Kenia Guerra Valencia*
Título de la obra: La Fanciulla del West (música de Giacomo Puccini, libreto de Guelfo Civini y Carlo Zangarini, basado en una pieza teatral de David Belasco). Recinto: Palacio de Bellas Artes. Tipo de obra: Ópera. Duración: 2 horas con 45 minutos. Director concertador: Marcelo Mottadelli Director huésped del coro: Stefano Ragusini. Puesta en escena, escenografía e iluminación: Sergio Vela. Reparto: Diego Torre (Dick Johnson/Ramírez), Elizabeth Blancke-Biggs (Minnie) y Roman Ialcic (Jack Rance) en los papeles principales.
El viejo oeste no parece ser una ambientación usual para una ópera, sin embargo, como su nombre indica, La fanciulla del West transcurre en los tiempos de la fiebre del oro en California. Fue estrenada originalmente en el Metropolitan Opera House en 1910, donde se ha representado con más frecuencia que en Europa, continente donde no goza de popularidad pese a ser obra de un compositor de gran renombre como Puccini. Diez años más tarde del estreno en Nueva York, la obra tuvo una representación por parte del Teatro Arbeu en la Ciudad de México, y fue hasta 2017 que se llevó a cabo la segunda representación, en Palacio de Bellas Artes. Sin embargo, debido al sismo acaecido en dicho año, las funciones tuvieron que ser interrumpidas, siendo en finales de septiembre e inicios de octubre de 2019 el año donde se ejecutó exitosamente.
El argumento de la obra nos cuenta la historia de Minnie, dueña del bar La Polka, lugar donde se reúnen los mineros tras la jornada de trabajo. Minnie también funge como confidente y amiga de la comunidad; una mujer respetada y de personalidad fuerte que contrasta con otros personajes femeninos de Puccini. Por otro lado, a lo largo de la historia se presenta también un triángulo amoroso, donde tanto el sheriff Jack Rance como el recién llegado Dick Johnson ven a Minnie como su interés amoroso, decantándose ella por este último. Paralelamente, Dick Johnson es en realidad Ramírez, un bandido de origen mexicano al que Rance quiere capturar y cuyo objetivo se ve frustrado por la intervención de Minnie quien, enamorada de Ramirez, intercede por él.
Uno de los expertos de la ópera en México, Sergio Vela, quien fungió como director de escena y escenógrafo de esta puesta, comentó que existe una anécdota sobre las posibles causas de las nulas representaciones en México de la obra. Considerando que el argumento presenta a un personaje mexicano y el libreto mismo muestra a los personajes haciendo comentarios poco agradables hacia dicho personaje, es probable que el contenido se haya tomado como ofensivo, aunque tampoco hay prueba oficial donde se afirme tal cosa.
Es importante poner en contexto el año en que se produjo la obra puesto que para 1909, un año antes del estreno de La Fanciulla, Puccini ya era un compositor renombrado y tenía intenciones de estrenar una ópera en América. Ante esto, el maestro Vela dijo también que Justo Sierra se enteró a través de Gustavo Campa, compositor mexicano que mantuvo contacto con Puccini en Italia, sobre el asunto e ideó que el estreno fuera en el Teatro Nacional. Sin embargo, Campa desconocía que Puccini tenía ya un contrato firmado con el Metropolitan Opera House y que el compositor italiano no veía a México como un destino internacional para la ópera. De cualquier modo, en dado caso de darse las condiciones del estreno, este no habría sido posible, pues la Revolución Mexicana estalló en 1910 y durante la construcción del Teatro Nacional hubo muchos retrasos, por lo que la inauguración del recinto se realizó hasta 1934, ya con el nombre que conocemos actualmente.
Pese a ser de las óperas menos conocidas de Puccini, la obra tiene un gran valor musical pues precede a las bandas sonoras cinematográficas y además por su libreto podemos considerarla como el primer western o spaghetti western de la historia debido a que el libreto, aunque basado en una obra teatral, fue adaptado por italianos. Estas características son aprovechadas y reflejadas escénicamente en la puesta del Palacio de Bellas Artes, ya que la obertura alude al sonido de la secuencia de apertura de una película de los años 50, y durante la función fue acompañada por una proyección que simula ser precisamente eso.
La propuesta escenográfica no intentó hacer una recreación fiel del lugar donde se ambienta la obra, sino que se trató de un planteamiento donde se reduce todo a los elementos más esenciales. Esta simplificación se compensó con el dinamismo de las actuaciones de los miembros del coro y los protagonistas de la obra. Para Sergio Vela esta puesta escenográfica no pretendía en ningún momento imitar la realidad sino interpretarla de una manera diferente, e incluso se aleja de los estereotipos visuales del western.
