La maternidad será deseada o no será
Cortesía: ciudadtijuana.info
Esa imagen me abarrota la mente y me lleva a pensar en el cúmulo de emociones no identificadas, no clarificadas, no vistas y, por lo tanto, no aceptadas ni integradas ni liberadas como el miedo, la frustración, la impotencia, en muchos casos la culpa también.

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Yo no aborté, pero eso no evitó el impacto

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Yo tenía cerca de 8 años cuando escuché por primera vez hablar del aborto. En aquella primera ocasión se trató de un grupo de mujeres, todas ellas familia y/o amigas cercanas y todas madres contemporáneas, entre las que se incluía la mía, a quien escuché relatar de forma escueta la experiencia de un aborto espontáneo sucedido entre mi hermano y mi hermana, ambos menores que yo –tramposamente me quedé para escuchar agazapada donde no me vieran, suspendiendo de momento mi juego dada la curiosidad que me causaba porque era lo que hoy sé se denomina un tema tabú. Para entonces yo era muy niña para entender la implicación psicoemocional que ello conllevaba, sobre todo pensando en la carga idiosincrática de la época y por ser justo eso: muy tabú. Lo que sí recuerdo bien fue el tono sombrío y de solemnidad con el que lo dijo. Esa forma en la que manifestó el hecho fue algo que me ha acompañado hasta la fecha.

A inicios de los ochenta, el aborto se enmarcaba por lo regular en el contexto de lo espontáneo, como pude observarlo con el paso del tiempo. Cuando ya era más consciente y entraba a la adolescencia escuché otras experiencias en las mismas condiciones: madres contemporáneas de la mía que comenzaron su maternidad a partir de los veintitantos años. En realidad, no estoy segura de si habrán sido todos espontáneos, pero en aquel tenor nunca escuché algo referente a alguna interrupción elegida del embarazo hasta que, avanzada mi adolescencia, los testimonios comenzaron a cambiar, justo por el incremento de embarazos tempranos. Tiempo después, siendo ya adulta y psicóloga, especializándome en temas de salud mental perinatal y conociendo el tema del aborto, el duelo, la maternidad y el maternaje, pensaba una y otra vez en la forma en la que mi madre hubiese logrado o, por lo menos, intentado afrontar ese evento en el escenario de una sociedad tan insensible, prejuiciosa, abandonadora y negadora, entre muchas otras cosas, de estos procesos.

Mi escucha clandestina fue completamente impactante para una niña de esa edad y, viéndolo de forma fría y hasta maniquea, ahora de pronto pienso: “¿qué hace una niña tan pequeña con semejante información?” Por maniquea me refiero a que pude haber caído en colocar ese tema en cualquiera de los dos extremos, entre “lo bueno y lo malo” –que lo más lógico era ir hacia “lo malo”- y, por ende, haber hecho cualquier cantidad de juicios y prejuicios. Esto a su vez plagado y replegado en una marejada de emociones confusas y contradictorias que bien pude haber podido no manejar y, por lo tanto, no salir de ahí.

Lejos de ello, hoy recuerdo que solo me limité a pensar: “Y ¿a quién le contó? ¿Por qué no la vi llorar? ¿Por qué yo no sabía? ¿A mí podría pasarme eso?” Y varias otras preguntas más que, en ese momento, se quedaron sin respuesta y que, al avanzar el tiempo, se fueron contestando una a una sin necesidad de que ella me dijera una sola palabra. Esto sucedía de manera concomitante a mi crecimiento natural, la observación del entorno, la observación de ella, el análisis del contexto, la actualización de la vida y mi inserción en el mundo de la psique perinatal y no perinatal. Eso me lleva a pensar en mi propia hija y con ese punto a cómo, si se hubiese dado el caso, yo madre lo hubiese manejado con ella en otra época, otro contexto, otras circunstancias. ¡Vaya! ¡Otra vida!

Regresando a mi experiencia e interpretación infantiles, me parece que pasé por dos momentos distintos: en el primero, lo que ya relaté: el impacto por la narración de mi madre tan sombría y solemne; en el segundo, años después, noté que al no haber podido mirar sus gestos faciales y corporales por estar escondida, no obtuve la información completa y que, por ende, se me escapó y se me seguirá escapando una interpretación aún más profunda de su experiencia, cosa que me apena de dolor, no de vergüenza.

