A lo largo de la Historia la humanidad ha intentado explicar su realidad a través de diferentes maneras. Los animales forman parte de esa realidad: seres con lenguaje no articulado a los que se les puede clasificar desde diferentes criterios: por sus funciones, sus características, sus propiedades o, en un nivel más complejo, desde la ciencia y los distintos niveles taxonómicos. Así nacen los bestiarios: primero en la mitología; luego, en el medievo se generan explicaciones sobre sus características y si sus cualidades los acercaban a Dios o, por el contrario, al Diablo, es entonces que los bestiarios pasan a ser piezas doctrinantes; siglos más adelante llega el auge de la ciencia y con ello los diarios de los naturistas, que recogen observaciones de ciertas especias a partir de pasar lapsos de tiempo instalados en su hábitat; posteriormente llegarán los bestiarios literarios. Todos tienen algo en común: la imaginación.
El primer dossier de 2020 es un compilado de textos que en conjunto forman un Bestiario. Se trata de trabajos que oscilan entre lo académico y lo literario: recopilan la visión popular plasmada en papel sobre ciertos animales en diferentes periodos y espacios, Son, al mismo tiempo, atisbos a diferentes culturas a partir de algo tan cotidiano como un animal.
Ismael Herrera
La revisión de concepciones que envuelven a ciertos elementos del imaginario colectivo resulta sumamente enriquecedora y, en algunas ocasiones, reveladora. La propuesta de este texto es realizar un recuento breve de algunas de las ideas que se han construido en torno a la figura del ibis sagrado.
Para llevar a cabo esta labor es imprescindible recurrir a algunas de las principales fuentes que dan cuenta de la lista de creencias que envuelven a la fauna: los bestiarios. Dado que se ha identificado un cambio de concepción en torno al ave seleccionada, en primer lugar se buscará enumerar las principales atribuciones otorgadas por los egipcios a esta ave y de igual manera se pretenderá acotar algunas similitudes encontradas con el panteón griego y, posteriormente, se apuntará brevemente la construcción discursiva cristiana.
Mundo egipcio y griego: definiciones y entrecurzamientos
Como expone Dorothea Arnold en la introducción de su Egyptian Bestiary sobre el principal hábitat de las criaturas que su bestiario abarca: “In Egyptian religion the existence of abundant animal life in the ‘land of death’ became a potent symbol of life after death”. Esta “tierra de la muerte” de la que habla la autora es, naturalmente, el desierto; por lo que posteriormente agrega: “Innumerable representations of desert and steppe animals in tombs and royal funerary monuments, as well as the use of such animals as amuletic objects, are evidence of this”.
En cuanto al ave elegida, se encuentra en el citado bestiario la siguiente descripción de un jeroglífico de época ptolomeica en el que un ibis sagrado es representado: “The sacred ibis, which has not been seen in Egypt since about 1876, was larger than related species now living in central and southern Africa. […] The sacred ibis has a white body and a black head and neck”. Adicionalmente, se acota en la obra el nombre científico con que actualmente se identifica al ave como especie: Threskiornis aethopica.
