La desintegración del amor en la sociedad contemporánea

Luis Esteban Rodríguez

En su obra El miedo a la libertad (1941), Erich Fromm señala que la sociedad de ese entonces no era realmente libre, aun cuando se hallase en la forma de la democracia y todo lo que ello conlleva. Actualmente el asunto de la libertad no es tan distinto de lo que era en ese entonces, se debate entre aspectos diversos tales como la violencia de género, el matrimonio igualitario, el derecho al aborto, solo por mencionar algunos.

A pesar de todas esas formas bajo las cuales las personas suelen persuadirse que son cada vez más libres, no son otra cosa más que mecanismos de evasión, formas por las cuales se renuncia a ser libre, de lo contrario, la persona se siente aislada, separada, ajena a las demás o a algún lugar, de modo que busca una manera de poder sentirse unida, de pertenecer a algo o a alguien, en su forma más dañina, la persona puede degenerar hasta la sumisión masoquista o la dominación sádica.

Como respuesta a lo anterior, el amor es el camino por el cual una persona puede ser auténticamente libre, pero ¿qué es el amor? Respondiendo en concordancia con Fromm, el amor no es un sentimiento, el amor es un arte, una práctica. 

Para poder dominar esa práctica, ese arte, es requisito la disciplina, la concentración, paciencia, fe y la superación del narcisismo. Sin embargo, se puede caer en el falso pensamiento de no hay nada más fácil que amar, pero en palabras del propio Fromm “Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor” (p. 16).

¿Podemos encontrar el amor en las relaciones de pareja actualmente? No es tan sencillo, en realidad las relaciones en pareja en la actualidad suelen durar cortos periodos de tiempo y en no pocas ocasiones se busca casi inmediatamente iniciar el siguiente ciclo de enamoramiento, pero que repite una constante que el autor define de la siguiente forma, una vez que

“Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al comienzo no saben todo esto”

El miedo a la libertad, pág. 16.

Entonces, ¿por qué es el amor la práctica de la libertad? ¿Libres de qué? Citando una vez más a Fromm, “El proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica.” (p. 17).

El miedo a la libertad y por consiguiente la constante evasiva al amor autentico, pasa por la separación que la persona experimenta una vez que rompe las cadenas que lo atan y supera las barreras que lo limitan, ¿habrá otros como yo? es la pregunta en un mundo donde

“La felicidad del hombre moderno consiste en «divertirse». Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los esperanzados —y los eternamente desilusionados—. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y de consumo.”

El miedo a la libertad, p. 87

Aquello a lo que hoy día suele denominársele amor, no es otra cosa más que un objeto de consumo en el mercado: estoy dispuesto a dar tanto en la medida que recibo algo. Y lo peor, hoy día la sociedad se encuentra cautiva bajo la ilusión de que cada hombre y mujer, desde su nacimiento hasta su muerte, es único, crece a su ritmo, aprende a su ritmo, consume según su única e irrepetible necesidad, todo ello en un mercado de consumo que esta uniformado, homogeneizado.

En un ritmo de vida en el que los objetos físicos de consumo (y aun los no físicos) son estandarizados, en el que las personas calzan el mimo tipo de zapato, visten la misma falda o pantalón, el celular, la Tablet y hasta la mascota, el mercado de las personalidades ofrece la posibilidad de “una relación bien aceitada” (p. 88), se ofrecen tips para que la relación funcione, por ejemplo, que viajen a tal lugar, tengan relaciones sexuales frecuentemente, escuchen el mismo tipo de música y un largo etcétera.

Se vende la ilusión de que la que la inexistencia de conflicto (de cualquier tipo) en la relación se traduce en felicidad misma. No obstante, una aparente felicidad eterna apuntaría a una patología clínica.

El conflicto, devenido de la diferencia entre las dos personas es el choque de dos mundos, dos percepciones de la realidad distintas que parecen obstaculizar la práctica del arte. Su constante no significa la imposibilidad de continuar intentando la práctica y el aprendizaje, por el contrario, ofrece la oportunidad de conocer mejor al otro y a uno mismo, de superar las barreras y trascender dicho estado. Realmente se necesita de disciplina, confianza, fe y paciencia para lograrlo, tal como apuntaba Fromm en 1956,

“Para tener una idea de lo que es la paciencia, basta con observar a un niño que aprende a caminar. Se cae, vuelve a caer, una y otra vez, y sin embargo sigue ensayando, mejorando, hasta que un día camina sin caerse. ¡Qué no podría lograr la persona adulta si tuviera la paciencia del niño y su concentración en los fines que son importantes para él!”

El miedo a la libertad, p. 112

¿Qué es en sí la práctica de la paciencia? Para dar respuesta debemos tomar en cuenta que actualmente en el mundo capitalizado, en el que la optimización es el requisito, y por ello debe entenderse rapidez, el bien más preciado en el mercado es el tiempo. Tiempo para atender el trabajo, la empresa, la casa, los amigos, la familia, el estudio, todo ello enajena a la persona, el ir siempre hacia adelante solo porque así lo marca el ritmo de consumo sin saber por qué o para qué ¿quién podría detenerse a pensar en si realmente es libre, si de verdad se ama a sí mismo?

Es a partir de ese punto que el amor comienza su práctica en la paciencia y la práctica del amor a uno mismo, quien no se conoce a sí mismo no puede tener consciencia del otro. La paciencia y la disciplina como fundamentos de la perseverancia, y en la fe, la certeza de que con los dos primeros se logrará el objetivo, caminar, recorrer por propios medios y practicar en cada momento el arte.

Si esperamos algo a cambio no estaremos amando realmente y esa ilusión de paciencia suele agotarse, por tanto, no tiene que confundirse con la fe. La certeza de que se es escuchado, de que se es atendido solo es posible por el conocimiento, el saber que la otra parte está en ese mismo proceso, saber que ambos han superado su propio narcisismo (egoísmo por llamarlo de otra forma) y que están dispuestos a practicar el amor de la manera en que una madre que no espera a que su hijo recién nacido le dé gracias en el preciso momento, pero con la certeza de que en el futuro reconocerá el esfuerzo hecho y será reciproco con ella.

No debe confundirse tampoco reciprocidad con la frase me lo debes porque quien decide practicar el amor no lo hace por motivación de recibir beneficio alguno en el futuro, manipulando a la persona por su bien. Quien practica el amor sabe que, como suele ser en la figura de un padre, la práctica no se hace por reconocimiento, sino como aprendizaje constante en el que la aceptación es el primer paso para trascender a los conflictos y la voluntad firme de perseverar para alimentar el conocimiento de la otra persona que le dé certeza de que lo que ella hace también es compensado con la misma practica de paciencia, disciplina, conocimiento y fe

El amor, en la sociedad contemporánea, si bien es muy raro de hallar en las personas y entre las personas, no es pues un sentimiento ni mucho menos depende de lo que trivialmente se le llama química en la relación. Es fundamentalmente una decisión propia, se puede amar a todas las personas por igual, pero cuando se decide trascender el amor propio y fraterno por la relación entre dos, se debe hacer a consciencia de no esperar moldear a nuestro semejante, sino de que ambas partes están listas para trascender su estado inicial, para dejar de dar pasos  y poder correr la milla (aun con obstáculos) con la entera certeza de que a pesar de los tropiezos, siempre se levantarán y seguirán practicando y perfeccionando el arte de amar.

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