8M 2022 - Día Internacional de la Mujer - Dossier

Feria de las Alasitas, en Bolivia
Feria de las Alasitas, en Bolivia. Fuente: ilam.org

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Los gallos de las Alasitas

8M 2022 - Día Internacional de la mujer

Entre puestitos coloridos, llenos de miniaturas, alcancías y pasteles de diferentes sabores, Camila paseaba con su abuela, cargando dos bolsas repletas por las compras. Mientras la anciana, entusiasmada, correteaba de un puesto a otro, Camila se esforzaba por alcanzarla y no vomitar en el camino. “Soy intolerante al olor de las Alasitas”, repetía, “mucho humo, muchos churros, muchas salchichas”, pero nunca lograba zafarse de acompañar a su abuela. Además, le fastidiaba la insistencia de aquella mujer por comprarle gallos y wawas1, como si quisiera arruinar su futuro con un matrimonio. Así que, cuando la abuela regresó con un autito de plástico y le pidió que fueran a ch’allar las compras para hacerlas realidad, Camila le insistió que tenía hambre y la llevó a la sección donde vendían apis y pasteles.

Entraron a una tienda de lona, que llevaba el nombre de “Doña Carmencita” en la parte superior y se sentaron en el único espacio vacío, cerca de la cocina. La mujer voluptuosa que revolvía las ollas, giró de repente:

—¿Qué van a querer caseras? Hay pasteles de queso, api morado, api blanco, api mezclado. Api con pastel a quince bolivianos, case. Bien barato y rico.

—Danos dos, casera —respondió la abuela—. Dos mezclados, pero no tan caliente, porque quema la lengua.

Camila suspiró, todo era siempre como lo quería esa mujer. Pensó que si tuviera la bolsa con los gallos en sus manos, los escondería debajo del banco de madera en el que estaban sentadas. Le diría a la abuela “¿Ves mami?, el Ekeko sabe que mi destino es otro”. Soltó una pequeña risa, pero su pensamiento se vio interrumpido cuando la abuela exclamó:

—¡La alcancía, hija, la alcancía! —ante la mirada confusa de la nieta, explicó—. He dejado la alcancía donde los peluches, creo —y antes de que Camila respondiera, añadió—. Quédate hijita, ahorita vuelvo, me acuerdo donde es. No me sigas, quédate a recibir los apis.

Y salió corriendo sin escuchar los gritos de la nieta. Esta se frotó la cara con las manos y suspiró de nuevo. Comenzó a buscar los gallos en las bolsas, cuando repentinamente la casera depositó dos tazas de api y dos pasteles con queso en la mesa.

—Gracias —le dijo.

—De nada, case —sonrió la mujer, con la frente sudorosa—. Parece que vas a comer más porque tu mami se ha escapado —bromeó, pero se puso seria de nuevo al ver el rostro de Camila—. ¿Por qué esa carita? ¿qué te ha hecho la señora? Contame nomás, mi marido es policía.

Camila notó que la mujer decía la verdad y para calmarla e dijo: —No pasa nada. Solo que me quieren casar como sea, caserita. Yo quiero terminar la universidad primero, trabajar y ahí ver recién si me animo. Ni siquiera sé si voy a ganar suficiente plata para tener hijos.

—Humm… —La mujer miró alrededor y, al ver que no llegaban más clientes, movió su silla para estar cerca de Camila—. Pero no veo tan grave tu problema, case. Yo estoy bien feliz con mi marido y mis tres hijos ya están grandes nomás.

—Y la plata, ¿acaso no falta para el colegio, la comida de cada día, la universidad? —Camila le dio un sorbo al api. Se quemó la lengua. Su abuela se enojaría si regresaba pronto.

—Es cuestión de conseguirse un marido trabajador, nomás. Yo ayudo cuando puedo, pero me gusta más estar en mi casa, cocinando y cuidando a mis hijos. El Roger, mi marido, siempre consigue plata de cualquier lado, cuando hace mucha falta.

Camila arrugó el rostro: —Pienso que es mejor no depender de nadie, porque si esa persona se va no te queda nada.

La casera sonrió y se inclinó hacia la joven mujer: —Te voy a contar un secreto, case —El rostro moreno se fue tornando un poco rojizo—. Hay que hacer cosas para mantener a tu hombre siempre feliz, siempre contento. Ya sabes, estar bien dispuesta a cumplir sus deseos —soltó una risita nerviosa.

—¿Y si soy yo la que no quiere?

—Hay que cumplir, nomás case. No es tan difícil. Y si te obligan, terminan compensándote por eso. Hartos regalos te van a dar, anmate caserita.

Camila picó la empanada en pedazos. —Pero eso suena a violencia, que te obliguen a hacer cosas que no quieres.

—Mmm… no creo —la casera jugueteó con los bordes de su mandil—. La gente que sufre violencia es triste. Yo no me veo triste ¿o sí casera? Además los hombres por naturaleza son medio torpes. Pero siempre te dan lo que necesitas.

—No creo que todos los hombres sean así. Solo los locos —dijo la mujer joven y le dio un sorbo al api. Estaba tibio y le pareció que el sabor de la canela combinaba bien con el dulzor de la bebida—. Pero dime ¿por qué la compañía de los hombres es necesaria? ¿Acaso una no se basta solita?

—Es bonito tener a alguien que te abrace cuando hace frío y te acompañe y te proteja de los ladrones. También te ayudan a cargar cosas bien pesadas, como las garrafas ¿no ve?

—Suena como si solo fueran herramientas.

—No, case —insistió la otra—. Cuando estés más vieja y los hijos se vayan, te vas a aburrir sola. Con un marido, aunque te trate mal a veces, siempre te vas a sentir acompañada.

—¿A ti te pegan casera? —dijo Camila con seriedad, dejando de prestar atención a la comida.

La casera se mordió los labios y respondió—. No, no, no. Es que a veces hago sonseras, me equivoco en algo y el Roger se estresa pues. Pero no me lastima, policía. Más bien me cuida siempre.

La mujer joven se relajó y volvió a tomar su api. —Creo que es verdad lo de la compañía, solo hay que tener cuidado con esos locos, esos de las noticias que matan a sus esposas.

La otra tardó unos segundos antes de responder: —Sí, case y hasta que acabes tus estudios y te consigas trabajo, siempre ayuda económicamente. Para que también puedas hacer tus cosas

con calma.

Camila asintió y en este momento vio a su abuela regresar con una alcancía en forma de salteña. Sonrió y le dijo:

—Te has tardado mucho, ya va a ser mediodía.

La abuela puso un rostro de sorpresa y giró hacia la casera: —Cudamelo mi api, hay que ch’allar las compras antes de mediodía para que el Ekeko nos cumpla.

Sentada en su banquito, la casera observó cómo las mujeres corrían con las bolsas, mientras ella suspiraba y jugueteaba con el anillo de su dedo.


Pan en forma de niño o bebe. Palabra de origen qechua.

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Belén Rivera

Belén Rivera

Danitza Belén Rivera Aliaga, más conocida como Belén Rivera, es una estudiante de la carrera de Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia). Nació el 26 de diciembre de 1999, en la ciudad de La Paz, por lo que actualmente tiene 22 años. En medio de su estudio, ha publicado algunos textos y ha trabajado como correctora de estilo en algunas publicaciones y como redactora de material educativo para la empresa boliviana Toolkit.

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