Una descripción complementaria del ave se halla en la revista The Illustrated Magazine of Art publicada a mediados del siglo XIX, en la que se habla de las características generales del ibis en los siguientes términos:
[tiene] un pico largo, curvado, casi en ángulo recto en la base, pero redondo y romo en la punta; las fosas nasales son pequeñas y están situadas muy cerca del comienzo del pico; la cabeza y la parte superior del cuello, que es negro, están desprovistas de plumaje; las piernas son largas y esbeltas, y las garras quedan bastante visibles.[1]
The Illustrated Magazine of Art
Evidentemente, la cualidad común en ambas descripciones es la cabeza negra, aunque en la segunda se refiera que es una parte sin plumas. Sin embargo, cabe destacar un aspecto sumamente importante al que se alude en la revista citada: existen diversas especies de ibis. Se resaltan en la fuente hemerográfica dos: el ibis blanco y el ibis negro o verde. Sobre el ibis blanco (al que también se conoce como ibis sagrado) se dice lo siguiente:
tiene un cuerpo totalmente robusto, la cabeza y el cuello no tienen plumas y su cola es corta. Su plumaje es, en general, de un color claro, de un blanco inmaculado, a excepción de la punta del eje principal de la pluma que suele ser negro y que, por lo tanto, suele reflejar destellos violetas o verdes. Los viajeros han observado estas especies en las orillas del Nilo y dichas especies son idénticas a las representadas en las antiguas esculturas egipcias e idénticas, de igual manera, a los especímenes hallados en tumbas egipcias.[2]
The Illustrated Magazine of Art

Si bien se ha mencionado ya el nombre científico del ibis como macro-especie, no está demás establecer el nombre específico del ibis sagrado, que puede leerse en el Brooklyn Museum Bulletin: “The sacred ibis is the bird known […] as ibis aethiopica or ibis relligiosa”. Con el artículo de Riefstahl para el boletín se puede ampliar la descripción del ave: “It is at once a splendid and a rather forbidding creature, with bald black head and snaky neck, black feet and legs boldly patterned with hexagonal scales, and snow-white plumage ending toward the tail in iridescent black hair-fine feathers”. Cabe destacar que el artículo de Elizabeth Riefstahl fue publicado por el Brooklyn Museum tras el tratamiento dado a una pieza arqueológica que el museo adquirió: la figura de un ibis proveniente de la necrópolis llamada Tuna el-Gebel que, de acuerdo a lo explicado por la autora, es la ciudad que los griegos y los romanos identificaron como Hermópolis Magna (aspecto que será resaltado más adelante).
Una vez presentada la descripción física del ibis sagrado, se puede destacar una primera concepción sobre este espécimen, referenciada en la última cita: su relación con la deidad egipcia Thot. Esto encauza la pesquisa al diálogo platónico de “Fedro” en donde se encuentra, en boca de Sócrates, el siguiente pasaje:
oí que había por Náucratis, en Egipto, uno de los antiguos dioses del lugar al que, por cierto, está consagrado el pájaro que llaman Ibis. El nombre de aquella divinidad era el de Theut. Fue éste quien, primero, descubrió el número y el cálculo y, también, la geometría y la astronomía, y, además, el juego de damas y el de dados, y, sobre todo, las letras.
“Fedro”, Platón.
El fragmento efectivamente funciona como testimonio de la asociación ibis-Thot y es a su vez evidencia de esta relación en la época de la que data el diálogo, es decir, el siglo IV a. C. Con lo anterior en mente, se puede seguir la línea hallada en el bestiario de Arnold, en donde el extracto que resulta de mayor pertinencia es el presentado a continuación:[3]
Esta maravillosa incrustación en relieve muestra un ibis sagrado […], que camina sobre un travesaño que lo identifica como una deidad. Su pico está sostenido por una pluma que simboliza el orden supremo (maat). El ibis estaba asociado con Thoth, el dios de la sabiduría cuyo principal santuario se localizaba en Hermópolis Magna, en Egipto Medio, en donde fue encontrada la incrustación.[4]
Egyptian Bestiary
Sobre esta breve cita recuperada del Egyptian Bestiary, se puede indicar una característica de suma importancia: el hecho de que el ibis que figura en él tenga su pico soportado por una pluma. De acuerdo con la descripción, esto representa su orden supremo, y entre paréntesis se le nombra específicamente como maat. En el mismo orden de ideas, se encuentra en el artículo de Riefsthal, previamente citado, lo siguiente:
[Thoth] tenía un origen muy antiguo y a lo largo de su larga existencia adquirió importantes funciones. Thoth fue el creador del lenguaje y de la escritura y, a su vez, era secretario de los dioses. Como tal era patrón de los escribas y de los humanos alfabetizados en general. Era, asimismo —probablemente en virtud del dominio que tenía sobre el poder mágico de las palabras— un defensor de los dioses y también de los muertos. Presidía la ceremonia de ponderación del peso del corazón: el último juicio, en el que el corazón de la persona muerta era puesto en una balanza que tenía como contrapeso la pluma de Ma’at, pluma que simbolizaba la eterna rectitud de las cosas, un concepto que, naturalmente, encarnaba la concepción de la verdad y de la justicia.[5]
“The sacred ibis is the bird known […] as ibis aethiopica or ibis relligiosa“, en Brooklyn Museum Bulletin, de Elizabeth Riefsthal.
