Un regimiento mexicano

Judith Castañeda escribe acerca de la segunda presentación de la obra La fille du Régiment en el Palacio de Bellas Artes. En la serie de oportunidades que presenta la tecnología para tener acceso a eventos culturales, escribe sobre la emoción de ocupar un asiento frente al escenario.

Judith Castañeda Suarí *

Desde mi lugar, en una de las zonas altas del Palacio de Bellas Artes, vi cómo un pequeño grupo de soldados apuntaba con sus armas de utilería hacia el tenor Javier Camarena, quien levantó las manos e intentó evadirse, sin suerte. El público que llenó el teatro aplaudió su entrada, la sinfónica lo acompañó desde el escenario. Era la segunda y última representación de La fille du Régiment, obra con la que se inaugura la temporada 2020 de la Compañía Nacional de Ópera del INBAL. 

Tres días antes pude seguir la función previa gracias a que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura retomó las transmisiones vía internet y redes sociales desde el Palacio. Contenidas en el teléfono móvil, estaban las voces del tenor veracruzano, la de la soprano Rebeca Olvera y la del barítono Josué Cerón, intérpretes que hace quince años debutaran con la misma obra en ese mismo recinto. Completaban el elenco principal la mezzosoprano María Luisa Tamez y el bajo Arturo López, además del coro y la orquesta del Teatro de Bellas Artes, así como la actriz Florinda Meza, José Luis Reynoso, bajo, y el tenor Efraín Corralejo. El hecho de adelantarme a lo que vería, de escuchar las risas, el bis de Javier y los divertidos diálogos, no aminoró la emoción de buscar y ocupar un asiento, de ver cómo el público revisaba el programa de mano en los minutos previos y tomaba fotografías, selfies con el escenario a sus espaldas, para llevarse a casa un poco de esos instantes. De igual forma aplaudí, grité, reí con esas palabras pensadas para arrancar una carcajada al público mexicano. 

Y es que cada representación es única; esa es la magia de asistir a un espectáculo en vivo. Ese día, domingo, el bis que Javier Camarena ha brindado en el Royal Opera House o en el MET de Nueva York, por ejemplo, se convirtió en dos, el segundo protagonizado por la soprano Rebeca Olvera, que ante los bien merecidos aplausos de no terminar, cantó de nuevo Il faut partir, aria con la que Marie, la joven rescatada por un grupo de soldados franceses cuando era bebé, se despide de sus protectores para seguir a su tía, la marquesa de Berkenfield, interpretada por María Luisa Tamez

Como sucede con L’elisir d’amore, también de Gaetano Donizetti, no todo es humor dentro de la trama, y el momento en el que Marie se ve obligada a decir adiós a sus amigos, a Tonio, el joven tirolés que interpreta Javier Camarena, en fin, a la vida como la había vivido hasta entonces, y obedece a esa extraña que afirma ser su familiar, conmovió hasta las lágrimas al público de Bellas Artes, que ofreció a Rebeca el larguísimo aplauso que desembocaría en el segundo bis de la función y el primero de su carrera para la soprano radicada en Suiza. 

Alrededor de esa despedida existen otros elementos, serios, más que tristes. Uno de ellos es el desprecio que suscita alguien de una condición social considerada baja, como una cantinera de regimiento, actividad que ejerce Marie. Esa indeseable condición debe anularse pronto, y una de las vías para lograrlo es un matrimonio de conveniencia; dicha unión otorgará a uno de los contrayentes, a Marie, en el caso de esta ópera, un buen nombre, algo que debe ganarse y conservarse a través de diferentes medios. En varias épocas, entre ellas la que retrata la obra de Donizettiese buen nombre lo conservaban ocultando una maternidad extramatrimonial, incluso no asumiéndola. Así ocurre con la marquesa de Berkenfield, así podría ocurrir con duquesa de Krakenthorp en esta fille du Régiment 2020, dado que al principio del segundo acto, se menciona a su sobrino como quien ha de contraer matrimonio con Marie, además del hecho de que la duquesa le ha heredado ciertas propiedades. Después, hacia el final del acto, la duquesa aparece acompañada por su hijo. Tal situación podría ser idéntica a la que se vive entre la marquesa de Berkenfield y su, en apariencia, sobrina Marie, aunque también podría ser que su hijo llega en representación de su sobrino, quien “en la corte tiene cosas mucho más importantes”; este aspecto no se aclara. 

Resaltaron en torno a lo anterior los coloquiales diálogos en español, adaptados por el propio Javier –según dijo el tenor en entrevistas previas y se señaló en el programa de mano–. Cabe mencionar que las modificaciones no son algo nuevo en esta ópera, pensada para agradar al público francés. Además de representarse en italiano e inglés en 1847, siete años después de su estreno en la Opéra-Comique, en puestas en escena recientes se han hecho varios cambios en cuanto al libreto. 

