Recuerdo un gol anotado en blanco y negro de Pelé en el que su mera presencia en el área apantalla al portero, quien, asustado por lo que O Rei podría hacer, se enfoca más en el jugador que en el balón. La pelota techa al guardameta y cruza la línea de gol, campante e impasible, sin prisa y mantequillosa. Siempre he pensado que ese gol es de Pelé. Lo metió sin tocar el balón. Lo metió una idea y el miedo que esta provoca. Ni siquiera recuerdo quién pone el pase. No importa. La bola aparece desde el cielo y Pelé interfiere básicamente existiendo.
El balón es caprichoso. Hace no tantos Mundiales, un balón suelto le rebota accidentalmente entre la espalda y el coco a Cristiano y cae inexplicablemente en sus pies para que sólo la empuje y anote. Este gol de Cristiano sería una rotunda cacota de no haber sido porque, vaya, lo anotó él. Cristiano en plenitud y estrenando operaciones cosméticas y contratos millonarios. Era como si la pelota le rindiera respeto al delantero, cuyo poderío en ese momento era incuestionable.
Veo el comercial de la criptomoneda que acaba de lanzar Cristiano Ronaldo. Binance se llama. El jugador, hablando tonterías futuristas en un inglés rarote, entra a un templo donde sirven de ornato un par de enormes esculturas de los goles que el megalómano jugador ha anotado en su vida. Algo muy parecido a la estatua que aparece en el ulterior spot de Nike filmado por Alejandro G. Iñárritu. De pronto, Cristiano vuela en posición de tijera y patea una pelota que vivifica al palacio y sus efigies. Mete un gol en una portería inexistente o conceptual y cae en la postura celebratoria que todos tenemos en mente cuando Cristiano celebra un gol.
Cristiano Ronaldo apenas si roza imperceptiblemente un balón que acaba en gol y celebra ampliamente como si fuera suyo. Si fuera argentino ya andarían diciendo que fue el Flequito de Dios. Siendo Qatar 2022 la última Copa del Mundo que juega CR7, tiene sentido que en su egotista cabeza todos los logros de su escuadra sean suyos. Está raspando la olla, dirían las comadres. Yo creo que ya le estorba a una selección que ruega por ser joven de nuevo. En todo caso sentar a Cristiano sería insensato. Ojo: la final ganada en una Euro fue precisamente con ese compa lesionado. Una palomilla se le posó en el rostro a Cristiano al momento de su lesión. Muy simbólico.

Osman Bukari, jugador de Ghana, le anota gol a Portugal hace unos días. Su celebración es una evidente mofa a la forma característica como Cristiano lo hace. El afamado siuuuu. El africano celebra burlándose abiertamente del ídolo millonario. Luego aclara que fue un homenaje. Al ver la reacción de Cristiano en la banca (acababa de salir de cambio) nos damos cuenta de que la guasa le caló de más. Alza la mano exigiendo tarjeta amarilla. Ahora, además de todo, su inmensa megalomanía lo hace creer que él puede modificar la justicia arbitral a su favor. Como si su efigie fuera inmaculada.
La celebración de Bukari es la primera vez que a CR7 lo imitan no como signo de admiración sino como de burla. Ese pensamiento debió rondarle al lusitano esa noche. Si lo meditó en forma se dio cuenta que el suyo es ya, un imperio en ruinas. Ojalá no vea nunca el video de Jürgen Damm en el América haciéndole como él en un chusco fuera de lugar.
En este Qatar 2022, Cristiano metió un gol que no anotó. Igual que Pelé. Su existencia llana es ya gloria deportiva por definición. Cristiano Ronaldo, con ese gol simbólico entra de lleno a la puerta grande del futbol internacional. Unos lo denostamos. Otros lo recordarán con cariño.
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