Una enfermedad es un constructo social, para poder comprenderla tenemos que entender que no sólo existe una dimensión biológica de lo que está sucediendo en ese organismo, sino también una dimensión simbólica del padecimiento subjetivo que la persona sufre. Hipócrates (S. V a.C.) decía “muchos enfermos se curan solamente con la satisfacción de un médico que los escucha” pero, para poder entablar un tipo de relación de entendimiento del lugar del otro, se necesita empatía y saber que el acto médico es una confianza del paciente depositada en la conciencia de un médico. El término médico viene del latín medeor: una persona que cuida a otra persona y que, además, la cura.
El modelo médico hegemónico es la articulación del poder de la medicina con otros poderes como los políticos, económicos, ideológicos, etc. el cual tiende a subordinar otros saberes e instaurar una práctica médica biologicista, positivista, deshumanizada, mercantilista, ahistórica y asocial. Los conflictos sociales se convierten en patologías individuales (soledad, desamparo, tristeza, desempleo, adicciones, etc.) y los procesos naturales como la muerte, o el tránsito de esta última etapa de la vida, se convierten en procesos plagados de invasiones a la intimidad, de desarraigo, de medicalización y soledad.
La medicalización de la muerte es un proceso que se hace cada vez más usual y evidente, la medicina participa cada vez más, lo que lleva a que la gran mayoría de las personas no puedan morirse en sus casas junto a sus seres queridos. La medicalización es el instrumento del modelo médico hegemónico, el cual llena los hospitales de personas que mueren sedientos de contacto de piel humana. El problema radica en la naturalización de esta cuestión, ya que cuando algo se naturaliza no se problematiza, ni se cuestiona, no se reflexiona. Este proceso, que llevó a una creciente dependencia de la sociedad a las drogas y al comportamiento pasivo-dependiente con la autoridad médica, destruye el potencial cultural de las personas y de las comunidades para atravesar de forma autónoma la enfermedad, el dolor y la muerte. Las vulnerabiliza patologizando los procesos naturales de la vida.
Debemos rehumanizar la muerte, ya que la “cosificación” que sufren los enfermos provoca una grave pérdida de identidad personal y no cabe duda que los profesionales, que deben cuidar ese proceso, deben pensar en cómo humanizarlo, ya que comprende todas las dimensiones de la persona, que van desde la política hasta la cultura, la organización de la sociedad, la formación de los profesionales de la salud, el diseño de formas de cuidado, etc. También, es necesario incluir en las explicaciones respecto de la hegemonía biomédica y la participación de otros actores sociales, el modo de problematizar la pasividad de los enfermos y de las comunidades, así como el lugar que ocupan, en la actualidad, la industria farmacéutica y los laboratorios en la producción y construcción de patrones de legitimación del consumo de medicamentos y tecnología médica. Debemos reflexionar sobre cómo queremos transitar nuestro último tiempo de vida.
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