Sobre el concepto de Maat (o la deidad, como se verá) el Diccionario de mitología egipcia, de Elisa Castel, expone:
Definir Maat es en extremo difícil si tenemos en cuenta que además de ser una diosa es un concepto abstracto (casi filosófico) y trascendental en el antiguo Egipto […] Bajo la forma de una deidad femenina personifica el orden cósmico, la justicia (como concepción), la verdad y la estabilidad que ha de estar presente en el mundo y en el cosmos.
Diccionario de mitología egipcia, de Elisa Castel
Se asocia a Maat directamente con el juicio después de la muerte, como demuestra la cita de “A sacred ibis” y este extracto del Diccionario: “Se encuentra en la ‘Sala de las Dos Verdades’ o ‘Sala de la Pesada del Alma’ jugando uno de los papeles más importantes: el de contrapeso de la balanza donde se pesa el corazón del difunto […] En tal función estaba asistida por Thot para mantener el orden”.

Así, el jeroglífico que Arnold describe y presenta en su obra, aunado a la calidad estética y la importancia arqueológica, es un ejemplo de la relación simbólica con la deidad egipcia a otro nivel: es decir, el punto de convergencia entre Arnold, Riefstahl y Castel se da precisamente en el concepto (o la deidad) de Ma’at (o maat, de acuerdo con el bestiario): el signo que eleva al ibis al plano divino es el mismo elemento atribuido a una de las funciones de mayor relevancia de Thot, que, siguiendo a Castel, “con sus útiles de escritura registraba el resultado del juicio”. Es en última instancia un puente de gran peso entre el ave y el dios.
De igual manera cabe destacar que la imagen de una estatua de esta deidad es presentada en el bestiario de Arnold: una bella y convincente muestra más, escribe la autora, de la combinación entre cuerpos humanos y cabezas de bestia (en este caso, la de un ibis) en la que los egipcios destacaron (parafraseo el Egyptian Bestiary).
Si bien resulta una labor sumamente interesante señalar estos rasgos sobre el ibis, en especial su relación con la deidad Thot (o Theut, de acuerdo con la traducción del “Fedro”), existen otras atribuciones sobre esta ave. A continuación, se puede profundizar en las asociaciones con otros dioses que de este animal se tenían. Riefstahl escribe que:
[Los egipcios] le atribuían la más exaltada virtud, asociándolo con los misterios de Isis y Osiris, y reconocían en él al guardián de la tierra y lo hacían, por lo tanto, objeto de servicios idolátricos en todos sus banquetes solemnes. Los sacerdotes de Hermópolis mantenían en sus templos un ibis, que se decía, era inmortal. La razón para esta peculiar adoración del ave se explicaba porque el ibis había prestado grandes servicios, verdaderos o supuesto, a la tierra de Egipto: así, quien matara un ibis, aun sin intención de hacerlo, era castigado con la muerte.[6]
“The sacred ibis is the bird known […] as ibis aethiopica or ibis relligiosa“, en Brooklyn Museum Bulletin, de Elizabeth Riefsthal.
La cita demuestra que, aunado al reconocimiento de la ciudad de Hermópolis como una de las más relevantes en la adoración del ibis, existe una conexión con otras dos deidades egipcias, Osiris e Isis. La relación se puede encontrar en el Diccionario de mitología egipcia, previamente citado: “Osiris fue el soberano del Submundo y, como tal, presidía la escena del juicio del fallecido […] En el juicio se pesaba simbólicamente el corazón (sede de la voluntad y la memoria) en una balanza, cuyo contrapeso era la diosa de la justicia y de la verdad, Maat.”. Siguiendo a la autora, entonces, queda patente la relación entre Osiris y el juicio hecho con el Ma’at, cuya relación con Thot ha sido ya comentada.
