Entrevista a Tryno Maldonado | Parte 1

Óscar Alarcón entrevistó a Tryno Maldonado en 2015. Es una charla extensa que demuestra el oficio como entrevistador de Óscar y al mismo tiempo plantea a un Tryno con un fuerte compromiso social y humano, pues gran parte de la charla la dedican a su labor apoyando a los padres de los 43 normalistas desaparecidos. Les presentamos esta entrevista en dos partes, la segunda entrega saldrá el miércoles 24 de marzo.

Óscar Alarcón*

“Escribir como kamikaze, arriesgando todo: a nivel estilístico, a nivel económico. Para mí esa es la vida que he elegido: no hacer vida de escritor, ni hacer lobby en la Condesa o en la Roma para quedarle bien a ciertas personas.”

Tryno Maldonado

Agosto de 2015

En el 2005 leía muchos blogs, sobre todo los que tenían que ver con música y literatura, casi todos los escritores tenían un blog, ese era el medio por el cual la gente se enteraba de sus actividades. En alguna ocasión leí el blog de Rafa Saavedra, que primero era rafadro.blogspot.com y después se mudó a crossfadernetwork.wordpress.com.

La andanza entre hipervínculos me llevó a un blog que hizo acordarme de mi niñez: atari2600.blogspot.com, la sorpresa fue que no se trataba de un blog donde se hablara de la consola que popularizó Pac-Man sino que se hablara de literatura y que además se escribieran artículos, reseñas y críticas, que sirviera como una especie de pizarra de intercambio de opiniones entre Rafael Lemus y Tryno Maldonado (Zacatecas, 1977), a la postre me enteraría que el blog le pertenecía totalmente al zacatecano.

“Rafa Lemus pregunta lo siguiente: ‘¿Es Fernando Vallejo el mejor escritor vivo del idioma? ¿Sí o no?’ Siento contradecirte una vez más, mi querido Rafa. Mi respuesta, ya sabes, es: NO. En el mismo tenor, siguiendo mis propias filiaciones literarias y con la misma arbitrariedad, me aventuraría en todo caso a preguntar: ‘¿Es Juan Goytisolo el mejor escritor vivo del idioma? ¿Sí o no?’ A lo que respondo: No. Ni tiene por qué haber uno. En la diversidad de voces radica precisamente la riqueza. Jamás en la hegemonía de una. Ahora, pregunto: ‘¿Es Carlos Fuentes el peor escritor vivo del idioma?’ A lo que respondo tajante: SÍ. Necesariamente tiene que haber uno.” Ese fue mi primer acercamiento a la voz de Tryno Maldonado.

Esta entrevista se quedó enlatada desde 2015 y hasta ahora la pude rescatar, ¿la razón? Pensé que había perdido el ipod en el que la grabé pero la diosa fortuna me lo ha regresado al meter mi mano en medio de un sillón del que estaba a punto de deshacerme.

CC Foto de Óscar Alarcón. Tryno Maldonado

Óscar Alarcón. Sabemos que eres el único escritor que está trabajando en Ayotzinapa, llegaron Pepe Rojo y BEF por invitación tuya, ¿cuál sería el rol social de un escritor ante situaciones como las que ocurren en Ayotzinapa?

Tryno Maldonado. Creo que el rol social de los escritores y escritoras en México –va a sonar a perogrullada–es exactamente el mismo que los carpinteros, los ingenieros o que las amas de casa en México, que es informarnos, organizarnos y tomar acciones para cambiar al país del que nos estamos quejando y con el que no estamos conformes. Sobre todo con los malos gobiernos que tenemos.

No creo tanto en la idea romántica del compromiso social del escritor solamente por ser escritor, sino que lo veo como un compromiso ciudadano, un compromiso, que en este caso, coincide con que me dedico a hacer públicos algunos textos y algunas opiniones.

Sin embargo, aunque me dedicara a otra cosa, creo que haría exactamente lo mismo que estoy haciendo ahora: acompañar al movimiento de las familias de Ayotzinapa, acompañar al movimiento de los alumnos, estar en el brigadeo, en las marchas, aportar con víveres. Si tuviera un espacio para ser oído también lo utilizaría para hablar de este tema.