Un impacto más viene de la imagen de mi madre como una madre sin un bebé –más correcto aún: de una madre con un duelo no resuelto por no visto, no escuchado, no recibido, no aceptado, no elaborado-, que con el tiempo fue extendiéndose a otras mujeres que, por las razones que fueren, tienen abortos. Esa imagen me abarrota la mente y me lleva a pensar en el cúmulo de emociones no identificadas, no clarificadas, no vistas y, por lo tanto, no aceptadas ni integradas ni liberadas como el miedo, la frustración, la impotencia, en muchos casos la culpa también. Las cuales eventualmente derivan en depresiones, ansiedades, enojos y otras manifestaciones psíquicas. Ahora que escribo esto reconozco que estas ideas me sacuden al hoy conocer todo del dolor y sufrimiento de no sabemos cuántas mujeres en estas condiciones al verse inmersas en una sociedad que no está lista para escucharlas, recibirlas, devolverles una mirada compasiva, respetuosa, generosa, no violenta y tantas otras cosas. Agreguemos los aspectos legales, jurídicos y de derechos humanos, estos se fundamentan a su vez en lo mismo: lo legal y lo jurídico tanto desde lo nacional como desde las recomendaciones internacionales, dejando de lado prácticamente todo lo que tiene que ver con el cuidado del ser humano desde la psique. Esa psique que no es vista ni considerada, sino depósito de todo el dolor, sufrimiento, trauma y que, al mismo tiempo, se convierte en repertorio de reproducción de esto de una forma muy soterrada desde y por lo inconsciente.

La maternidad será deseada o no será
Cortesía: ciudadtijuana.info

El caso es que el tiempo pasa y actualmente el aborto entra en otro entramado que, desde las estadísticas, se reporta que uno de cada 4 embarazos termina en aborto. Se estima que cada año se interrumpen unos 56 millones de embarazos en el mundo y que unos 8 millones de estos se dan en situaciones clandestinas o sin seguridad mínima. Se calcula que entre 4.7% y un 13.25% de las muertes maternas son debidas a abortos inseguros. Casi todos los casos de muerte o discapacidad en consecuencia de un aborto se pueden prevenir mediante la educación sexual, el uso de métodos anticonceptivos eficaces, la práctica de abortos provocados legales y seguros y la atención a tiempo de las complicaciones.

México presenta una de las principales tasas de morbilidad y mortalidad materna sin cambios sustanciales en las últimas décadas, a excepción de la Ciudad de México, desde 2007. Ejemplo de ello es que hasta el 3 de octubre de 2022 el aborto se encuentra dentro de las primeras cinco causas de muerte materna.

Además, entre 1990 y 2016, de las 32,284 muertes maternas que se registraron, 2,408 (7.5%) fueron por causas relacionadas con el aborto; 305 mujeres adolescentes de entre 15 y 19 años y 13 niñas de 10 a 14 años murieron por estas. Las complicaciones y muertes por aborto se consideran evitables, porque no debieron suceder o pudieron ser prevenidas con el uso de la tecnología médica existente.

Las complicaciones del aborto representan la tercera causa de mortalidad materna en el país y se ha señalado que muchas de las muertes maternas atribuidas a la hemorragia del embarazo son, en realidad, provocadas por complicaciones de abortos inseguros.

Dado el panorama estadístico anterior, ahora pienso en mi madre y todas las madres que pasan por esta situación, la cual cada vez se interpreta de una mejor forma desde la estadística, así como la parte jurídica y legal que, por fin, reconoce los derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. Y no dejo de preguntarme, al mismo tiempo, cómo son vistas por el personal de salud, por su familia, amigas y/o amigos, compañeras y compañeros de trabajo, el señor de la tienda, la pareja… o alguien, desde sus expresiones y gestos faciales y corporales cuando hablan del aborto, de su aborto. Y, entonces, cuántas de estas mujeres y, sobre todo, adolescentes que pasan por 1, 2, 3, 4 o más abortos en el lapso de 1, 2 o 3 años son vistas por alguien y ese alguien se pregunta ¿qué tiene que pasar en la vida/psique de una mujer o de una adolescente para que, de forma recurrente, tenga embarazos no deseados? ¿Quién está viendo a esas mujeres desde la salud mental? ¿Cómo es la calidad de vida, partiendo de lo psicoemocional, de una mujer adulta o adolescente después de un aborto? Considerando que, en términos generales en el mundo y en México en particular, no se tiene una cultura del duelo y mucho menos del duelo perinatal.