Basándonos en lo que puede consultarse en la página www.kareol.es, dichas variaciones se relacionan en su mayoría con la aparición de la duquesa de Krakenthorpesta vez a cargo de Florinda Meza. En el texto se indica su aparición hasta el momento en que va a celebrarse la boda entre su hijo y Marie, hacia el final del segundo acto; sin embargo, en diversas representaciones, como la del MET de Nueva York en el 2019, cuando Javier bisó por primera vez durante una transmisión en vivo desde aquel teatro, la duquesa entra en escena al inicio del segundo acto, a fin de asegurarse que los preparativos de la boda marchan sin ningún contratiempo. Este papel, durante la temporada 2018-2019 del Metropolitan Opera, recayó en la actriz Kathleen Turner, que en la primera de sus dos intervenciones dijo, según el subtitulaje en español de la transmisión, que su sobrino se casaría con Marie en ausencia, pues “No puede ser de otra manera. Él tiene obligaciones metropolitanas. ¡Es un tenor!” Cuando esta misma producción se presentó en el Royal Opera House en 2007, con Natalie Dessey y Juan Diego Flórez como protagonistas, la duquesa de Krakenthorp declara que su sobrino estará ausente de su boda porque “Es así. Él tiene obligaciones olímpicas”. Asimismo, como ocurriera en la puesta del MET, se incluyeron frases en la lengua materna del público asistente, el inglés: I can hear you!, Go away! 

En producciones distintas a la del director de teatro y ópera Laurent Pelly se han dado otras modificaciones: en la del teatro Carlo Felice de Génova, en el 2006, el segundo acto inicia con una clase de buenos modales, mientras que en la de Bellas Artes, del 2004, esa clase es de baile. En ambos casos, apegándose al libreto, la duquesa llegará con su hijo hasta el momento de firmar el contrato matrimonial. 

La función semiescenificada con que se celebraron los quince años del debut de Rebeca Olvera, Javier Camarena y Josué Cerón en el Palacio de Bellas Artes, tiene en común con la anterior el hecho de que los diálogos se hicieron en español. Surgidos de la mano de Javier, como se mencionó antes, lograron hacer reír a los asistentes a través de referencias a la cultura popular, entre ellas el “¡Aquí’ta!”, exclamación con la cual hace una de sus entradas el personaje de Tonio, algo que nos recuerda a la película La era de hielo, el “¡Santa rosa de Guadalupe!”, que dice en un par de oportunidades la marquesa de Berkenfield, o el “cumbión bien loco” de los Ángeles Azules que quería escuchar Sulpice, en lugar de la romanza que la marquesa obliga a cantar a una Marie aburridísima, harta de no poder entonar la canción del regimiento, y a quien Hortensius, el sirviente de su tía, se refiere como Marie, “la del barrio”. 

El recuento anterior tiene la finalidad de señalar que, si bien existe un libreto al cual se ciñen las escenificaciones, el humor de cada sitio es particular, y lo que hace reír al público de Londres o de Italia, quizá no le cause gracia al de Latinoamérica o al de los Estados Unidos. Así, en este aspecto y como ópera cómica, encuentra su justificación el acto de cambiar o adaptar los diálogos. Incluso puedo imaginar a Javier, pluma en mano o sentado frente a una laptop, riéndose mientras piensa en la frase adecuada para causar hilaridad en quienes asistirían a celebrar, junto a él, a Rebeca y a Josué, el décimo quinto aniversario de un debut tras el que cada uno ha pisado importantes escenarios dentro y fuera de nuestro país. 

Escuchando esos diálogos, captando cada una de las referencias y viendo las actuaciones, tiernas, chuscas, de los intérpretes, La fille du Régiment logró su cometido: divertir a una asistencia que agotó el boletaje en unas cuantas horas, audiencia que también rió con las intervenciones de Florinda Meza, reconocida, sobre todo, por su actuación de décadas en los programas televisivos del difunto Roberto Gómez Bolaños, su esposo. 

Estos aspectos, aunados a la partitura que se ejecutó desde el escenario, tejieron una atmósfera ya festiva o marcial, ya cundida de tristeza, y lograron completar una puesta que debió darse de esa forma, desprovista de escenografía, a causa de la agenda de los intérpretes. Así, al presenciar la interacción entre Marie, los soldados del regimiento y Tonio, o lo graciosa que puede resultar una torpe clase de baile o una de canto desafinadísima a propósito, fue posible que nosotros, como espectadores, sumáramos con nuestra atención, incluso con el recuerdo de funciones presenciadas con anterioridad, los elementos faltantes para hacer de esta semiescenificación una puesta completa. 


Foto obtenida de Facebook

* Judith Castañeda Suarí. Autora de La distancia hasta el espejo, Dios de arena y Aire negro. Ha participado en las antologías Ráfaga imaginaria y Vamos al circo entre otras. En 2005, recibió el Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos. En 2007, ganó el Premio Nacional de Cuento Joven Alejandro Meneses y el Premio Nacional de Narradores Jóvenes María Luisa Puga. Ha sido becaria del Fondo Estatal para la Cultural y las Artes en dos ocasiones. 

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