En este caso, coincidió que me dedico a escribir libros pero mi opinión como ciudadano mexicano que vive en este país, en el siglo XXI, es esa y creo que no cambiaría aunque me dedicara a otra profesión.

La decisión personal de algunos otros escritores, escritoras de mi generación de involucrarse o no con el movimiento de Ayotzinapa, es meramente personal.

A mí me da mucha tristeza que no lo hayan hecho hasta ahora de una forma más activa y me daría muchísimo gusto haberlos visto involucrados de forma más directa con las familias y los estudiantes, pero eso es el temperamento, los intereses y la posición política de cada uno. Incluso a veces tiene que ver con compromisos laborales o de familias. Es difícil desplazarse y sumarse a un movimiento tan desgastante. Y además de acompañarlo con el mismo ritmo vertiginoso que llevan los padres de familia y las familias.

Cuando estuve allá vi a padres que bajaron de peso como 10 kilos, se enfermaron, recayeron por hipertensión, diabetes, han sufrido paros cardiacos, les ha pasado de todo. Uno se involucra física y emocionalmente en ese ritmo y también termina afectado: emocionalmente terminas hecho una mierda.

Cuando regresé a Oaxaca me decían mis compas “Bajaste como 10 kilos”, no me quedaban los pantalones, me quedaban grandes pero no me di cuenta. En ese momento tienes que estar en el brigadeo, en las marchas, en la lucha, comiendo igual que los normalistas: una porción de frijoles, arroz y un guisado al día. A veces nos tocaba una albóndiga por persona.

Te involucras en el movimiento –según yo– o era así o no había otra forma de hacerlo. Además daba clases, daba talleres de narrativa con los chavos y con los activistas que estaban ahí.

En mi caso fue una decisión de hacerlo así, independientemente de que me dedico a escribir. Irme al 100% y dejar mis proyectos: mi novela ahí está guardada en mi casa, empolvándose.

También creo que era una forma de responder a la urgencia. Fue un caso inédito en México, de violencia de Estado. Fue una contingencia brutal e inédita para todos los mexicanos y las mexicanas. Yo creo que había que reaccionar con la misma urgencia y con las herramientas y los recursos que teníamos. Lanzarme así, con una mochila, y dar talleres de literatura. Fue la forma como reaccioné y terminé coordinando las marchas con los papás, trabajando en la cocina, limpiando las ollas, limpiando los baños.

Hay gente que ha actuado de otras formas que le son igual de meritorias o no. Por eso te digo que todos reaccionamos como pudimos. Pero lo que sí es cierto es que no hay en México un caso de esta magnitud, de esta violencia, de esta brutalidad, de este nivel de impunidad y de corrupción y de descaro. El estado cooperó para destruir a un grupo de estudiantes con características muy determinadas.

ÓA. Pero ya hacías trabajo social en Oaxaca, no solamente a nivel editorial. ¿Qué tendrá de especial la zona del pacífico que es una zona muy rica culturalmente hablando, hay mucha actividad, y que desafortunadamente ha sido muy lastimada no solo por la economía sino también por la violencia?

TM. Orográficamente es muy compleja. En Oaxaca –como en Guerrero– te das cuenta de que no es un solo estado sino que ahí conviven muchos países. México es muchos países. Guerrero, Oaxaca y Chiapas todavía tienen una diversidad muy grande. Llegar de una zona como la Costa Chica o la Costa Grande a la Sierra es un viaje completo. En Oaxaca, también. Desplazarte del Valle a la Costa pasando por la Sierra, no solo orográficamente, sino a nivel de clima, atraviesas por varios microclimas.

Eso ya cambia en el temperamento de la gente, las lenguas originarias que se hablan en todo el trayecto son muchas. Incluso el zapoteco en Oaxaca y el que se habla en el Valle, no es el mismo que hablan mis amigos de la Sierra o mis amigos del Istmo, pues entre ellos no se entienden tampoco. Es muy complejo a nivel social, cultural, lingüístico, climático, orográfico. A partir de ahí tenemos una base de la que partimos y no nos entendemos mucho.

