Alicia Méndez Medina | Foto: pixabay.com ||
#BahíaNegra. Alicia nos regala, en su columna de esta semana, una imagen general ―y a la vez muy íntima― de los cambios de una región cuando sufre una urbanización a gran escala.
Era una época difícil para los niños, comenzaban a vivir, a conocer. También era un tiempo de auge de las empresas de zonas francas, promesas de crecimiento económico y desarrollo para habitantes de las orillas.
Luisín vivía en la zona de la industrialización desde antes de que lo fuera: corría por aquellas callejuelas como si del patio de su casa se tratara. Con el arribo de las empresas, la zona comenzó a crecer en términos de población, de chiripeo y formas varias de subsistencia.
Madame Yirubi, con peluca y ropas extravagantes, llegó a la zona junto con la industria en su oficio de aliciente para noctámbulos.
La Madame de las noches.
La Madame de trabajadores.
La Madame de la Isabel Aguiar.
Trabajo esforzado en el día y las noches: luces de colores, dormitorios, ventas nocturnas, sapa tacones, afros y pantalones de pata ancha.
Llegaron, pese a los autobuses que salían del Liceo, a manifestarse en contra; los jóvenes estudiantes de la época hablaban del peligro que se avecinaba si nos convertíamos en una economía de servicios. Desde los centros públicos se hacía resistencia a ese progreso: “un día se marcharán y dejarán el limpio”.
“Es peligroso que andes en la calle a esta hora, ya las cosas no son como antes, Luis” le decía su madre, como queriendo proteger a su niño de la perdición que se desembarcaba.
A las 6 de la tarde iniciaba la larga noche de bares, discos, terrazas y bailes para trabajadores en busca de amparo, buscando asideros en la zona industrial, “tierra de todos, un poco de nadie a la media noche”.
Luisín quería ver, tocar… aquella noche salió sin permiso, se metió a hurtadillas en el espacio rojizo que tenía un tubo en el centro, sorprendido Luisín, perdido entre la gente, daba vueltas y en su cabecita había entrado a otra dimensión: colorida, de fiesta, mujeres, hombres, bebidas, y Luisín perdido en la bacanal.
Madame Yirubi con sus manos como dos tenazas agarró a Luisín dando vueltas en medio de la gran sala, lo observó, acarició su cabeza. El niño, sorprendido, mirando a la enorme mujer, no podía articular palabra.
Yirubi tomó la mano tierna de Luisin y en un acto orgánico y repentino la metió debajo de su falda, Luisín vio estrellas, un vahído momentáneo y la sensación de haber metido sus manitas entre maleza,
hierba,
musgo.

*Alicia Méndez Medina
Nací en Santo Domingo, Republica Dominicana, el 6 de junio de 1986. Soy de la barriada de Herrera en Santo Domingo oeste. El entorno, las luchas, las historias sobre la frontera de donde es originaria mi madre me han permitido construir y reconstruir unas historias transnacionales centradas en la marginalidad de una barriada diversa, empobrecida, alejada y hermosa.
Estudié Arte Dramático mención dramaturgia en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD); antes que eso Comunicación Social mención Periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), aún por culminar. Pertenecí a la poesía coreada de la Universidad, esta militancia en la declamación me permitió conocer muchos rincones de esta tierra.
En el 2020 participé con un texto en el Fanzine Pandémico de la colectiva Catalina Clandestina de Argentina. Participé con un texto poético en la antología Te quiero mi cielo de la editorial chilena La Fonola Cartonera en 2018