Como punto convergente de la principal ciudad de adoración de Thot (y en la que con mayor frecuencia se han encontrado restos arqueológicos del ibis), Hermópolis, y de la relación con Osiris e Isis, se puede aludir a una deidad griega: Hermes. Como Riefstahl resalta en su artículo, la misma etimología de Hermópolis da pie para hacer la conexión: ciudad de Hermes.

Recurriendo al Diccionario de mitología de Pierre Grimal, se puede recordar el hecho de que Zeus nombra a Hermes “su heraldo, consagrándolo particularmente a su servicio personal y al de los dioses infernales, Hades y Perséfone”. Este primer fragmento permite intuir la conexión: ya que, de manera análoga a Hades y Perséfone, Osiris e Isis como dioses del Submundo cuentan con la figura de Thot como apoyo. Resulta imprescindible recordar también que Hermes libera de la vigilancia de Argos, el de los Cien Ojos, a Ío, quien “volvió a Egipto para ocupar su trono, y allí se le tributaron honores divinos, siendo venerada bajo la denominación de Isis” aspecto que, probablemente, es un indicador más de la relación existente entre el trío de deidades egipcio y el griego.
Sin embargo, las labores en común que Hermes y Thot desempeñan son otro asidero para evidenciar la relación, escribe Castel que Thot está “relacionado con el mito osiríaco, fue el protector de Osiris y, por extensión, de los difuntos a los que ayudaba en su tránsito”, de la misma forma Hermes “estaba encargado, de modo muy especial, de acompañar a los infiernos a las almas de los difuntos, función que le valía el nombre de Psicopompo, el Acompañante de las almas” (Grimal).
Una vez hecho el breve repaso por el panteón griego y el egipcio, es pertinente regresar propiamente al ibis. En The Illustrated Magazine of Art se señala una fuente histórica de gran peso como autoridad del testimonio de algunas de las primeras concepciones que del ibis se conocen: Heródoto: “Herodotus tell us, that the ibis saved Egypt from the invasion of a host of winged serpents, and that in consequence, the Egyptians entertained a great veneration for their deliverer”. Después de apuntar que historiadores posteriores a Heródoto siguieron la misma historia, se refiere en la revista que “It was commonly believed that the ibis not only killed but devoured the serpents, and as these fiery flying creatures were deadly foes to man, the bird who became their enemy was friend of man, more than a friend –a guardian– a god”.
Resulta igualmente ineludible apuntar la momificación del ibis como un elemento sumamente revelador, pues es motivo de estudio incluso en la actualidad. Sirva como nota introductoria el artículo “Some Account of Two Mummies of the Egyptian Ibis, One of Which Was in a Remarkably Perfect State”, de John Pearson: “The practice of embalming was not confined […] to the conservation of human bodies exclusively; it was likewise employed to protect the remains of several of their sacred animals from decay”. Sobre el artículo de Pearson hay dos aspectos a destacar: es otro estudio más sobre un hallazgo arqueológico de un par de ibis momificados, como el resto de ejemplos a continuación presentados y, por otro lado, cita a Heródoto como la autoridad que refiere el embalsamiento de, entre otras bestias, el ibis. Adicionalmente, se retoma en The Illustrated Magazine of Art: “Perfect specimens of the ibis have been found in the catacombs of Egypt […], for the old Egyptians were careful to preserve from corruption even the dead bodies of these birds”.
En la misma línea, se puede rescatar lo expuesto en un artículo de 2015 sobre los hallazgos que de cuatro momias se hicieron. El artículo refiere que el estudio, realizado por el Centre for Biomedical Egyptology de la Universidad de Manchester, identificó a dos de las cuatro momias como vestigios de ibis sagrado:
[El estudio de] dos momias de ibis (Threskiornis) arrojó interesantes resultados: se determinó que las dos provienen de la necrópolis ubicada en Saqqara, que data de finales del primer milenio a. C. Ambas momias fueron adornadas con motivos decorativos en la superficie superior, concebidas como un elemento estético que las identificara, a su vez, con la deidad Thoth, para quien el ave ibis fue considerada sagrada. Una [de las momias], mostrada de frente, parece contener el esqueleto de un ibis, aunque no queda claro debido al fragmentario estado del segundo ibis; sin embargo, se halló que contiene material no esquelético y, en su lugar, la radiografía mostró que la sección más ancha del envoltorio encerraba los restos de tres huevos que, con toda probabilidad, pertenecen al ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus), y que, a su vez, estaban al lado de plumas acomodadas a lo largo del envoltorio para añadir suporte [7].