Y después vienen los cacicazgos históricos, que han sabido aprovecharse de la marginación. Pero también hay una gran tradición de lucha en estos estados, que yo admiro mucho.

Cuando estuve trabajando con los profes de Iguala de la SeTec [Secundaria Técnica, nota de Ó. A.], ellos se admiraban de mí porque decían que yo venía de la Sección 22 de la APPO, en 2006. Ellos se referían a los maestros de la Sección 22 como la Selección de Brasil –como si fuera el equivalente a los brasileños: “Nosotros somos Argentina pero reconocemos que la 22 es Brasil”, con respeto. Son profesores que vienen de una tradición de lucha: está Genaro Vázquez, Lucio Cabañas.

La tradición de Aytozinapa no fue de un día para otro, tiene una gran tradición de lucha. Es de gente que no se deja, que lucha por sus derechos. Si te das cuenta la lucha eterna de Ayotzinapa –sobre todo del siglo XX– era muy elemental: era mantener su matrícula. Ellos han luchado para que no desaparezcan su escuela, que se respete la matrícula de 140 alumnos al año. Y los gobiernos, por lo menos de hace tres administraciones –el de Aguirre– no los han respetado, han hecho lo contrario: han querido desaparecer las normales porque no se adecuan, obviamente, a los modelos neoliberales que promulgan las reformas del paquete de Peña Nieto.

Hay muchos conflictos a varios niveles y además coincide que Ayotzi está en el epicentro de todo el hervidero de amapola. Es una región muy tensa por muchos motivos. Es muy, muy complicado, y llegar ahí los primeros meses eres extranjero en tu propio país. Aunque yo había aterrizado más o menos en blandito porque venía de Oaxaca, y según yo entendía un poco cómo funcionaban las cosas pero te das cuenta de que no, que es entrar en otra dinámica, muy distinta.

A mí me tocó llegar en 2006 a Oaxaca, fue un tanto azaroso cómo me involucré en el movimiento, cómo la novela de esa época también tuvo poco a poco el ruido de la calle, la lucha, las manifestaciones se fueron metiendo en una novela que era una novela de pareja.

Te das cuenta que la política no es nada más lo que está a nivel macro sino que nos afecta en la forma en la que nos relacionamos amorosamente o afectivamente con otras personas. Y que es imposible soslayar todo esto cuando pretendemos hacer una novela que sea de pareja. Puedes dejarlo fuera –o no– pero a mí me gusta hablar de todos los niveles.

ÓA. La política trastoca todo, ¿la política lo pudre todo o son los partidos políticos?

TM. Es diferente. Estaríamos hablando de una monopolización o profesionalización de la política, que eso es lo que entendemos como los partidos políticos. Incluso el activismo.

Yo no soy tan activista. Me he salido a la calle las veces que creo que es necesario hacerlo y que no tengo de otra. No tengo ninguna formación como activista, no pertenezco a ningún partido, a ninguna organización, a ningún colectivo.

Sin embargo, las veces que creo que mi responsabilidad es salir a la calle, a tomar acciones, las hago. Hasta ahí. Si eso es activismo, no sé, porque creo que también se nos ha impuesto una profesionalización no solo de hacer política sino del activismo.

Hay una barrerita a donde cierta gente la ubicamos como activista y a otra, no. A mí me empiezan a decir que soy activista, y les digo “No, yo soy alguien que escribe una columna y libros”, que cuando creo que se está cometiendo una injusticia –y hay oportunidad– salgo a la calle a hacer cosas para que esas necesidades cambien.

Si es ser activista o no, no lo sé, pero creo que esa es la responsabilidad que deberíamos tener como ciudadanos: derribar esa barrera de creer que la política la hace un grupo oligárquico de 100 familias con capital político y cultural, que tiene secuestrado al país. Pensar que no, que todos podemos hacer política, que es más: que la hacemos todos los días y tenemos la responsabilidad de hacer más evidente esas acciones o esa incidencia política en nuestro entorno, con pequeñas acciones. Creo que hay que desjerarquizar o desmontar esa concepción de lo político y del activismo también.

