FLORES PARA MIRTHA
Hoy, mientras cruzaba la calle rumbo al trabajo, la vi. Iba del brazo de una muchacha que la sostenía con paciencia, guiando los pasos de sus pesadas piernas. Llevaba un modesto vestido azul con el cuello bordado y unos espejuelos oscuros que reafirmaban a gritos su ceguera.
—No se me apure, abuela—. Dijo la muchacha y la abuela le mostró una sonrisa maternal que me hizo recordar aquellos días de hospital…
I
—Venga, Ángela, esta es su habitación. Aquí está su cama, allí el baño, pero ande, mujer, cambie esa cara, ya verá qué bien saldrá todo.
Y yo allí, con la cabeza quién sabe dónde, las manos en mi seno y pensando lo peor. Mi glicemia estaba alta y la operación se pospuso como dos veces por esa causa, creando mayor depresión e insomnio, pero ahí estaba Mirtha, siempre tan diligente y positiva, con su uniforme blanquito como masa de coco y aquella sonrisa contagiosa que era capaz de espantar cualquier pena.
Ella llegaba cada mañana bien temprano, recorría la sala con mucha disposición y cariño. Vestía las camas con tanta gracia que a una le daban ganas de acostarse de nuevo. Se fijaba en cada detalle, por eso estuvo todo el tiempo pendiente de mi evolución.
—Vamos, señorita, hora de su inyección, a ver dígame una cosa, ¿no quiere comer?, cuénteme qué tanto le preocupa.
Y aunque siempre estaba de un lado a otro como una abejita, hacía tiempo para todos. En las noches nos daba vueltas después de apagar las luces de la sala y no recuerdo un solo gesto de agravio o irrespeto hacia alguien.
El día anterior a mi operación ella estaba de turno y me dedicó más tiempo que de costumbre. Yo tenía miedo, pero en el fondo albergaba la certeza de encontrarme en buenas manos. Nada podría pasarme porque Mirtha era mi enfermera, tan sabia y comunicativa, la que me aseguraba que estaba en las manos de los mejores cirujanos. Su imagen era para mí como la de un ángel bueno que se interesaba por mi salud.
Cuando llegué al salón de operaciones ya conocía casi todo lo que iba a suceder, así que pude controlar el miedo con mayor facilidad. La biopsia de mi seno dio positivo, siendo necesario extirparlo completamente; aun así, como decía mi seño, no estaba todo perdido y tenía que poner voluntad para luchar por mi vida.
Me costó mucho asimilar esta realidad, pero mi familia me apoyó siempre. En las semanas que tardé en recuperarme comprendí que nada en la vida supera el calor humano, sobre todo ese que puede darte todo ser que te ama. La presencia de mi familia y las visitas de la seño Mirtha, devenida en amiga y consejera, fueron decisivas en mi voluntad y ansias de recuperarme.
Ni las sesiones de quimioterapia que vinieron después, la calvicie, los turbantes, ni los efectos secundarios al tratamiento mellaron mis ganas de vivir. La seño me visitó muchas veces y yo la sorprendí otras tantas saludándola en el hospital. Cada palabra suya fue el aliento indispensable para confiar, y lentamente comencé a sanar del todo, hasta los días de hoy.
II
Cruzo la calle y voy detrás de Mirtha. La muchacha le habla con dulzura y yo vacilo un instante. Siento pena verla así, lenta y ciega.
—¿Ves, abuela? Ya dimos el paseíto de hoy. El día está hecho justo a su medida, casi nada de sol, un vientecito suave.
—Sí, mi niña, buena enfermera que me has salido, nadie como tú para saber lo que necesito.
—Bien que aprendí de mi abuelita linda—. Le respondió ella.
Entran a una casa de amplio portal y la joven sienta a Mirtha en un cómodo y antiguo sillón. Un vendedor de flores pregona hermosas azucenas. Compro un ramo de ellas y me acerco al portal. Su nieta me observa mientras las coloco entre las manos de la anciana.
—Seño, aquí tiene, por haber sido la mejor enfermera.
Luego le digo quién soy y me recuerda. Hay gozo en su rostro, no importa que no puede verme. La beso y aprieto una de sus manos, así como ella solía alentarme cuando charlábamos. Su nieta nos observa, ella también es enfermera y comprende la emoción del encuentro. Flores para mi enfermera. Flores que alientan y consuelan, así como la sonrisa de mi seño en aquellas tremendas noches de insomnio.
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