Debido a esto, en la puesta en escena, no encontramos más que un solo muro con múltiples funciones (pues se vuelve cielo falso en el segundo acto) y los elementos delimitadores del espacio escénico se conforman a partir de los límites establecidos por la propia utilería. Además, el paso del tiempo, el día, la noche, o aspectos climáticos como la nieve, se reflejaron a partir del cambio del color del fondo del escenario y elementos secundarios que ayudaron a remarcar dichas condiciones.
Una de las razones por las que considero que la puesta resultó efectiva, es porque a nivel escénico el reparto hizo un uso adecuado del espacio, ante la carencia de muros que delimitaran el espacio recreado la actuación se desenvolvió a través de lo que son los vanos y vacíos y una diferenciación entre el adentro y el afuera. Sumado a que todas las acciones estaban perfectamente coreografiadas, en primer plano estaban las escenas de interior, las principales, mientras que algunas de las escenas secundarias se desarrollaban al fondo del escenario o en un segundo plano, e incluso algunas sucedieron en cámara lenta y funcionaron como un subtexto de la obra.
Mi experiencia como espectadora consistió también en la asistencia al ensayo general, previo al estreno de la función. En dicho ensayo el área de luneta estuvo disponible para el público y para la función de temporada fui espectadora desde la galería. Ambos espacios tienen pro y contras para el público, desde el área de luneta la perspectiva que brinda es más un primer plano. Por otro lado, desde la galería hay una visión general del espacio escenográfico y algunos aspectos como la gestualidad de los cantantes se ven reducidos.
El reparto principal contó con la participación del tenor mexicano Diego Torre, quien cuenta con una fructuosa trayectoria profesional a nivel internacional, es residente de la ópera de Sidney, Australia y se ha presentado en algunos de los teatros más famosos del mundo. A lo largo de su carrera ha abordado papeles como Rodolfo en La Boheme, Cavaradossi en Tosca (ambas óperas de Giacomo Puccini), entre otros. Su interpretación durante las funciones en Palacio de Bellas Artes resultó también ser su debut como Ramirez en La Fanciulla del West. De timbre lírico y con gran presencia dramática en el escenario, Diego Torre cumplió las expectativas del público y fue ovacionado por el público mexicano.
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No menos importante, la soprano estadounidense Elizabeth Blancke-Biggs como Minnie estuvo correcta en el papel de la protagonista femenina tanto vocal como escénicamente, pues ya contaba con experiencia en el papel. En su trayectoria se encuentran varios papeles de tesitura dramática en óperas como Salomé, Elektra, Turandot, etc. Respecto al bajo-barítono de origen moldavo, Roman Ialcic, cuenta con trayectoria en papeles como Zaccaria en Nabucco, Ludovico en Otello y participó esta vez con el personaje antagonista de Jack Rance, La ejecución de su personaje, aunque acertada, estuvo un poco carente de dramatismo, sobre todo al inicio de la obra, pero conforme se desarrolló su desempeño mejoró. El coro, formado mayormente por miembros masculinos, tuvo una presencia constante y formidable, y también los papeles secundarios estuvieron bien logrados en sus interpretaciones.
Finalmente, la ópera como espectáculo resulta cautivadora cuando la puesta es acertada, cuando el desempeño del elenco resulta satisfactorio en términos de actuación e interpretación y cuando la orquesta más allá de hacer un acompañamiento musical se convierte en la herramienta que marca el camino de la historia; debido a esto considero que la producción fue exitosa. Sumado a que la presencia del tenor Diego Torre acentuó el hecho de que México tiene entre en sus filas a cantantes preparados y con gran desempeño a nivel internacional. En México lo que se necesita son producciones que reflejen con acierto la obra y también un impulso para que el público deje atrás los prejuicios y pueda no solo reconciliarse con la ópera, sino reconocerse a través de sus personajes.
Para saber más:
Haas I. (2017). Sergio Vela: La Fanciulla del West, la mejor partitura de Puccini. Pro ópera, Septiembre-Octubre, 2017. Recuperado desde: http://www.proopera.org.mx/pasadas/sepoct9/revista/10-esce-sep17.pdf
*Kenia Guerra Valencia. Nacida en 1995, estudiante del décimo semestre de arquitectura en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, funge como reportera honoraria para Korea.net desde mayo de 2019 y colaboradora en K-magazine desde julio de 2019. Melómana, admiradora de la cultura asiática, fanática de la literatura, del manga, anime y videojuegos.