LAS MADRES BESTIAS
Hoy 8 de marzo quiero hacer algo más que sólo ir a la marcha. Hoy he querido volver a escribir, solamente para escribir sobre nosotras. Hay un gran sector en México conocido como las madres luchonas o, como yo les digo, las madres Bestias. Mujeres que nacieron del abandono, la soledad y la exigencia. Expulsadas al mundo para cuidar a los suyos costara lo que costara. Hay tantas cosas bellas y tristes que he querido decir sobre nosotras. Hace tiempo hubiera pensado que decir que somos bestias era despectivo, pero tiene algo de cierto, no somos como cualquier ser humano. De nosotras ha emergido una fuerza brutal nacida por instinto animal y supervivencia.
Siempre hay una historia, una que no es de fantasía, una en la que el príncipe deja a su suerte a la plebeya. Y es que ni la ley ni la paternidad es con ellos tan exigente como lo es la maternidad misma, y no hablemos de ser madre soltera. A un padre no lo juzgan por su ausencia, basta con pagar una pensión de $1000 para ejercer con éxito su rol en la sociedad. No importa si lo hace al mes o lo paga 18 años después.
Hace tiempo emigré al mundo de las Bestias con esperanza, creo que la mayoría llega así. Con una demanda que tarda en hacerse real, una que tarda en construirse, a la espera de que, en una de las tantas oportunidades, el príncipe cumpla sus promesas. La verdad es que esa demanda debió hacerse real desde el primer día que tuvimos que salir al mundo mi hija y yo. Pero fue casi un año después que las oportunidades se acabaron, y fue así como conocí el juzgado de lo familiar, con una demanda que al final tuvieron que ser dos y que, por lo tanto, exigieron dos pagos. Como si no fuera suficiente que me encargara desde hace tiempo yo sola de todos los gastos. Pero se paga, así como se paga todo en el mundo de las Madres Bestias, con el dinero de quien sabe dónde, con los préstamos, las horas extras y la cara de vergüenza.
El primer día que llegué al juzgado me sentí protegida, como si entrara en un castillo donde la posibilidad de ser más humana y menos Bestia existiera. Que la justicia era más grande que cualquier corona. Pero solo entré para recordar que nadie más que nosotras podemos entendernos.
Han sido meses difíciles, algunos días que llenan de esperanza y otros que sólo me hacen reflexionar sobre lo carente y poco empático que es el sistema. En una demanda de pensión te piden tickets como si la señora que vende ropa de segunda mano facturara, como si todas las mujeres en esta situación pudieran costear una despensa del súper solo para comprobar sus gastos. Y no hablemos del tiempo, porque una demanda exige presencia, como si el transporte fuera gratuito, los permisos inagotables, los niños se recogieran solos de la escuela y la comida se preparara por obra de magia.
Y dentro de todo este proceso, es requisito que las Bestias actúen como princesas. Que siempre sean las buenas, que la salud mental (que muchas no podemos pagar) se mantenga. Que no haya rastro de ansiedad, depresión o cualquier trastorno que puedan usar en tu contra. Y bueno, hay de Bestias a Bestias. Algunas gozamos de privilegios, otras la tienen mucho peor y pienso también en ellas. Hay Bestias que viven con príncipes, hay Bestias que se niegan a ser bestias, hay Bestias que están más solas que nadie, unas que lo pierden todo y otras que se pierden así mismas tratando de llegar hasta las últimas consecuencias.
Ser madre soltera en una sociedad machista es ser la bruja del cuento, pero yo creo que más bien somos las únicas que no viven en un mundo de fantasía. Es cierto que nuestro cuerpo se ha hecho más animal, que vivimos a la defensiva y cazamos como fieras cada oportunidad que nos haga mejorar nuestro estilo de vida. Pero es que las Bestias también tenemos corazón, uno que no cabe en nosotras mismas, uno que siempre ha querido dar todo y más de la cuenta, uno que no conoce de límites y que ama de forma innata e incontrolada a nuestras crías.
Porque mi hija, por ejemplo, no es una Bestia. Es la criatura más perfecta que habita en mi mundo y quiero que su mundo sea siempre ella misma. Yo abrazo esta madre en la que me he convertido, esta madre Bestia que me ha dado fuerza, coraje e independencia, pero yo no quiero que mi hija conozca este hábitat tan salvaje. Quisiera que ella pudiera vivir (si es que lo quiere) una maternidad en la que no tenga que depender de promesas.
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