Raúl Picazo
El vendedor de silencio es el nuevo libro de Enrique Serna, un tabique de más de trescientas páginas editado por Alfaguara, texto necesario para entender el entramado político-periodístico postrevolucionario de México, un novelaque se inserta en el muro de la historia del periodismo de nuestro país y que sirve para realizar un análisis del viejo régimen priísta en torno al poder de los medios de comunicación y cómo perviven esas mañas enquistadas en un quehacer que debería ser crítico.
Este libro también es el catálogo de acciones misóginas de un sujeto que fue visto como líder de opinión, y que fue respetado por la cúpula de políticos del antiguo régimen. En este tiempo (en que el feminismo arroja luz sobre las ruinas del machismo imperante) es necesario tomar en cuenta la lectura para percatarse de quiénes eran aquellos que canonizaron a un hombre que estafaba bajo el disfraz de periodista, intelectual o poliglota; admirado y posiblemente querido entre el fragor de las copas, pero que en su vida privada lastimaba con saña a la mujer que osara contradecirlo. Dentro del catálogo de acciones misóginas que lo atrapan en la burbuja de un ser degradado por sí mismo, aparecen vejaciones que guardan un dolor profundo y una visión muy retorcida de la realidad.
En la relación con otros hombres de poder, sale a relucir un personaje siniestro, Maximino Ávila Camacho, el cual redobla esfuerzos por parecer aún más atroz que Carlos Denegri.
― Sé que escribió un reportaje en mi contra lleno de mentiras y quiso publicarlo pese a la advertencia de mis muchachos –soltó un bufido amenazador–. No tiraron a matar, nomás querían espantarlo. Respeto los actos de valor, pero si ese libelo se publica usted estaría empujando malvas en el panteón. A su edad yo también hice tarugadas. Me rebelé contra el gobierno de Madero cuando creí que había traicionado la Revolución y tuve que andar a salto de mata en la sierra de Puebla, imagínese nomás. Pero veo que lo tarado ya se le está quitando. Me gustó su crónica de la rechifla que los ferrocarrileros le dieron a Lombardo. Lo exhibió como lo que es: un falso profeta.
El vendedor de silencio, Enrique Serna.
En estos dos personajes centré la mayor intención para vislumbrar hasta dónde son capaces de llegar los hombres intoxicados por el poder. La forma que se adentra a los personajes es impresionante porque los recrea a la perfección, haciendo aún más dinámica una prosa engrasada por tantos años de escritura. Pero así como la revolución había cambiado las armas por las licenciaturas, así los charros machos mexicanos se decantaron al deporte nacional.
En esa época era un apasionado de la charrería, un deporte en el que venía compendidas las mejores tradiciones viriles del México campirano, pero a decir verdad, lo que más disfrutaba de echar mangas en el ruedo era pavonearse frente a las damas, gallardo y dominador, con la botonadura de plata relumbrando al sol.
El vendedor de silencio, Enrique Serna.
Quizá este fue era una de las pasiones que lo habían mantenido trepado arriba de la silla pensando que era un macho dominador en tiempos de la revolución. Carlos Denegri prefirió ser víctima antes que pagar por ser el victimario. Prefirió partir con todos aquellos agravios bajo el brazo, sin que ninguna pena se le impusiera porque tenía al mejor abogado-gánster de su mano, pero sobre todo a los que aplicaban la ley a su conveniencia, ¿quién podría hacer algo?
Con su novela, Enrique Serna construye pasajes de la historia de México, y a su vez demuestra, como sentencia: este el pasado más abyecto de un proyecto fallido de nación, no esperes que las cosas mejoren por sí mismas. Y si vemos la novela desde el lado del periodismo político-chayotero, es posible que logremos vislumbrar cómo se van pasando la estafeta estos señores feladores-periodistas, y cómo un sujeto fue creando con el paso de los años, al amparo del poder despótico, una escuela de periodistas-estafadores. Si este libro nos presenta una investigación sobre un personaje de México bajo el régimen del recalcitrante PRI, también nos hace un mapa de la degradación de un hombre, tocando los puntos que van creando la cruel canción de un sujeto que tuvo el poder y lo detentó hasta sus últimas consecuencias.
Encuentro en esta novela la ruptura de un modelo, de un hombre producto de un tiempo, pero también de un ser sin escrúpulos que vivió en busca de un amor que a muchos se les ha negado. Carlos Denegri fue el nombre del hombre que ultrajaba y que rendía pleitesía al poder, porque sin él no era nada. Un hombre que fundó una escuela de sátrapas.
Esta prosa sutil de Serna, siempre humorística, irónica, llena de referencias que recrean el contexto de su tiempo, muy fiel a una narrativa visual, sirve como materia prima para el arte cinematográfico, es un tabique que no pesa y que irá más allá de las novedades editoriales por muchos años.