Sinfonías de la Revolución

Fedorvelt | Foto: pixabay.com ||

Fedorvelt nos presenta una serie de poemas a la revolución y sus afectos. La existencia del hombre, la comunidad y la lucha son elementos presentes en su poesía, además de presentar un halo de esperanza para la humanidad.

Hermandad

 Están las ojeras rotas. 
 Se rehace la noche con la bruma,
 toda azulosa. La barriada anda sin vejez.  
 Se descuelgan las marías del cosmos;
 vienen a adorar a los hombres ruinosos.
 El inculto, anda sin andar. Se entrevela 
 el baile de los mimos dadivosos;
 unidos van buscando a las esperanzas.
 Ellos tienen las caras quebrantadas.
 Renacen sus estrellas en los otros ojos;
 inventan configuraciones ascendentes.
 Esta sociedad anda sin memoria. 
 Las marías con los mimos,
 entonces corren y se protegen;
 vienen a darle alivio a esta hermandad,
 aún tan desconsolada,
 de pieles heridas con espinas rojas.

La existencia y el hombre

 En el pasado; los niños eran rebeldes,
 ellos se partían las caras, la mayoría se 
 ocultaban en sus calabozos y sólo unos
 pocos salían a limpiar los otros iris, la
 simpatía era menor que la aversión.
 Allá, la miseria era la escandalosa,
 los sabios eran detestados y los reyes
 seguían en su carnaval de la avaricia.
 En el presente; los jóvenes aún se tiran
 balas, se lanzan bombas y se estallan las
 conciencias. En el ahora; la guerra no
 se detiene, los combatientes fenecen, la
 crueldad es mayor que la fraternidad.
 Aquí, la ignorancia es la alevosa, la
 subsistencia se enmaraña y los pobres
 son los enemigos de la ilustración.
 En el futuro; el hombre será humilde,
 ellos se darán la mano, juntos irán por
 el albedrío de la lucidez y en sociedad
 labrarán la madre naturaleza, la dicha
 será más diáfana que la elegía.
 Allá, la magia será la blanca, los
 amigos serán todos hermanos y la
 inmanencia volverá a iluminarnos. 

Los protegidos

La oscuridad se desprende;
vienen de lo alto los inmortales,
van aterrizando sobre unas rocas;
empiezan a magnetizar este mundo,
con la psiquis.

Ellos son sembradores de apologías;
aquí rompen murallas con energía,
todos inspiran sed de justicia; 
por eso promueven los temblores.

Con arrojo se sacrifican;
agitan el sonido, tumban los vidrios,
fundidos se sacralizan la lucidez;
desbaratan la nada, tallan arena.

En su sinergia, van como legión;
sus cuerpos chispean el fuego,
corren como grandes héroes;
ni la adversidad los detiene.

Para más fuerza, abren la tierra;
surcan cavernas de grises raíces,
se estremecen entre los valles;
desenlodan a los moribundos.

De allí pronto los arrancan;
con tacto limpian sus llagas,
de sortilegio los suben al Elíseo;
y el desespero se deshoja, ellos  
disiparon a la pesadez. 

Hacia la selva del dorado

Juntos avanzamos por entre fincas,
prendiendo antorchas de arco iris.

Le damos serenidad al anochecer, 
marchamos con dignidad hacia la naturalia.

Y nos bañamos los ojos de esperanzas,
por adoración encantamos a los bosques.

A la hora entramos en un jardín exótico,
que perfuma el ambiente de orquídeas. 

Aquí principiamos claramente un carnaval.

Lo expandimos sobre gratitud por la vida,   
nos ponemos a cantar con los animales.

A capela entonamos un poco de fábulas.

Así preservamos estas nuestras tradiciones,
idolatrando al monte lo defendemos con los cuerpos.

Para mayor gusto el encuentro incentivamos, 
muchos ya saltamos hasta el río tropical. 

De pronto allí nos enjuagamos en lo cristalino, 
retozamos al reverberar en esta fuente primaveral.

La luna a la vez se torna intensa de azules,
purifica nuestra fiesta de músicas y danzas.

* Rusvelt Julián Nivia Castellanos (Colombia, 1986)

Comunicador social y periodista / Universidad del Tolima / Colombia /
info@ut.edu.co / http://www.ut.edu.co/index.html /
Talleres literarios en los cuales participa: Taller de cuento; Hugo Ruiz Rojas,
Universidad del Tolima, además asiste al taller de Relata, Escribarte, Ibagué.


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