De las imágenes de las que todo el mundo habla y de cómo me ayudaron a decidir lo que quería: Una mirada a las fotografías del James Webb
Hace unos días que el telescopio espacial James Webb empezó a arrojar las primeras imágenes de este universo. Seguro que muchos de nosotros ya las hemos visto (y si no es tu caso, corre a verlas, que están preciosas). Más allá de echarles un ojo y, ¿por qué no?, usarlas como fondo de pantalla, hay algo verdaderamente fascinante en el hecho de leerlas. Una fotografía, como la expresión artística que es, habla, y lo que uno se preguntaría es ¿qué nos quiere decir?

La primera fotografía del James Webb es una mirada al pasado, una vista en infrarrojo del universo, una imagen profunda y nítida que nos muestra un cúmulo de galaxias, una instantánea de hace 4600 millones de años, tiempo en el que nuestro sistema solar empezaba a formarse. La imagen es bastante conmovedora, es imaginar que nosotros en una partícula de polvo estamos observando de lejos a otra partícula de polvo, a otro pedacito de universo, recordándonos también el “diferencial de espacio y tiempo demasiado pequeño” que ocupamos en el universo.
Esta imagen del cúmulo de galaxias SMACS 0723 fue obtenida gracias a un efecto llamado lentes gravitacionales. Una lente gravitacional es un objeto masivo que aumenta o distorsiona la luz de los objetos que se encuentran detrás de él. El campo gravitatorio de un cúmulo masivo de galaxias puede desviar los rayos de luz de galaxias más distantes, de la forma en que la lente de una cámara desvía la luz para formar una imagen. La galaxia elíptica brillante que se ve en el centro y las galaxias blancas más pequeñas son las responsables de la formación de lentes, juntas desvían la luz de las galaxias que aparecen detrás de ellas, ubicadas a grandes distancias. Gracias a esto podemos ver esas imágenes ampliadas y distorsionadas de galaxias individuales.

Algo que llama la atención es el nivel de detalle que se observa en la fotografía. Las galaxias pequeñas pasan a tener forma a diferencia de las manchas brillantes que se obtenían con los primeros telescopios. Aquí se aprecian miles de galaxias: espirales, notando sus brazos luminosos, elípticas e irregulares, los tipos de galaxias que aprendimos cuando éramos niños. Pero también galaxias que no se parecen a las de las fotografías con las que aprendimos a diferenciarlas. La imagen permitirá medir las edades y las masas de los cúmulos de estrellas dentro de las galaxias distantes. Esto nos ayudará a entender la formación de galaxias en el universo primitivo. Con el paso de los años hemos logrado acercarnos cada vez más a nuestro pasado, buscamos ir mucho más atrás… Y esta imagen es la primera de muchas, obtenidas gracias al James Webb.

La simpleza de no entender
Hablemos ahora de lo que no nos dice. Hace unos años el Hubble nos mandó una imagen del quinteto de Stephan. Ahora el James Webb nos da una nueva en la que podemos apreciar otros detalles. En todo este tiempo quizá tengamos un conocimiento mayor para dar una opinión mejorada de la imagen que estamos viendo, sabemos un poco acerca de la formación de las galaxias y de los agujeros negros que tanto nos gustan. Lo que nos dicen, lo que podemos interpretar, puede haber cambiado con el paso de los años.
Sin embargo, hay algo que no ha cambiado y eso es lo que nos hace sentir. A nosotros nos basta con lo que no nos dice, no necesitamos leer montones de libros de astronomía para saber que la imagen es bella. Esa capacidad de emocionarnos, ese sentimiento compartido, sigue aquí y es la razón de que nosotros sigamos aquí, queriendo saber más y, ahora sí, queriendo entenderla. Eso es, a fin de cuentas, hacer ciencia.
Hace unos años estaba leyendo a Ramón Peralta y Fabi y me llamó mucho la atención que usó el popular refrán de la vista nace el amor, y es que, aunque después de un tiempo la cosa puede no funcionar como se esperaba, nada impide ser atrapado por esa primera mirada. Las imágenes del James Webb también traen consigo recuerdos. Me recuerdan a todos esos niños que alguna vez fuimos mis compañeros y yo. Nos maravillábamos con las fotografías que había en las últimas páginas de los libros de ciencias de la primaria, observábamos el cielo nocturno y nos preguntábamos por qué esos puntitos están parpadeando. Como si hablaran y no los pudiéramos escuchar. Lo bonito de la física —y de la ciencia en general— es que es, sobre todo, bella. Cito de nuevo a Peralta y Fabi:
La poesía que puede inspirar la vista de un ocaso tornasol no se pierde si apreciamos los mecanismos diminutos y ocultos que dan lugar a ese maravilloso espectáculo.
Yo espero que, de la forma en que nosotros fuimos inspirados por las imágenes del Hubble, sean muchos los niños que se vean atrapados por las imágenes del James Webb, por esa primera mirada al universo profundo, a lo desconocido, y con suerte, algunos se queden aquí y continúen estudiando y maravillándose con las cosas simples que seguimos sin entender del todo.
Referencias (clic en texto):
“Webb’s First Deep Field (NIRCam Image)”, obtenido de: Webb Space telescope.