“Revealing Animals: Discoveries inside Funerary Bundles”, de Lidija McKinght.
El mismo artículo establece que encontrar restos no esqueléticos en las momias no es algo inusual (como en este caso se momificaron huevos y plumas de ibis). En una dirección convergente, el artículo “The ibis cemetery at Abydos” refiere el descubrimiento de un sitio arqueológico de alrededor del 150 a. C. en el que “it was found that the mummified remains were chiefly those of the sacred Ibis (Ibis aethiopica), some fifteen hundred examples of this species being recorded, as well as a large number of bundles –which contained the remains of young birds, feathers or bones”. Aun cuando, como Loat remarca, muchos especímenes fueron devorados por la hormiga blanca, el descubrimiento en sí aporta bastante a la significación del ave.
Baja edad media
Ahora bien, hasta aquí se ha presentado una primera aproximación a la antigua concepción que las ‘gentilidades’ egipcia y griega tenían del ave. Sin embargo, conviene presentar el contraste identificado en un par de fuentes más. Situando la investigación en otra coordenada espacio-temporal y recurriendo al bestiario de la Universidad de Aberdeen (Inglaterra, siglo XIII), se encuentra lo siguiente:
Hay un ave llamada ibis; esta limpia su estómago con su pico. Se alimenta de los huevos de serpientes y de carroña, y es de estos que le lleva comida a sus crías, quienes se la comen con gran placer. Sin embargo, teme entrar al agua porque no sabe nadar, pero camina cerca de la costa de día y de noche, buscando peces muertos de pequeño tamaño o cadáveres que hayan sido lavados. El ibis representa a los mundanos humanos quienes se alimentan, por así decirlo, de malas acciones con que facilitan la condenación de sus desdichadas almas. Pero tú, un cristiano, renacido por el bautizo y por el espíritu santo, entra en las aguas espirituales de los misterios de Dios.[8]
Aberdeen Bestiary.

Si bien converge en un par de cuestiones previamente repasadas —como la alimentación basada en huevos de serpiente—, el fragmento anterior puede considerarse con un carácter sumamente sintomático: la concepción sobre el ibis cambió radicalmente entre el “Fedro” y el bestiario de Aberdeen, fechado alrededor de 1200. Si se indaga un poco en otra fuente de suma pertinencia como lo es la Biblia, en Levítico 11:17 se puede hallar una mención del ibis. En la edición Reina-Valera de 1960, el apartado 11 de este libro del antiguo testamento está titulado como Animales limpios e inmundos. De esta manera, los versículos 13 al 19 exponen, en boca de Jehová, todas las aves que, por ser calificadas como inmundas, no deben ser comida de Moisés ni los hijos de Israel:
Y de las aves, éstas tendréis en abominación: no se comerán, serán abominación: el águila, el quebrantahuesos, el azor,
el gallinazo, el milano según su especie;
todo cuervo según su especie;
el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán según su especie;
el búho, el somormujo, el ibis (Levítico 11:17)
La misma enumeración se hace más adelante en Deuteronomio 14, en los versículos 11 al 18. Si se considera el carácter religioso de la última oración que de la transcripción del bestiario de Aberdeen se ha presentado (But you, a Christian, reborn by water and the holy spirit, enter the spiritual waters of the mysteries of God), se puede identificar que el giro discursivo sobre el ibis se puede resumir en los siguientes términos: se exhorta al cristiano a divergir de la actitud del ibis, quien teme nadar, y tener en cambio la disposición a sumergirse en el ‘agua viva’ que es Dios. Si bien la noción de ‘ave inmunda’ que está presente en la Biblia no puede ser señalada de manera evidente en la descripción del bestiario de Aberdeen, ciertamente es identificable una consecuencia de dicha noción, dado que se emplea la figura del ibis como ejemplo de temor y distanciamiento con la ‘verdad divina’ del Dios cristiano.
