Ana Hurtado | Imagen: Cartel promocional del conversatorio Voces Jóvenes Afrodescendientes de las Américas. Tomado del facebook de la Red Nacional de Juventudes Afromexicanas.
El pasado 27 de julio se llevó a acabo el diálogo Voces Jóvenes Afrodescendientes en las Américas, el cual fungió como un encuentro (y reconocimiento) de infancias y juventudes latinoamericanas. Ana Hurtado refelxiona al respecto.
Ana Hurtado*
En un esfuerzo por articular una política pública internacional e incentivar acciones reparativas contra las secuelas derivadas por el sistema esclavista que, a nivel mundial, promovió años de tráfico humano, migración forzada, extinción de cosmogonías, así como de filosofía comunitarias y, posteriormente, consolidó economías de gran proyección, en diciembre de 2014 la UNESCO implementó el programa Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015–2014), cuyo propósito es reconocer histórica, política y culturalmente la presencia de los afrodescendientes en cualquier geografía del mapa. Cabe decir, que se trata de una iniciativa con grandes precedentes en el activismo y en el trabajo colectivo tejido con distintos enfoques.
No es posible continuar la marcha replicando modelos que excluyen e invisibilizan la vivencia de quienes constituyen una prioridad en la lucha antirracista.
Entre los aciertos a destacar de esta proclama, se reconoce la apertura de espacios para impulsar el estudio de la producción afrodescendiente en sus diversas disciplinas, la base de derecho internacional que permite fortalecer la pugna por la ampliación de marcos legislativos nacionales y regionales para llevar a la escena del debate público los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el incremento de producciones editoriales especializadas en el fomento de la cultura afrodescendiente, y una representación política cada vez más constante. No obstante, aún quedan asuntos pendientes sobre los que vale la pena reflexionar continuamente, y, con ello, volcar posicionamientos para optimizar, en la medida de lo posible, proyectos adscritos al compromiso por dignificar la memoria afrodescendiente.
Ese nuevo horizonte de la imaginación política construida desde la interseccionalidad e interculturalidad necesita cerrar brechas que aseguren un diálogo intergeneracional efectivo, para así propiciar el fortalecimiento del trabajo comunitario. Por ello, no se puede seguir avanzando con ciertas tendencias que, más allá de aportar, restringen las potencialidades de sembrar una política colectiva, autónoma y afirmativa. Bajo esta idea, la incidencia y representación de infancias y juventudes es medular, pues reformula los registros del mundo que nos rodea, sumando multiplicidad a las voces y miradas que habitan un mismo tiempo en distinto contexto.
El diálogo Voces Jóvenes Afrodescendientes en las Américas, organizado por la Red Nacional de Juventudes Afromexicanas y realizado el pasado lunes 27 de julio, fue un espacio de encuentro (y reconocimiento) entre infancias y juventudes latinoamericanas. Como extensión de las actividades del 25 de julio, este conversatorio convocó a niñas y jóvenes afrolatinoamericanas; tuvo representantes de Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Costa Rica y México. La perspectiva dialógica de este evento puso en evidencia el sesgo adultocentrista que impera en los espacios de discusión política. Aunque en los últimos años las juventudes han conquistado espacios de representación, no es proporcional con las infancias. Estas siguen sin tener una representatividad, pero aun más crítico es que las infancias afrodescendientes están completamente invisibilizadas (o perdidas) en el profundo espectro de las políticas públicas comprometidas con el reconocimiento etnocultural.
No es posible continuar la marcha replicando modelos que excluyen e invisibilizan la vivencia de quienes constituyen una prioridad en la lucha antirracista. Los puntos que guiaron el diálogo de este encuentro estuvieron enfocados en destacar el testimonio y la forma en que perciben su lugar en el mundo desde su cuerpo y, sobre todo, sus proyecciones de futuro a mediano plazo. De esta manera, convergieron experiencias de racismo, discriminación y reconocimiento intergeneracional, también compartieron preocupaciones por el entorno que habitan, las cuales representan un punto de partida para luchas de las que quisieran ser parte; medio ambiente, salud y educación. La dinámica del diálogo también dio pie a que hablaran sobre el reconocimiento genealógico y las figuras públicas en quienes pudieran, de algún modo, identificarse; sus respuestas viraron hacia destacar la importancia de sus abuelas, madres y tías, como primeros referentes de lucha e inspiración.
La representación importa, y mucho. A través de ella, las generaciones pueden encontrar un sentido histórico, un lazo de pertenencia, importa tanto porque de ella emanan las posibilidades de pensarse en un mundo habitable para sus cuerpos, los cuales son los primeros territorios donde a corta edad ya han registrado experiencias de racismo y discriminación; un mundo que les reafirme que son parte de él, que es suyo, un mundo que les extirpe el deseo de mudar de piel.
*Ana Hurtado
Afromexicaribeña (1994) Egresada de Estudios Latinoamericanos, UNAM. Especialización en Estudios Socioculturales del Caribe Insular. Cronista, periodista y coleccionista de historias. En continúa reinvención.
Última columna de Ana:

Columnas | La Guagua