ARMAGEDDON TIME… IS NOW. En el marco de la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, este fue uno de los estrenos con más afluencia y buena recepción post-proyección —a juicio del autor— por parte del público. O eso pude comprobar al percatarme de las abundantes y profundas conversaciones que mantenían todas las parejas o grupos de individuos al salir de la sala. Tal grado de diálogo generado por una obra audiovisual podría ser categorizado como “el éxito verdadero de un film”, ya que la impresión dejada por una obra audiovisual que continúa suscitándose dentro de las mentalidades de los espectadores implica un manejo magistral de la técnica para envolver exitosamente dentro de la trama al público que creerá o no en la realidad reflejada, siempre y cuando un verdadero deseo de expresar con claridad y honestidad por parte del autor se manifieste en la película, cosa que el director James Gray realiza sin problema alguno.
Otorgándole tintes autobiográficos al film que transmutan estos a su vez en sentimientos colectivos que logran elevarse de lo personal, a la par que se instala en los recuerdos del espectador haciéndonos así, partícipes de una comunidad imaginaria de personas que han vivido desdichas similares a las que se le presentan a Paul Graff (Bans Repeta) durante la vida cotidiana en un Manhattan de la década de los 80’s. Dejando ver al siglo pasado atestado con la paranoia televisada de un Reagan reacio e incauto ante las fuerzas del “terror” que vienen a destruir “su” Estados Unidos enjuiciando a la década ya referida con el título que ostenta dicha narrativa.

Ésta conjunción entre lo documental inmerso en la ficción—manera no inédita de hacer cine pero infalible y competente para contextualizar y disponer al espectador a sacar sus propios juicios acerca del argumento y deducciones con respecto a la trama—se acentúa con la trágica actuación realista de Johnny Davis (Jaylin Webb), nuevo mejor amigo de Paul y con quien vivirá experiencias en ésta y en la otra realidad: la de los sueños, las aspiraciones particulares o impuestas, los anhelos personales y las ensoñaciones vividas, puesto que Paul se mantendrá dentro de un limbo imaginario que funge como punto de fuga, a veces para ser custodiado amorosamente por Aaron, su abuelo materno—interpretado de manera excelsa por el ya nonagenario, pero inagotable maestro, Anthony Hopkins— quién cual sabio de tribu semita guía a Paul hacia una franqueza de espíritu, rayando en la virtud universal, que traspasará el velo del olvido y del más allá.
¿Es Armaggedon Time un estreno que adivina no solamente el estado actual del mundo en las urbes globales, sino de los mundos muy poco recorridos por los seres humanos como lo son las emociones reprimidas, contenidas y no expresadas?

Sin necesidad de moralina la película propone un final participativo, y que cada uno se lleve consigo lo que desee aplicar en su día a día, con lo que haya resonado o lo que le haya repelido. Al final no hay más tiempo que el ahora, the time is now.
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