Sin duda, queda mucho por decir. Baste recalcar el hecho de que, en primer lugar, las ideas construidas colectivamente suelen tener mayor pervivencia e influencia en la configuración que del mundo se crea; por otro lado, la breve investigación ha evidenciado el hecho de que los ‘giros discursivos’ e ideológicos se pueden presentar incluso con base en las construcciones simbólicas. Así, el ave venerada por la gentilidad y asociada a deidades infernales fue igualmente empleada por el cristianismo como representación de inmundicia y de ateísmo/paganismo, hecho que, huelga decirlo, es del todo paradigmático.
Las citas largas fueron traducidas por el propio autor. Por un criterio editorial se decidió mantener en su idioma original las cortas.
[1] Cita en su idioma original: [it has] a long beak, bent, almost square at the base, but round and obtuse at the point; the nostrils are small, and situated very near the commencement of the beak; the head and upper part of the neck black, and devoid of plumage; the legs are long and slender, and the claws very remarkable in appearance.
[2] Cita original: [it] has a full robust body, the head and neck denuded of feathers, the tail short. The general plumage is clear, spotless white, with the exception of the tips of the quill-feathers, which are generally black, reflecting a bright violet or green. Travellers [sic] have observed this species on the banks of the Nile, and it is identical with the white ibis represented in old Egyptian sculptures and found in Egyptian tombs.
[3] Hay que tener presente que la metodología que sigue Arnold es la de presentar una imagen del vestigio arqueológico que representa al animal en turno y sólo entonces se encarga la autora de dar la descripción tanto de la figura como del animal respectivo.
[4] Cita original: This exquisite relief inlay shows a sacred ibis […], walking atop the crossbar of a standard that identifies it as a deity. Its beak is supported by a feather, signifying supreme order (maat). The ibis was associated with Thoth, the god of wisdom, whose primary sanctuary was located in Hermopolis Magna, Middle Egypt, where the inlay was found.
[5] Original: [Thoth] was of very ancient origin and in his long existence he had acquired important functions. […] Thoth was the inventor of speech and writing and secretary of the gods. As such, he was patron of scribes and of learned men in general. He was, probably by virtue of his command of the magical power of words, advocate of the gods and […] also of the dead. He presided over the weighing of the heart –that last judgment in which the heart of the deceased was put in the balance against the feather of Ma’at, symbolizing the eternal rightness of things, a concept which naturally embodied ideas of truth and justice.
[6] Versión original: They [the Egyptians] attributed to it the most exalted virtue, associated it with the mysteries of Isis and Osiris, recognised [sic] in it the guardian of the land, and made it the object of idolatrous service at all their solemn banquets. The priests of Hermopolis preserved in their temple an ibis, which was said to be immortal. The reason for worshiping this peculiar bird was that it had rendered great services, true or supposed, to the land of Egypt; […] and he who killed an ibis, though inadvertently, was punished with death.
[7] Original: Two ibis (Threskiornis) mummies, both recorded as coming from the late first millennium ac animal necropolis at Saqqara, yielded interesting results. Both mummies had been embellished by appliqued decorative motifs on the upper surface, intended both as an aesthetic device and to identify them to the god Thoth […] to whom the ibis bird was held sacred. One, shown opposite, appeared to contain an ibis skeleton, although it is not clear from the fragmentary state of the second ibis […], however, was found to contain no skeletal material whatsoever, instead, radiography showed that the widest section of the bundle enclosed the remains of three eggs, most likely belonging to the sacred ibis (Threskiornis aethiopicus), alongside single feathers laid longitudinally to add support to the bundle.
[8] Original: There is a bird called the ibis; it purges its stomach with its beak. It feeds on the eggs of snakes and on carrion, and from them carries back food to its young, which they eat with great pleasure. Yet it fears to go into water, because it does not know how to swim, but walks about near the shore day and night, looking for dead fish of a small size or corpses which have been washed up. The ibis signifies carnal men who feed, as it were, on deadly deeds, on which they nourish themselves to the condemnation of their wretched souls. But you, a Christian, reborn by water and the holy spirit, enter the spiritual waters of the mysteries of God.
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