Hoy sé que hace cuarenta años, siendo niña, con mi poca capacidad de interpretación y juicio en ese contexto, la respuesta solemne y sombría me dejó una marca indeleble que me ha llevado a seguir la huella de la emoción, incluso de forma transgeneracional. Hoy desde la psicoterapia perinatal, las corrientes psicoanalítica y junguiana, también sé que cierta parte del dolor y sufrimiento de una mujer si bien inicia con ella, hay otra parte que proviene de las ancestras y, por lo tanto, no se termina con ella, sino que viene desde la historia familiar/vincular de sus mujeres y el caso del aborto parece no ser la excepción.

Actualmente no me conformo con buscar y encontrar la forma de sanar mi propio linaje, sino buscar y encontrar la forma de sanar a mi clan femenino completo: a mi madre, hermana, hija, sobrinas, primas, amigas, compañeras de trabajo, acompañantes de vida, a la mujer que encuentro en la calle y me reconozco y nos reconozco a todas en su mirada. La experiencia de vida y laboral me ha enseñado que no puedo depender del factor externo para encontrar soluciones –el gobierno y sus concomitantes como las políticas públicas e instituciones-, porque si algo he aprendido es que el trabajo se hace desde uno primero y luego, entonces, hacia afuera para con las demás y siempre desde la congruencia de primero yo estar bien.

vertederocultural.com

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Yazmin Victoria Rocha Roman

Yazmin Victoria Rocha Roman

Desde 2008 Educadora en Psicoprofilaxis Perinatal y Asesora en Lactancia Materna, colaborando como asesora y capacitadora para el personal de salud, madres y padres en periodo perinatal en diversas clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social en el Estado de México y Puerto Escondido, Oaxaca. Durante 2020 Parlamentaria del Congreso de Mujeres de la CDMX siendo autora, iniciadora y promovente de la Ley de erradicación de la violencia obstétrica (VO) para el parto respetado, de la Iniciativa de Ley para la Modificación y Adición en los artículos 49 y 50 de la Ley de Salud del Distrito y de la Iniciativa con proyecto de Decreto por el que se adecua y actualiza mediante reforma y adición de diversas disposiciones el Reglamento de la Ley de Salud del Distrito Federal Federal –tres propuestas cuya función es visibilizar el ejercicio de la VO en las mujeres dentro del sistema de salud público y privado tanto de la CDMX como de la República Mexicana-. En 2021, docente durante las Terceras Jornadas de casos Clinicos en Salud Mental Perinatal, del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal con sede en Madrid, España. Hasta abril del 2022 Investigadora Docente en la Universidad del Mar, Campus Puerto Escondido Oaxaca; durante 2022 Docente en el Programa Integral de Lactancia Universitaria (PILU). Desde 2011 a la fecha, ponente, tallerista y panelista en congresos nacionales e internacionales sobre temas relacionados a Salud Mental Perinatal y Violencia Obstétrica: IMSS (2011-2016), PRODIANA (2020), Unidad de Partería Chilpancingo. Secretaría de Salud del Estado de Guerrero (2020), Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal (2021) Universidad Nacional Autónoma de México FES Aragón, Acatlán y ENEP Morelia (2021 y 2022), Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (2022) e Instituto Tecnológico de Sonora. Ciudad Obregón Sonora (2022), Seminario Permanente: el Feminismo se aprende (2023), entre otros. Desde 2021 investigadora colaboradora del Programa de Apoyo a la Investigación para el Desarrollo y la Innovación (PAIDI) FES Acatlán en el tema de violencia obstétrica. Fundadora del proyecto SALUD MENTAL PERINATAL MÉXICO. Pionera en la investigación en términos de Salud Mental Perinatal, difusión de la misma; en la implementación de ginecogrupos vía Online y en el acompañamiento terapéutico perinatal en México desde 2018.

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