En busca de Medusa

Medusa (1896) - Franz Stuck
"Tu historia fue utilizada como recurso para que varones griegos birllaran y recibieran los premios del Olimpo, Medusa", escribe Karla Chávez.

En busca de Medusa

Seducción y represalia, dos palabras que suelen ir de la mano en diversas ocasiones, pero que se emplean en situaciones erróneas. Si vistes de forma que a ti te gusta, pero que a los ojos de otros puede resultar provocativa, las represalias pueden ser “entendibles”, “justificadas”, por un sistema que desde tiempos inmemoriales permea en todo lo que hacemos, pensamos y decimos. Entonces pienso, ¿qué sucedería si cambiáramos el término de seducción por el de violación?, ¿cuántas historias habrían cambiado?

Entre esas historias cuyo final me habría gustado fuera diferente, se encuentra la tuya, Medusa. Investigo sobre ti y no encuentro mucho, salvo que fuiste hija de Forcis y Ceto; hermana de Esteno y Euríale. Sin embargo, parece ser que desde tu nacimiento padeciste situaciones que determinaron tu destino; a diferencia de tus hermanas, fuiste la única en nacer mortal, ¿acaso un indicio de que tu vida no sería sencilla?

Otra cosa que descubro es que fuiste sacerdotisa en un templo que fue erigido en honor a Atenea, es ahí donde tu historia vuelve a crujir, al colocarte en un sitio donde Poseidón te verá, te encontrará atractiva y decidirá poseerte como si fueras un objeto, algo que puede tomarse al antojo de quien te encuentre. Opuesto a lo que esperaba —a veces me resisto a reconocer la crudeza e ironía que conforman a la mitología griega—, Atenea desata su ira sobre ti, quien sufrió la transgresión de Poseidón, mientras éste se retira con paso impune.

Medusa (1962) – Salvador Dalí

No importó que dedicaras parte de tu vida en rendir tributo a la diosa de la guerra, ésta decidió despojarte de tu belleza al cambiar tu cabello por serpientes y tu rostro por el de una bestia capaz de petrificar a todo aquel que encontrara su mirada con la tuya. No bastó la violación, la autoridad tuvo que marcarte con algo imborrable que te exhibiera ante todos. Así fuiste conocida desde que tu historia se fundó, como un ser malvado que atacaba sin razón, colocándote al lado de seres como Polifemo y el Minotauro. Pero tú y yo sabemos que debiste estar del lado de Circe, Escila, Penélope, Medea y Hécate, por mencionar algunas.



Tu vida me hace pensar en todas ellas, mujeres que fueron relegadas de la historia por crímenes que no cometieron y quedaron reducidas como daños colaterales de los caprichos que experimentaban los grandes dioses e incluso por aquellos viles mortales que por sentir un gramo de privilegio pisotearon a varias en su andar por el mundo.

Tu historia y la de tus compañeras ya mencionadas pasaron a la periferia, se emplearon como recursos para que los varones griegos brillaran y fueran acreedores de grandes reconocimientos en el Olimpo y en la tierra —los errores y delitos que cometieron en el transcurso de esas aventuras sólo fueron gajes del oficio—. Mientras, tú cargarías con tu castigo por siempre, incluso después de muerta, tu cabeza fue utilizada como un arma para seguir petrificando personas. Jamás hubo descanso para ti, hasta ahora.

Aquellos varones orgullosos y seguros de su impunidad retroceden ante tus hermanas que hoy se manifiestan, se acompañan entre sí para que tu historia no se repita. Ahora tus hermanas gritan, empuñan sus ideales y combaten con ellos un sistema caduco que nunca las ha representado.

Estimada Medusa, no estás sola.

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