La novela de László Krasznahorkai es tan intrincada como el apellido del escritor húngaro. Krasznahorkai es coterráneo y colega de uno de los directores más influyentes en la creación de nuevas formas de filmar y crear narrativas audiovisuales —e inconfundible por su estilo tenebrista y poético—, Béla Tarr. Tarr y su codirectora, y esposa, Ágnes Hranitzky fusionan su palpable amor por la poesía cinematográfica para brindarnos un espacio sublimado y trascendental, una transmutación en Las armonías de Werckmeister. El que será el noveno largometraje del director húngaro y que esta edición del FICM proyecta gratuitamente llena de felicidad el corazón de las y los estudiantes de cine y artes de la capital michoacana.
El compositor y músico Miháy Vig, incondicional socio de Tarr, nos presenta la textura etérea pero envolvente de su música. Participante sutil, aunque con una presencia innegable e inefable, que eleva la imagen al grado estético de la poesía visual. Resultado que solamente podría obtenerse con notas musicales balcánicas con énfasis en el acordeón espiritualizador de la narrativa “belatariana”.
Las armonías del músico alemán del siglo XVII, Andreas Werckmeister, nos presentan la vida natural entonada por la divinidad misma. Esto provoca que la afinación individual demuestre la capacidad de libre albedrío otorgado al ser humano y su utilización de tal poder sobre el planeta y quienes lo poblamos con sus respectivas consecuencias a los actos perpetuados entre humanos. Humanos que esperan pacientemente por su mesías a sabiendas de que ya entre la población existen profetas y sabios a los que se toma por inmaduros o faltos del temperamento necesario para “sobrevivir” al ambiente lúgubre de la sociedad.
Entre acordes y desarmonías, intervalos y silencios, “La melancolía de la resistencia”, título de la novela de László, irradia el ritmo naturalista faltante en nuestra sociedad de afectos aprendidos o autoimpuestos que están desviados del propósito divino de conjunción armónica entre los seres vivos. Esto último nos entrega uno de los plano-secuencias más estremecedores del cine de este director: la entrada al hospital psiquiátrico por la masa informe y letal de la cultura de la violencia, del poder mal entendido y exacerbado por palabras vacías con resonancias políticas acordes al tiempo vivido en la narrativa y, extrapolándolo, en la vida actual.
Un día de trabajo de János Valuska (Lars Rudolph), el repartidor de periódico de un pueblo provincial de la Hungría soviética, nos introduce en la unificadora e integral madrugada húngara para empaparnos de la monotonía monocromática y silenciosa de la mente de János. Nuestro protagonista nombra a todo personaje que se encuentra con el sustantivo familiar de “tío” o “tía”, como lo hará con quienes fungirán como su tío y tía oficiales: György Eszter (Peter Fitz) y Tünde Eszter (Hanna Schygulla) .
Tünde es una apasionada y reacia mujer cuyos deseos se deberán ver satisfechos con ayuda, voluntaria o no, de János. Él querrá adentrarse en ese círculo vicioso del asombro y el olvido que en János se tornará en esperanza, y se quedará pasmado por el acontecimiento de la llegada de “lo otro”, de la atracción inédita, de la otredad enajenante pero reveladora de otro espacio para habitar el mundo. Predica este la verdad sagrada perceptible para él, pero invisible para todos los demás, inclusive para los hijos del nuevo tío de János y más reciente pareja de la tía Tünde, el jefe de policía del pueblo. Esta descendencia, hiperactiva hasta el hartazgo, es efecto de la sociedad de consumo y producción de satisfacciones expeditas, de ruido y desarmonía excluyendo la contemplación del silencio y la importancia del trabajo en equipo para una buena orquestación.

La película se considera filosóficamente importante y cinematográficamente, un obsequio, uno de tantos que nos dio Tarr antes de su retirada del séptimo arte por decisión imperativa. Lo que se tenía que decir se dijo, depende de cada uno encontrar las claves y respuestas dentro de sus películas y conectarse con su ballena interior, con la música que nos es propia.
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