Ficha técnica. Título original: E.T.: The Extra-Terrestrial / Director: Steven Spielberg / Año: 1982 / Productora: Universal Pictures, Amblin Entertainment.
Melissa Mathison canaliza ideas e imágenes emocionalmente esenciales y trascendentales al escribir el guion de E.T., el extraterrestre. Su guion evoca nostalgia por el retorno al lugar de origen y la lucha por la asimilación e integración individual en un mundo totalmente ajeno a nuestros hábitos. La película se posicionaría como un clásico de la ciencia ficción y del cine mundial en general, convirtiéndose también en el noveno largometraje del ya curtido director Steven Spielberg.
Colega de George Lucas y gran admirador de Akira Kurosawa, Steven Spielberg destaca en la cinematografía norteamericana de los años 80 al lograr evidenciar lo humano dentro de la pequeña criatura extraterrestre y nuevo mejor amigo (¿o amiga?) de Elliot (Henry Thomas). Elliot es el primero que entabla un diálogo con E.T. y lo hace a través de señas. Elliot, pasmado por estar en presencia y comunicación con lo “otro”, lo extraterrestre, lo ajeno, con una entidad de otro universo, con otra forma de ver, sentir y vivir la vida, manifestará un cambio radical. Elliot modificará su forma de pensar la vida humana y las circunstancias que se irán presentando. De tal suerte que todo lo que puede salir bien sale bien, como lo es dar el primer beso a la chica bonita del salón (Erika Eleniak) que, en secreto, Elliot estima. Esto último mientras el aula de clases rebosa de anfibios que escapan apresurados de su funesto destino con fines educativos. Una clase a cargo de un profesor que repite palabras y conceptos enajenantes con una igualmente fastidiosa forma de adoctrinar, como solamente podría llevar a cabo la barbárica educación humana post industrialización.

Spielberg se consagra como un prolífico creador y moldeador del imaginario colectivo. Este cúmulo de sensaciones muy humanas y universales en tanto que aprehensibles e imitables que es la historia de Melissa y Steven se proyectó en la Vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. E.T., el extraterrestre logró que un ecléctico público de diversa idiosincrasia, procedencia, apariencia e índole se congregara por un objetivo unificador: el disfrute y goce de la convivencia grupal entre seres humanos y E.T. Este último siendo un amante de las lunetas y de la cerveza con las consecuencias que estas afinidades conllevan.
La película reúne un uso magistral de la técnica durante la filmación, más la impresionante cantidad de trabajo involucrado durante la pre y la postproducción cinematográfica. También empata la película a la música del maestro John Williams y no al revés como usualmente se hace. Spielberg, después de la edición de horas interminables de material filmado y descartado junto con la montajista Carol Littleton, se consagra como uno de los grandes del cine comercial de Hollywood y prolífico creador y moldeador del imaginario colectivo.

¿La película transcurre en la imaginación de E.T. o es Elliot quien logra reunir a su familia, amigos y gente de las organizaciones secretas estadounidenses con el único motivo de disfrutar una tardeada en un frondoso bosque de California? Tal vez esa gente que está resuelta a darle una mano a su prójimo intergaláctico es la clase de seres humanos con los que inteligencias de otro universo podrían querer empatizar o llegar a tener una conexión. Claro, suponiendo que los intereses de esas otras inteligencias sean “buenos” ya que nuestros conceptos de moralidad se topan con la limitación del conocimiento y entendimiento del humano actual.
Una sola familia: la especie terrícola
Bajo tal conjetura y viendo el desenvolvimiento de E.T. con los humanos y viceversa, esa raza de entidades extraterrestres se presenta como sociable e incluso auxiliadora en nuestros pesares y dolencias humanas. ¿Será que son los niños y las niñas, su candidez, su facilidad de perdonar y socializar y sus actitudes el método a seguir para cuando se compruebe que no solamente hay vida extraterrestre, sino que han estado con nosotros y, en el caso de Elliot, en nosotros desde el principio?

Si ese es el caso, entonces la educación entre humanos tiene que cambiar radicalmente. Esto si queremos apreciar y hacer surgir de nuevo la visión del infante para lograr reencontrarnos con entes que, tal vez, se encuentren ya vagando por la casa. Nosotros, acostumbrados a no ver, a no oír y estar en todo menos en el aquí y en el ahora, no los distinguimos, no los recibimos. Al contrario, nos auto inhibimos a la “otra” realidad, la de la imaginación.
Empecemos a ver con el corazón y el sentir empático que E.T. le brinda a Elliot, quien es reflejo de lo que ve y siente a su alrededor. Para curar hace falta estar en los zapatos del “otro”, entender su posición y desde ahí partir a la nuestra para fusionar lo aprendido y progresar todos como una sola familia: la especie terrícola.
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