Bueno, bonito y barato es un cortometraje documental dirigido por Adriana Vázquez Islas, que retrata un día de trabajo en un mercado municipal en Puebla, desde el amanecer con la preparación de la mercancía, hasta cerrar los puestos y apagar las luces.
Se puede dividir el proyecto en cuatro definidas estructuras: el despertar, la vida, el cierre y la pertenencia; así el espectador se introduce en la rutina del mercado. Lo primero que se nos presenta es la madrugada, los comerciantes van llegando con el sol y en marcha se disponen a preparar sus locales para recibir a los clientes. Vemos el esfuerzo y la dedicación, gente bajando sus mercancías de los camiones y empezando a acomodarla en su local, quitando las mamparas que protegen sus locales para acomodarlas y evitar estorbar el paso de la gente. El trabajo más simple puede pasar desapercibido, en este caso se muestra el proceso de acomodar el hielo para los pescados, así como formar las pilas de fruta y verdura para recordar su importancia.
El segundo apartado, la vida en el mercado, es quizá el más familiar, pues todos lo hemos llegado a vivir como clientes. Ir a comer algún alimento con nuestros familiares mientras compramos la despensa, ver al perro esperando alguna sobra de los locales, escuchar a los músicos tocar por unas monedas o simplemente esperar a que nos envuelvan, embolsen o den nuestro producto son situaciones cotidianas en la vida mexicana.
Por el contrario, quizás el momento menos conocido de la vida en el mercado, es el momento del cierre, ya que sólo están presentes aquellas personas que trabajan allí y sus familias. Sin duda, un momento de paz que no por eso requiere menos esfuerzo, si ya hablamos de la fuerza necesaria para abrir el negocio, se requiere de la misma para cerrarlo. No se trata sólo de poner un letrero de “Cerrado”, implica el ritual de acomodar todo lo que sobró para su venta al día siguiente, limpiarlo para que no quede sucio y al otro día tener más tiempo para abrir; es asegurarse que no le va a pasar nada a la mercancía y poder seguir llevando el sustento económico a casa.
Si bien, los tres momentos anteriores son identificables debido a que se separan por una escena al exterior con distinta presencia de luz, la cuarta estructura no está definida en un solo momento, sino que es transversal en todo el video; el hilo conductor son las voces de quien vive de primera mano la experiencia. La pertenencia al mercado es algo que nos queda claro al escuchar los testimonios de las personas que trabajan en él: “Es mi casa, desde las siete a las de diez de la noche”, “Gracias a Dios, con mis compañeros de alrededor me llevo bien”, “Fue difícil porque no sabía yo, pero fui aprendiendo”, “Primero rentábamos, introdujimos el producto y luego aprendimos a venderlo”, “Me gusta estar acá, cuando no estoy acá, hijo de su madre se siente refeo… podrás estar bien dos o tres días, pero después extrañas estar aquí, vive uno más tempo acá que en su casa”, “Acá tengo todo, un hogar, un lugar de trabajo, una familia, lo cuido”. Así como el audio es fundamental para esta sección, la tenemos presente en imagen, desde niños pequeños acompañando a sus padres, hasta ver jugar a otros con toda seguridad, diciendo así, que el mercado es mucho más que un lugar de trabajo.
Bueno, bonito y barato se trata del momento, desde su realización, que debió completarse en menos de 100 horas como parte del Reto Docs, hasta el contenido en sí mismo. Nos muestra un momento, un día para los mercantes que es también el día a día, el estilo de vida. Lleno de movimiento, imágenes y sonidos, este video documenta la cotidianidad para obligar al espectador a poner atención en su entorno, a no olvidar.