Apenas con dos películas en su filmografía, Alice Wu merece todos los méritos que una guionista y directora puede tener. Sin los guiones más innovadores a nivel narrativo, ni la aplicación de herramientas tecnológicas revolucionarias, la originaria de California se ha ganado un lugar en el cine. Desde 2004 hasta 2020, existe una amplia brecha entre el estreno de sus dos cintas. Sin embargo, la frescura y madurez en sus historias es evidente en ambas. The Half Of It (2020) es la prueba irrefutable de que algunas cosas requieren y valen la pena la espera. Por supuesto, antes del triunfal estreno de este coming-of-age, tuvo que existir Saving Face (2004), que representó un hito dentro de la industria.

Siempre relegada a segundo plano, infravalorada por la crítica, que guarda cierto recelo por el cine comercial, la comedia no es el género más aclamado. Pese a ello, existen producciones que nos recuerdan que el drama y la tragedia no son la única manera de componer una obra maestra. Basta recordar que la llegada del cine, antes de convertirse en la monstruosa industria que ahora es, nació como un mero modo de entretenimiento. Un escaparate a la vida cotidiana que, contrario a lo que pudieron creer los optimistas de siglos pasado, se sigue llenando de obstáculos, desafíos y emociones poco alentadoras.
Al igual que la vida diaria, el cine de Wu parte de una hipótesis típica, para después verse a travesada por los diferentes matices que la rodean
De ahí la importancia de recordar que reír, divertirse y distraerse es tan válido como reflexionar e intentar hacer de este planeta un lugar mejor. Una idea que podría servir como perfecta síntesis para describir la obra de Alice Wu, quien busca romper los estigmas sociales a través de escenarios repletos de comedia. A veces de manera intencional y otras involuntaria. Reconociéndose abiertamente como miembro de la comunidad LGBTQ+ (Alice Wu ha hecho siempre pública su orientación homosexual), la directora comprende las diferentes experiencias que esta comunidad vive en su día a día. Aunque es una obviedad que existen una serie de desigualdades que las personas queer enfrentan constantemente, al margen de todo ello, existen diversas situaciones más cotidianas de lo que se puede pensar.

Al igual que la vida diaria, el cine de Wu parte de una hipótesis típica, para después verse a travesada por los diferentes matices que la rodean. Tal es el caso de su primera cinta, donde se nos presenta a Wil Pang, una residente de medicina en Nueva York que visita a su madre cada semana. Rutina típica para la sociedad en general. Sin embargo, la visita de Wil no es a tomar café, sino al salón de fiesta del Barrio Chino, donde su madre busca emparejarla con alguien del mismo tipo de ascendencia. Desde aquí, el tono cómico de la película es notorio, pero para hacer esta una de las mejores comedias románticas hace falta un elemento… El romance, que servirá como espina vertebral de la historia, es el que Wil encontrará en Vivian, quien al igual que ella se ve acosada por una serie de prejuicios.
Un conjunto de contrastes que, al tiempo que generan lágrimas de risa, ilustran las barreras que persisten en la realidad
En otro contexto y con otro tipo de protagonistas, esta parecería la típica historia de amor en la que de antemano sabemos que existirán una serie de situaciones que pondrán a prueba su relación. No obstante, hablamos de una pareja del mismo sexo. Más todavía: de dos mujeres de ascendencia asiática a la que se le sumará un giro más. Al tiempo que Wil aprende a equilibrar su vida personal, pública y laboral, deberá lidiar con el embarazo de su madre. Una desgracia para la familia Gao, que buscará recuperar el honor perdido ante la sociedad. Para ello, dado que su madre, la señora Hwei-lang, se rehúsa a revelar el nombre del padre, Wil deberá ayudarla a contraer matrimonio nuevamente.

La dinámica de Wil con su mamá y Vivian está llena de elementos hilarantes, entrañables y reales, contados con tanta sutileza que parece increíble la asertividad con la que Alice Wu dirige la cinta. Pese a estar rodeada de estereotipos, Wu tiene la virtud de mostrar un mundo usualmente encasillado de forma abierta y libre. En consecuencia, la directora se apropia de las características que, en su mayoría, parecen pertenecer exclusivamente al mundo heterosexual de los Estados Unidos, logrando una cinta llena de recursos convencionales pero que, combinando elementos atípicos, resulta en una hora y media de verdadero entretenimiento. Tenemos a Wil y Vivian disfrutando de episodios de dicha, pero también procurando el sigilo para mantenerse a salvo del señalamiento social. O a la señora Hwei-lang, que mientras cumple los más sagrados clichés de madre, también comienza a experimentar una independencia nunca antes tenida.
Hay algo en el cine de Alice Wu que hace que, toma tras toma, el corazón se agrande y la mente logre desenchufarse de lo demás
Un conjunto de contrastes que, al tiempo que generan lágrimas de risa, ilustran las barreras que persisten en la realidad. De ese modo, a diferencia de otras películas que confrontan las desigualdades de manera tajante, Saving Face lo hace con una elocuencia llena de diversión. Aquí no hay discursos disfrazados de diálogos, antagonistas convertidos en imponentes villanos, momentos de profunda reflexión o tragedias originadas por dilemas irremediables. En su lugar, Wu genera situaciones que desafían a los personajes, con ligeros tintes de drama, pero resueltos con tanta gracia que, inevitablemente, el público termina con una sonrisa esbozada en el rostro.

Hay algo en el cine de Alice Wu que hace que, toma tras toma, el corazón se agrande y la mente logre desenchufarse de lo demás. Aquí no hay preocupaciones ni corajes, y sólo algunos instantes de tristeza cuando la autora se rinde a la realidad irremediable. Un oasis, sobre todo, para aquellas personas pertenecientes a grupos aparentemente menores.
Porque si algo demuestra el cine de esta directora es que la pantalla grande no mira lo suficiente el resto de narrativas que también existen… No todas nos hacen terminar con el alma rota. Y he aquí lo que más se le agradece a Wu. Películas como Carol (Haynes, 2015), Moonlight (Jenkins, 2016) o Call Me By Your Name (Guadagnino, 2017) son tan válidas como necesarias, pero también lo son las narrativas relajadas y divertidas. Ese tipo de cine que nos recuerda que las personas diferentes merecemos y podemos tener un final feliz. Después de todo, tal vez, la felicidad sí es otro tipo de revolución.
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