Saberes del futuro: La predeterminación del tiempo
Desde Volver al Futuro (Spielberg, 1985) hasta películas como Tenet (Nolan, 2020), el tiempo no solo es un elemento fundamental en la narrativa, sino también uno de los recursos más explorados por el cine. Ya sea como tema central o como pretexto para contar una historia, los viajes en el tiempo abren un mundo de posibilidades. La creatividad se vuelve casi infinita, con múltiples direcciones por recorrer. Sin embargo, la combinación de líneas temporales exige también un riguroso orden, que guarde el sentido en la sucesión de hechos contados. Por consiguiente, la relación causa-efecto se empieza a complejizar en la medida en que avanza la historia, obligando al guionista a cuidar cada detalle para evitar errores que entorpezcan el desarrollo de la trama.
Aunque así lo parezcan, las casualidades no tienen lugar en el cine, o en ningún arte. Cada elemento que se presenta tiene un motivo dentro de la historia, ya sea de mayor o menor trascendencia, por lo que debe cuidarse la concordancia entre ellos, sobre todo cuando se juega con el tiempo. Es por esto que, cuando se logra trasgredir el orden cronológico de manera exitosa, manteniendo la lógica en cada pieza, se obtiene un resultado espectacular.
Más Allá de los Dos Minutos Infinitos

Ejemplo de ello es la cinta de 2020, Más Allá de los Dos Minutos Infinitos. Escrita por Makoto Ueda y dirigía por Junta Yamaguchi, la dupla japonesa logra una película que, además de exponer una perfecta concordancia en los hechos narrados, también requirió de una impecable sincronización en la puesta en escena.
La cinta tiene como protagonista a Kato, interpretado por Kazunari Tosa, quien descubre una extraña relación entre su computadora y el ordenador del café donde trabaja. De algún modo, la pantalla en la habitación de Kato permite mirar dos minutos en el futuro en el local. Un recurso bastante limitativo pero que, en compañía de sus amistades, se transforma en un juego lleno de posibilidades. Tras un breve momento de estudio y experimentación, así como de asimilación, uno de sus amigos, Ozawa (Yoshifumi Sakai), logra que la pantalla muestre más allá de dos minutos. Y aunque aquello resulta en una divertida serie de acontecimientos, el conocimiento otorgado por el futuro comienza a ejercer una fuerte influencia en su presente.
Ahora que saben lo que harán en los minutos subsecuentes, los personajes sienten la necesidad de ver realizada cada acción, por lo que dejan a su yo futuro guiarles en cada decisión. De ese modo, la complejidad en la relación causa-efecto incrementa según el distanciamiento temporal, cada vez que logran hacer que la pantalla muestre un futuro más alejado. La dinámica podría parecer entonces repetitiva, sin embargo, aunado al elemento de comedia, la cercanía con los personajes permite al espectador sentir mayor empatía. Se trata de personas comunes ante una situación extraordinaria, haciendo cosas por diversión y no en el nombre de la ciencia.
En múltiples cintas, conocer el futuro representa una ventaja, no obstante, en la mayoría de estas, el protagonista cuenta con información de gran importancia para el mundo
Por supuesto, como en toda buena historia, los protagonistas deben enfrentar un conflicto, planteado en el personaje de Kato durante los primeros instantes de la película. En una de las primeras veces que el grupo observa la pantalla, se muestra un Kato del futuro feliz, asegurando que Megumi (Aki Asakura), su vecina, aceptó la invitación a su concierto, animado a su yo del presente a emularlo. Sin embargo, cuando Kato acude a casa de Megumi, esta lo rechaza, tomando a Kato por sorpresa. Pese a ello, Aya (Riko Fujitani) insiste en no contradecir lo visto en la pantalla y convence a su amigo de seguir la mentira. A partir de aquí, la frustración de Kato lo llevará a reflexionar sobre lo que conocer el futuro implica y hasta dónde se puede confiar en él, siendo esta la verdadera intención de la película.
En múltiples cintas, conocer el futuro representa una ventaja, no obstante, en la mayoría de estas, el protagonista cuenta con información de gran importancia para el mundo, pero pocas veces concernientes a uno mismo. En ese sentido, el dilema que enfrenta Kato toca fibras más personales como filosóficas. Hablamos del libre albedrio. Se trata de reflexionar si verdaderamente somos dueños de nuestro destino o si nuestras vidas están sujetas a una sucesión de hechos ya predeterminados. Más todavía, si conociéramos el futuro, ¿sería responsabilidad nuestra asegurarnos que sea cumplido? Precisamente esta la pregunta que intenta, y de algún modo logra responder Más Allá de los Dos Minutos Infinitos.
De cualquier modo, Más Allá de los Dos Minutos Infinitos es hilarante, exige poco y entrega 70 minutos de entretenimiento altamente creativos y retadores

Sobre el final, se presenta un problema que hace reconocer a Kato la ventaja que puede ser conocer el futuro, pero también comprende que las decisiones fueron tomadas por él y que, sin importar el tiempo en que se encuentre, es él quien puede cambiarlas. Después de todo, el tiempo como el espacio es un escenario donde nos desenvolvemos día con día, con elementos y factores diversos, que nos sirven para tomar decisiones propias. Salvo lo que las hermana Wachowski (Matrix, 1999) puedan opinar. De cualquier modo, Más Allá de los Dos Minutos Infinitos es hilarante, exige poco y entrega 70 minutos de entretenimiento altamente creativos y retadores, pues la cinta fue grabada en una sola toma, lo que hace de este auténtico plano secuencio uno de los más extraordinarios de todos.