José Agustín (1944) es uno de los autores más importantes para las letras mexicanas, autor de La tumba, Dos horas de sol, Se está haciendo tarde (final en laguna), De perfil etc. Se le considera el principal exponente de la llamada generación de la Onda, donde también destaca Parménides García Saldaña. Vertedero Cultural le rinde un homenaje del 9 al 12 de agosto. Agradecemos a Rogelio Cuéllar y Pascual Borzelli Iglesias por el consentimiento del uso de sus retratos
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Raúl Picazo*
Leí a José Agustín. Releo a José Agustín. Me clavé en sus ondas, sumergiéndome ese mar de palabras de historias donde me reconocía. Tenía 20 años y comenzaba a leer literatura mexicana. Recuerdo una ocasión un amigo me encontró leyendo La tumba y me dijo: “por salud mental prefiero no leer a los mexicanos”. Nunca supe si estaba bromeando, había citado al escritor o solo era un chavo fanfarrón en busca de atención, pero esa frase me despertó a leer autores de los cuales me alejaba. Conocí José Agustín también por sus textos sobre música los cuales son latentes y se complementan con su obra literaria porque en ellos están esos conocimientos que nos comparte sobre bandas que revolucionaron el mundo de la música. Su ser melómano lo trajo al centro de Puebla hace diez años (2009) como invitado especial en el Festival Internacional de Cine Documental Musical In-Edit, donde hablaría de música y cine, pero una tragedia se ciñó sobre nosotros y una caída lo alejó para siempre de su literatura.
Su última novela Arma blanca (2006) pone de manifiesto elmovimiento estudiantil del 68, así como obtiene el maridaje perfecto entre comida, política y amor, en un libro donde uno de los personajes es José Revueltas. Esta novela formaría parte de una trilogía que comenzaba con Vida con mi viuda (2014), libro que tiene un poder inusitado en sus entrañas ya que me planteó una pregunta: ¿estarías dispuesto a dejar tu vida (familia, trabajo, esposa) por transformarte en otro, pero igual a ti? Pero no solo es la interrogante sobre el dejar de ser lo que somos y adjudicarnos otra vida. También es una enseñanza de amor, de erotismo y plantas medicinales. Un sin fin de temas que se entrelazan para tener una totalidad armónica y que se refleja en la obra.
Aquella noche de la caída de José Agustín sobre un foso musical, me volví un fan destacado, quería saber lo que sucedía y sobre todo tener noticias de su estado de salud. Mucho tiempo después me enteré que ya no escribiría ningún otro libro, todo se fue al carajo, se derrumbó aquella esperanza de leer más de José Agustín, el ciclo literario se cerró con un accidente que anuló toda posibilidad de literatura.

Dos horas de sol y Ciudades desiertas son obras extraordinarias. Su prosa siempre amable, siempre consciente de lo que está por venir, fomentan la lectura, son obras de iniciación que acercan, que nos someten a una realidad estética. En Ciudades desiertas, por ejemplo, la crítica velada que hace al sistema capitalista de consumo exacerbado es una muestra de que sus personajes estaban construidos a su imagen y semejanza, que ir en búsqueda de una mujer eran entonces también una muestra de amor. Quizá ahora se mira desde otra perspectiva por lo cambiante de nuestro siglo. El libro fue puesto en pantalla grande bajo el nombre de Me estás matando, Susana adquiriendo entonces otra dimensión al poner la mujer como centro de la narrativa.
La vida y obra de José Agustín se complementan en la medida que su existencia es una exposición de pasiones y gustos, pero también se destaca la manera de afrontar el lenguaje. El paso por la literatura mexicana requiere de leer a este hombre. No olvidando también libros que escribió sobre lo tragicómico que es nuestra nación en cuestión de política. Nunca me perdía su columna de la Cocina del alma que publicaba en La Mosca, así como jamás dejé de indagar sobre las ramificaciones que se generaron a partir de aquella puesta en marcha de otro espectáculo de marketing: la literatura de la onda.
José Agustín pasa a la historia de la literatura mexicana como uno de los mejores, como alguien que deja un legado para las nuevas generaciones que se quieran iniciar en la literatura y que requieran de un autor que se encuentre a la medida para enganchar y no dejarlos ir, hasta que se hayan terminado el porro.