ÓA. ¿Faltó Tryno Maldonado entre los escritores seleccionados de México 20, que escogieron Juan Villoro, Guadalupe Nettel y Cristina Rivera-Garza?

TM. No sé. A mí me da mucha envidia porque me hubiera gustado conocer Londres.

A mí me satisface mucho saber que la literatura que estoy haciendo es ambigua o incómoda para cualquier canon que pretenda instaurarse. El día que a mí me digan que los pocos libros que he hecho, con mucho esfuerzo, forman parte de un canon entonces sí me voy a pegar un tiro, porque sería como que me dijeran que ya estoy en la nómina plurinominal del PRI o del PAN o del PRD.

Sería el equivalente a que me dijeran “Estás en una pluri de cierto partido político”. ¿Entonces de qué estoy hablando? Lo que estoy hablando no tiene nada de congruencia con lo que salgo a hacer a la calle.


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A mí me deja muy tranquilo que nadie espera nada de mi nueva novela, no se va a meter a la cajita de un canon, de una tradición, de una lista. Y eso a mí me da mucha libertad para seguir haciendo lo que hago hasta ahora, escribir como kamikaze, arriesgando todo: a nivel estilístico, a nivel económico. Para mí esa es la vida que he elegido: no hacer vida de escritor, ni hacer lobby en la Condesa o en la Roma para quedarle bien a ciertas personas.

Ni escribir para satisfacer el criterio que obviamente sabemos que tienen algunas personas, que tienen lugares de donde pueden elegir o demostrar cierto poder o capital político. No escribo para complacer a nadie.

Me da mucha envidia porque quiero conocer Londres pero también me deja tranquilo porque puedo escribir 10 libros más sin preocupaciones.

ÓA. ¿En los escritores se repite una oligarquía?

TM. ¡Ah, pero es muy obvio! En México, la literatura se hace por un grupo elitista que obedece a criterios, primeramente, masculinos. Si te fijas, en el canon vivo mexicano la mayoría son varones, la mayoría son criollos o hijos de migrantes, son blancos.

Hay que decirlo con todas sus letras: no hay espacio casi para la literatura ni mestiza ni escrita en otra lengua ni para los indígenas. Y también es un grupo de élite que se ha creado, que se ha formado en ciertas universidades, ciertas escuelas y que finalmente se conocen. Termina siendo un circuito muy cerrado.

A mí me interesan más los casos que rompen con esos patrones: Juan Rulfo se sale de esa élite, de ese patrón. Pienso que Daniel Sada es otro autor que se sale de ese grupo oligárquico. Roberto Bolaño en su época. Me interesa la literatura que se hace en esos márgenes porque es ahí donde está lo que no ha sido domesticado por el grupo que está en el poder.

Prefiero leer a mujeres que escriben desde su experiencia sexuada en el sur del país –fuera del D. F., en esencia fuera del centro. Me interesa más este tipo de literatura y lo más interesante que se está haciendo en México viene de los márgenes. Y ya no es tan difícil rastrearlo. Hay muchas editoriales que están apostando por eso.

Lo otro es el gusto de un grupo de varones blancos, con cierto capital cultural, que hablan varios idiomas, que tuvieron accesos a universidades del extranjero o de élite en el centro del país. Eso es la literatura para el D. F. Yo creo que lo más interesante está ocurriendo fuera. O a lo mejor me equivoque.


Óscar Alarcón.

*Óscar Alarcón García (1979). Escritor, columnista y periodista cultural. Autor de Polimastia (BUAP, 2008), Veintiuno. Charla con 20 escritores (Nitro-Press, 2012) y Veintitrés y uno. Charlas con 23 escritoras (Nitro-Press, 2018). Actualmente dirige el sitio web Neotraba y colabora en el diario El Popular. También es docente de la preparatoria Emiliano Zapata y funge como editor en Ediciones Escualo.

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