Iván Farías*
La vida de José Agustín es la vida de alguien que vino a desquebrajar el monolítico muro de la literatura mexicana, siempre tan dada a convertirlo todo en piedra, tan a poner zanjas entre el lector y el escritor, tan dada a buscar la perpetuidad instantánea. El juego de José Agustín inicia desde que se despoja de los apellidos y se convierte en un sólo nombre, negando así su pasado y quedándose perpetuamente en la no-adultez, pero llegando, al mismo tiempo a una madurez crítica.
Agustín publica, de manera sorprendente, a la edad de 20 años La tumba. Esta novela breve, con todos los problemas de estilo que se le pueden encontrar, causó sensación al mostrar una irreverente mirada del mundo adulto, una mirada sarcástica y desenfada que molestó a muchos. Incluso hubo críticos que comparaban su obra con la de Fernando del Paso, quien publicó dos años después su José Trigo al mismo tiempo que Agustín veía en librerías De perfil. El primero representaba lo que debería ser un escritor, es decir un hombre que respetaba una larga tradición literaria e histórica, ya que en José Trigo además de trabajar un intrincado manejo del lenguaje, hace referencias y reflexiones momentos históricos más o menos recientes como la Guerra de los cristeros y la huelga ferrocarrilera de 1959. Sin embargo, ambos ante la crítica eran vistos con malos ojos al no alinearse al grupo en el poder, la llamada Mafia.
Agustín, por su parte incursionaba en el cine, se manejaba como una especie de rock star, por lo que era visto como un escritor frívolo y hecho al vapor; que habla de cosas poco profundas, de fiestas, de fumar mariguana y burlarse de los adultos poniéndoles motes ofensivos, lo cual desquebrajaba y ponían en duda la dura disciplina que en ese momento reinaba en un México siempre conservador y reacio a los cambios.

Dice sobre él el académico Arnulfo Herrera: “ni José Agustín, ni Gustavo Sainz, ni Juan García Ponce, ni Sergio Galindo, ni tantos otros, de los que se esperaba más, lograron entregar la novela extraordinaria que prometía el ambiente cultural de nuestro país”. Y qué era lo que prometía el ambiente cultural de nuestro país, según el mismo Arnulfo Herrera: “la narración fragmentada, la ruptura temporal lógica de la narración, el narrador invisible, los diálogos directos, los monólogos de todo tipo, el lenguaje poético que facilita la introducción del neologismo abarcador, la aglutinación de voces, los calambures, la onomatopeya, el palíndromo, el trabalenguas y la metáfora audaz, así como las técnicas de montaje cinematográfico”.[i]
Al poco tiempo de aparecer De perfil, el editor Joaquín Mortiz le pediría una autobiografía, que sería otra afrenta al régimen literario que odiaba a un muchachito que tenía las ínfulas de escribir, a tan breve edad, un recuento de su existencia. Sin embargo, José Agustín tenía mucha vida dentro de sí, desde la relación de ensueño que llevaría con Angélica María, hasta las buenas ventas de su primera novela, su incursión en el cine y en la industria editorial. Pero sería en 1968, con la represión en Tlatelolco y en 1971, con el avandarazo, y la masacre de Corpus, que el régimen del Milagro Estabilizador mostraría que podrían ser “tolerantes hasta excesos criticados” pero que cuando desenfundaban el tolete y el fusil había que ponerse a resguardo.
Eso mismo le pasó a él cuando la policía lo acabó encerrándole en Lecumberri al encontrarle una lata con mariguana. Su detención, juicio y encierro tienen la firma de la casa de la policía mexicana: corrupción, invención de todo de declaraciones, prejuicios sociales y una total falta de legalidad. Encerrado, José Agustín trabaría una breve amistad con José Revueltas, quien era interno habitual del régimen, pero además, se dedicaría a escribir su siguiente novela.
Se está haciendo tarde, (final en laguna) es un punto de inflexión en la obra de José Agustín, no solo por el encierro, sino porque modifica a sus personajes-narradores aferrándose a su esencia pero mutándolos. Se da cuenta que no puede seguir a todo vapor sino que debe ir dosificando la fuerza para aguatar una batalla que será larga. De entrada los personajes de esta novela ya no son jóvenes, sino adultos que trabajan, de una u otra forma, y que por lo tanto ya no viven supeditados a las órdenes de sus padres. La rebeldía de los personajes de sus tres libros anteriores consistía en ser jóvenes, es decir, en tratar de vivir al margen del mundo adulto. Virgilio y Rafael, dos de los protagonistas, son en realidad hombres que sigue exprimiendo una juventud más larga de lo normal pero que ya se enfrentan ante los efectos secundarios de su afición a las drogas y al de tener más responsabilidades. Aquí el dinero y cómo conseguirlo ya es motivo de preocupación.
Para ese momento José Agustín ya había experimentado con drogas y se había hecho aficionado a las disciplinas esotéricas, por lo que Rafael sería un lector de tarot y Virgilio un guía en ese día al parecer interminable. El elemento irruptor de esta historia sería Francine, una gringa entrada en años que vive la vida loca en Acapulco y que sobrevive gracias a que le saca dinero a sus diversos amantes.
La novela se aleja de la velocidad de sus obras anteriores y apuesta por juegos del lenguaje, en trasladar el lenguaje visual al literario, haciendo pequeños recuadros en medio de los párrafos, sobresaliendo ideas o frases, como una especie de hexagramas de I-ching dentro de la historia.
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Otro elemento, tal vez influencia del Ulises de Joyce, es el deseo de narrar sin saltos en el tiempo, el transcurso de un solo día. Así, una vez que abrimos el libro nos introduciremos en una especie de túnel del cual no hay salida hasta llegar al final, el mismo que se nos promete en el título. Ese viaje, metafórico y real, es necesario para destruir el ego del protagonista y enfrentarlo a su propia realidad.
Con Se está haciendo tarde, (final en laguna) José Agustín dejaría claro que podía hacer una novela “de lenguaje” y sin abandonar sus temas y sus situaciones. Hoy, a más de 40 años de su publicación, pese a que Acapulco ya no es el puerto donde se dan cita las celebridades ni sea ese sitio mitad ciudad mitad rural, la novela sigue siendo una historia muy bien construida que nos invita a subirnos al viaje.
El texto se publicó originalmente en la edición conmemorativa realizada por Nitro-Press: Se está haciendo tarde (final en laguna) de José Agustín (Nitro Press, 2017, Colección Punto de Quiebre). Prohibida su reproducción.
[i] Dos acercamientos a José Trigo de Fernando del Paso, Arnulfo Herrera, Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas, consultado el 23/05/2017

*Iván Farías (1976). Narrador, crítico de cine y columnista. Autor de Entropía Remix (2014), Un plan perfecto (2017), Crónicas desde el piso de ventas (2018), Tipos que no duermen por la noche (2019), entre otros.
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