Yo soy Juana
Cortesía: Instituto Nacional de las Mujeres
Juana hizo la pregunta que no se hace a la ordenanza: ¿Por qué?La maestra le dijo a Juana que dentro de las categorías: niños, ancianos, perros y gatos figuran, aunque de manera indirecta, las niñas, ancianas, perras y gatas.

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Yo soy Juana

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DOSSIER

YO SOY JUANA

Juana hizo la pregunta que no se hace a la ordenanza: ¿Por qué?

La maestra le dijo a Juana que dentro de las categorías: niños, ancianos, perros y gatos figuran, aunque de manera indirecta, las niñas, ancianas, perras y gatas.

—Pero yo soy Juana —dijo la niña—, y soy alumna, no alumno, de esta escuela.

—Sí, de hecho, sos uno de mis alumnos —corrige su docente.

—¡No! —contesta Juana enojada—. ¡¡¡Soy alumna, con a!!!

El resto de la clase permaneció en silencio.

Luego, llegaron los días donde se realizaron reuniones de “padres” a las que asistieron, en su mayoría, madres. En el casillero de firmas, las opciones fueron excluyentes: padre/encargado/tutor; y por eso, Juana volvió a hacer el cuestionamiento.

—¿Seño, por qué no dice también madre en el casillero de firma? Mi mamá es la que viene siempre a las reuniones; si no viene mi madre, viene mi abuela…

La maestra por momentos maldecía que Juana supiera leer y se hiciera tantas preguntas. Sentía que la planificación que había preparado para ese año, por momentos, se frenaba mucho.

A les alumnas, alumnos y alumnes de la escuela se les premia por la virtud de sus memorias, acto que consiste en la mera repetición de los contenidos. Repetición, muchas veces, sin reflexión. No interesa mucho cuestionar sino repetir. Es el mérito para aprobar la materia. Juana, claramente, disiente de aquel método.

—Nosotras, las alumnas —dice Juana—, nos decimos a nosotras mismas alumnos. Nos solidarizamos con nuestros compañeros porque si se los llamara a ellos en femenino, sería un escándalo. En cambio, nosotras no hacemos escándalo, aunque no se nos reconozca en el lenguaje; nosotras, repito, avalamos ese silencio, nos reservamos para las sombras, perpetuando así nuestro anonimato. ¿Y ser anónima, señorita, no se parece a lo inexistente?

—Otra vez, Juana, con eso —suspira la docente—. ¿No me ves? Acá estamos, ambas estamos coexistiendo.

—Para nosotras dos, seño, sólo para nosotras dos. En términos generales, estamos avalando nuestra invisibilidad y eso sí que no me gusta.

—Es la forma, la costumbre —le contesta su seño Marta—. En los “los” están incluidas las “las”, pero aún no es usual que en las “las”, estén los “los”.

Las personas de la clase se ríen de los “los” y las “las”; sin embargo, a Juana no le causó ni un ápice de gracia porque está muy concentrada en la defensa de sus ideas.

Juana entiende lo que dice su seño Marta, pero no lo comparte y se resiste a dejar las cosas así. Por eso insistirá en llamar a las cosas por su nombre, haciendo prevalecer la idiosincrasia de las personas.

—Enseñe como quiera —dice Juana—, pero más allá de lo que diga la forma, yo soy Juana con a y quiero que se me nombre como tal. Pero si a usted le da igual, yo a partir de ahora la llamaré Marte y diré le lápiz, la borrador, li sacapunta, lo remera, el idea, la conocimiento…

—Suficiente, alumna —dijo, por fin, la seño Marta.

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