Foto de la marcha que se llevó a cabo el 26 de septiembre de 2020 por el feminicidio de Jessica González. Foto: Twitter
El feminicidio de Jessica González Villaseñor fue un "parteaguas para la comunidad moreliana y un empuje brutal al movimiento feminista".

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El 21 de septiembre del 2020 es, y será, recordado siempre como una fecha dolorosa y con una realidad abrumadora para los habitantes de Morelia, Michoacán.

Los feminicidios en México, y sobre todo en la entidad, son una realidad que durante muchos años la gente decidió omitir. ¿Cómo lograr hacerse de la vista gorda y no reaccionar ante los 3 mil feminicidios acumulados en 20 años, los 170 asesinatos violentos a mujeres michoacanas en lo que va del 2021, los 10 que sucedieron recientemente en un lapso de 2 semanas? Y es que, aunque muchos aludan a la falta de empatía e información, honestamente creo que todo está ligado a una errónea percepción de lejanía y normalización.

Al 2020 no sólo lo caracterizó la pandemia, sin duda alguna también hubo un despertar de supervivencia de manera general, haciendo al grueso poblacional el estar más alerta, más atentos en todos aspectos. Así que tras tantos años de haber omitido feminicidios y permitir una completa impunidad para los asesinos, sucede de nuevo, la máxima expresión de violencia contra las mujeres, pero esta vez en contra de una joven maestra, Jessica González Villaseñor.

Su desaparición fue mediática, se logró viralizar en redes sociales su búsqueda a partir y gracias a la presión de familiares, amistades y colectivas feministas. El caso fue cardiaco para la población Moreliana, porque mientras más información se sabía para encontrarla, se esbozaría cada vez más la imagen de quien había sido la última persona que estuvo con ella, un claro sospechoso que no habría sido nada cuidadoso, porque al encontrarla a ella, Diego “N”, un joven conocido por varios círculos sociales de Morelia, se habría dado a la fuga y al mismo tiempo destruiría por completo la imagen ficticia que se tenía de un posible feminicida.

El caso de Jessica fue un cubetazo de agua helada para los y las morelianas, no sólo al reconocer la brutal violencia e indiferencia con la que le arrebataron la vida, sino también porque Diego les dejó claro que los agresores no son fáciles de identificar, no son monstruos peludos que andan por la calle matando mujeres, son gente común y corriente. Y es que, en realidad, la violencia machista nunca ha distinguido y mucho menos le ha importado la clase económica, edad, núcleo familiar y estatus social de quien la ejerce.

El caso de Jessica González es y será trascendental, siempre será un parteaguas para la comunidad y un empuje brutal al movimiento feminista para la capital del Estado. Su pérdida nos dolió y nos duele a todas y seguramente hace lamentarlo a todos. Inimaginable el dolor de una familia que pierde a su hija, a una hermana, a una amiga, y para sus alumnos, no entender por qué nunca volvieron a ver a su maestra. El darnos cuenta del daño que ocasiona estructuralmente un feminicidio, incomoda e impacta por la capacidad de identificarnos, de sentir que la amenaza estuvo cerca, y de vernos a nosotras mismas como inminentes víctimas, como posibles agresores e incluso como cómplices.

La sociedad michoacana tiene una deuda histórica pendiente con sus mujeres y la justicia que se merecen. Comenzar por el caso de Jessica es urgente, y si bien, mucho está en manos de las autoridades, la exigencia siempre ha estado en manos ciudadanas. La solución real tal vez sea más complicada, la falla y violencia están en el sistema, están en nuestras frases y costumbres, están prácticamente en todos lados. Jessica abogaba en que la violencia no se combate con más violencia, sino que se resuelve con educación, así que es tarea de todos, no sólo enseñar a las niñas a protegerse, sino a los niños a que respeten la integridad, sexualidad, independencia y vida de todas las mujeres.

Desireé Gutiérrez

Desireé Gutiérrez

Desireé Gutiérrez Es estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad del Valle de México Campus Querétaro, feminista, activista social en defensa y protección de los Derechos Humanos y la Democracia. Se caracteriza por combatir la desinformación e incentivar la participación ciudadana a través de sus redes sociales.

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