
Pablo Neruda: Estocolmo, 1971.
Las páginas no sirven.
La poesía no cambia
sino la forma de una página, la emoción,
una meditación ya tan gastada.
Pero, en concreto, señores, nada cambia.
En concreto, cristianos,
no cambia una cruz a nuevos montes,
no arranca, alemanes,
la vergüenza de un tiempo y de su crisis,
no le quita, marxistas,
el pan de la boca al millonario.
La poesía no hace nada.
Y yo escribo estas páginas sabiéndolo.
Sabiendo que la poesía no cambia más que el alma de aquellos por cuyas vidas pasa y los hiere como un rayo, el poeta continúa con su labor.
El nombre de Marco Antonio Campos siempre encontrará un lugar junto al de la poesía que es, para él,
un oficio, o si se quiere, también una profesión. Como un artesano o un obrero, como un empleado o un profesionista, el poeta debe trabajar y vivir intensamente sus ocho, diez o 12 horas al día, o más, si se quiere. Debe leer mucho de lo mejor que se ha escrito de su arte y debe ejercitarse infatigablemente en la escritura, pero también debe acercarse a las otras artes y debe conocer la realidad social y política que lo rodea. […] Debe vivir intensamente, reitero, porque si no es de sus propias experiencias ¿de qué va a escribir? Lo suyo, por muy bien escrito que esté, sería entonces literatura de literatura.

Queda claro que la poesía de Marco Antonio Campos es una que no sólo se nutre de lecturas, sino también de viajes, conversaciones, emociones, sensaciones, apreciaciones, mujeres amadas y/o contempladas. En una lectura somera, su obra poética podría pasar por sencilla, es decir, que no tiene mayores complicaciones técnicas, no obstante, la dificultad radica en su profundidad: es una poesía viva, en la que late el corazón de un hombre o, para decirlo con Octavio Paz, sus poemas son su verdadera biografía porque Marco Antonio Campos “escribe abriéndose las venas”.

*Nancy Hernández García (Cuautla, Mor., 1990). Maestra en Letras (Letras Mexicanas) por la UNAM; escribe la columna “hojasueltas” de la revista digital Amarcafé y lee poesía en sus ratos libres. Ganó el Premio Bitácora de Vuelos Ediciones 2018 en la categoría de Ensayo con el libro Palabra e imagen en Morirás lejos. Un acercamiento a José Emilio Pacheco, publicado en esa editorial. Twitter: @lamusadelpoeta