Existen películas que, sin desarrollarse en el mismo espacio-tiempo, logran conectarse, cintas que guardan referencias entre ellas o que no serían posibles sin las revoluciones fomentadas por directores y directoras. Sin embargo, el caso de Lost In Translation (S. Coppola, 2004) y Her (S. Jonze, 2014) es mucho más profundo. Se trata de dos cintas que, incluso distanciadas por su fecha de lanzamiento, parecen mantener un diálogo entre ellas. En ambos casos, se retrata el dolor y la nostalgia, pero sobre todo, el amor que queda después de una ruptura y lo confuso que resulta descubrir qué hacer con ese amor. Son esos gestos, risas y esbozos de lo que fue, lo que las personas no pueden guardar en cajas y arrinconar en algún lugar de la casa.

Pese a ello, lo que aparentemente sí se puede hacer con este sentimiento de melancolía son dos grandes películas que parecen destinatarias una de la otra. Algo que se entiende mejor cuando se sabe que su director y directora, Sofia Coppola y Spike Jonze, mantuvieron una relación de cuatro años. Desafortunadamente, su divorcio se concretó en 2003, cuando la propia directora manifestó su tristeza al respecto. No obstante, jamás se tuvo mayor detalle sobre el desenlace entre ellos. Por su puesto, las palabras no son el único lenguaje que la humanidad tiene para externar lo que siente y piensa, por lo que siendo ambos grandes cineastas, la cámara les sirvió como una herramienta catártica.
lo cierto es que parece existir una especie de lenguaje secreto entre ellas; evidente para el espectador, pero sin ninguna certeza concreta
Aunque ninguno ha manifestado que Her y Lost In Translation estén basadas en su relación, lo cierto es que parece existir una especie de lenguaje secreto entre ellas; evidente para el espectador, pero sin ninguna certeza concreta. El único comentario al respecto ha sido de Sofia, quien declaró haberse inspirado en ciertos aspectos de Jonze para el personaje de Bob (Bill Murray), sin embargo, en la misma declaración, precisó que se trata de la combinación de “varias experiencias”. De ahí que, por más conclusiones a las que se intente llegar ninguna cuenta con argumentos certeros. Quizá, la única opinión válida, además de la de los cineastas, sea la de Scarlett Johansson, quien curiosamente participó en ambas cintas y puede constatar el vínculo entre dichas producciones.
De cualquier modo, es inevitable reconocer las sensaciones y reflexiones que estas películas comparten. Sea de manera intencional o aleatoria, las dos historias atraviesan el mismo desamor, aunque con una aproximación diferente. Por un lado, Lost In Translation narra el encuentro de dos viajeros en Tokio que, tras conocerse en el bar del hotel donde se hospedan comienzan una relación cada vez más profunda. Una especie de confidencialidad que surge del distanciamiento que tanto Bob (Bill Murray) como Charlotte (Scarlett Johansson) sufren con sus parejas. Mientras el esposo de Charlotte pasa mucho tiempo en su trabajo, Bob está de viaje lejos de su hogar, lo que los hace encontrar un consuelo y apoyo mutuo.

De ese modo, ambos personajes aceptarán la complejidad de la vida en pareja y la manera en que esta puede fragmentarse para después reconstruirse, o no
En ese sentido, es notable la nostalgia que ambos sienten por una emoción aparentemente diluida. Esa ilusión por compartir, amar y vivir, y que ambos recobrarán al tiempo que se adentran en el Japón menos convencional, donde irán reconociendo sus miedos, inseguridades y, de cierto modo, esa parte perdida en ellos. Un proceso que sirve a Charlotte y Bob para poner en perspectiva sus vidas y asimilar sus realidades. Al final, esta interrupción en su cotidianidad es pasajera; Bob volverá a los Estados Unidos, y Charlotte a la monotonía del hotel. De ese modo, ambos personajes aceptarán la complejidad de la vida en pareja y la manera en que esta puede fragmentarse para después reconstruirse, o no.
Algo muy similar es vivido por Theodore (Joaquin Phoenix) en Her. Una cinta que retrata el período post-divorcio de un escritor de cartas. Ambientada en una sociedad futurista, sin exagerar en los avances tecnológicos, aunque se sirve bien de ellos. Jonze plantea el vínculo afectivo que nace entre su protagonista y Samantha (Scarlett Johansson), una inteligencia artificial (IA). Sin duda una relación poco convencional que, conforme evoluciona, se cuestiona algo más que nuestra relación con la tecnología. Theodore es un hombre perdido en el pasado, que añora los tiempos de su anterior relación. Sin embargo, su interacción con Samantha lo llevará a redescubrir la alegría y placer de la vida. Una dinámica que, en principio se ve condicionada por el hecho de ser ella una inteligencia artificial, pero que eventualmente hará confrontar a Theodore sus heridas. Tras un proceso de evolución más que de actualización, Samantha se reconocerá como un ente independiente, lo que hará a Theodore ser consciente del verdadero rol que ocupa en sus relaciones.

Al igual que hizo con Catherine (Rooney Mara), su expareja, Theodore volverá a sufrir la ansiedad y miedo de saberse una mitad en la relación al final de cuentas. No obstante, siendo Samantha un ente artificial, la asimilación y reconocimiento de sus propios errores en esta y su relación pasada resultan más fáciles de sobrellevar. Esto es un punto clave en ambas cintas, donde la nostalgia y desolación de los personajes son resultado de la idealización que tienen sobre otra persona. Creer en la perfección y eternidad de las relaciones es lo que hace que sea tan difícil renunciar a su recuerdo y seguir adelante cuando terminan. La sensación de vacío, de desconcierto y pérdida no puede abandonarse sino hasta que la persona reconoce la imperfección de las cosas, no con la intención de estropear lo vivido, sino para aceptar las razones que contribuyeron al final.

Her y Lost in translation: Una conversación a la distancia que habla de un adiós
En ese sentido, tanto Sofia como Spike sumergen a sus personajes en un constante e incómodo, pero honesto, cuestionamiento sobre su rol en las relaciones. En el caso de Lost In Translation parece que el sentimiento angular de la película es la añoranza, que surge de haber conocido las virtudes del amor, pero ser incapaz de encontrarlas de nuevo. En cambio, Her hace énfasis en la nostalgia, en la manera en que insistimos en recuperar lo pasado, aunque no es hasta que lo soltamos cuando podemos volver al mundo y experimentarlo con plenitud. Dos experiencias fílmicas que gracias a su fotografía, banda sonora y guion componen dos cintas memorables. Las actuaciones sobresalientes que dejan sus protagonistas nos hacen entrar en sintonía con la melancolía que se genera en cada escena.

“Nunca hay que regresar aquí, porque nunca sería tan divertido” escribe Coppola, “siempre te amaré porque crecimos juntos” responde uno de los personajes de Spike. Dos diálogos que se complementan al tiempo que brindan otra perspectiva a ambas cintas. Una conversación a la distancia que habla de un adiós, tal vez el de Sofia y Jonze, pero también de todos quienes hemos sufrido el desamor, no la ruptura tajante y repentina, sino la paulatina y silenciosa. La manera más sutil y por ello la más honda de todas. Porque no se trata de dejar algo que ya no se quiere, sino lo contrario. Se trata de desaprender emociones, experiencias, la vida misma. De aceptar que las cosas pueden volver a ser, pero ya no de la misma manera.
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