El título, la pregunta bajo la que se construye la película, es su mejor descripción, pues la incógnita que va generando conforme avanza la tarama nos obliga a quedarnos hasta el final, mismo que no ofrece ninguna resolución, pero sí ahonda en el tema. Porquoi les papillons de niut velent vers la lumiére? (2020) es la más reciente película del director francés Zaur Dzhafarov, donde nos presenta la historia de una joven que recorre las calles de París por la noche, intenta hacer su propio mapa mental para poder caminar libremente cuando se quede ciega debido a una enfermedad degenerativa. En uno de sus paseos se encuentra con un hombre en una situación lamentable, golpeado y abandonado en la acera, pero por alguna razón decide quedarse con él por el resto de la noche y poco a poco se enamoran. Sin embargo, en un giro abrupto, al final los problemas los alcanzan.

El signo de interrogación en mis pupilas mientras veía la película atiende, probablemente, al cambio de paradigmas entre México y Francia, aunque lo interesante es reconocer las diferencias y los puntos de encuentro entre el espectador y el personaje. Las diferencias se presentan como lo impensable: comer mientras haces pipí, perderte en la música mientras paseas por la calle y no morir atropellada, pasear sola de noche y recoger con tranquilidad hombres de dudosa moral. En un contexto como el de México estas son acciones en contra del sentido de supervivencia que a las mujeres nos enseñan desde pequeñas, por esto la protagonista de la película puede parecernos lejana e irreal. ¿Se trata de una conducta autodestructiva? Las polillas vuelan hacia la luz en busca de calor, olvidan que un segundo antes se quemaron. Ella olvida demasiado rápido que las cosas pueden salir mal y se acerca poco a poco al peligro, pero la música es alegre, la ciudad romántica y el hombre guapo.

No es hasta el final, cuando vemos los puntos de encuentro, que la historia cambia y lo que parece una cita se convierte en una emboscada, este hecho nos regresa a la realidad, la película no parece ya tan inverosímil, incluso se vuelve lógica. Los puntos de encuentro que nos acercan a la protagonista con la impotencia, el enojo y el miedo. Los motivos de la personaja para recorrer las calles de noche parecen estar justificados, el reconocimiento de la ciudad es, al mismo tiempo, la búsqueda de la libertad, pero como siempre, la libertad de la mujer está minada de violencia, por estar sola, por enamorarse (el amor es el opio de las mujeres), por evadirse de la realidad en la música, por intentar ser feliz, por confiar en quien parece quererla, por el sistema.

¿Podíamos esperar algo más? ¿Dónde nos quedamos entonces? ¿Volvemos a recluirnos en nuestras casas? ¿Cuál era la otra opción de la personaja? Resignarse en casa, a la ceguera, esperar a que la oscuridad la cubra, quedar indefensa y al cuidado de familiares y amigos, perder lo que le quedaba de vida, dejar de vivir antes de dejar de vivir. Defendemos la libertad, pero no podemos negar que la violencia sigue ahí, aunque nos paremos frente a ella y digamos “No te tengo miedo”. Esta película no busca resolver la compleja realidad de la violencia, pero sí pone las preguntas adecuadas sobre la mesa.