PODEMOS SER… HEROÍNAS
Tenía los ojos morados y la nariz rota después de la última ronda del interrogatorio al que la habían sometido. Una mano la agarró con fuerza del pelo hasta conseguir que se pusiera de pie en aquel cuarto. Las piernas apenas le respondían.
–No nos quieras ver la cara de pendejos–le dijo uno de los agentes–. Allá arriba saben que eres una de las cabecillas de este desmadre.
–¿Piden igualdad?, ¡gánensela! –. Comentó otro mientras escupía con desprecio en el piso.
La dejaron tirada en medio del cuarto de aislamiento, con la cabeza sangrando, el labio inferior supurando y unos cuantos dedos rotos.
Toda su vida le habían dicho que las mujeres únicamente estaban para servir y obedecer, pero Teresa nunca se hubiera podido conformar con esa situación. Decidió que era momento para actuar. Ella quería que en el futuro las mujeres tuvieran los mismos derechos que los hombres, en verdad anhelaba presenciar ese momento.
Apenas unos cuantos años atrás, se había unido al movimiento liderado por la Asociación Femenina. Cuando se presentó en la oficina central, pensó en todas las mujeres que alguna vez lucharon por la igualdad de todos ante la ley. En ese momento, consideró que lo más natural era seguir ese camino y enriquecer el legado.
Al principio, los discursos de sus compañeras la habían inspirado, pero con el tiempo ella también hablaba con vehemencia en el Estado, expresando su opinión de forma apasionada ante el asombro de la audiencia, liderando con valor algunas brigadas y protestas que se llevaban a cabo en la ciudad. Incluso en los momentos más delicados había demostrado tener la capacidad para afrontar lo que se le presentara.
En verdad, Tereza habría podido ser una gran líder, quizás una de las mejores que habría tenido la Asociación Femenina, de no ser porque el día menos pensado la atraparon en plena vía pública repartiendo panfletos para informar a la población sobre su lucha.
Y ahora, mientras la gente se debatía sobre qué era lo correcto, ella estaba muy malherida luego de las palizas y torturas que le infligieron tratando de sonsacarle la verdad, de descubrir quién más estaba atrás de las revueltas.
Ella sólo guardó silencio.
¿Qué había de malo con querer cumplir su sueño?, ¿en verdad era necesario todo esto?
Un día, cuando ya no podía recordar la fecha, mientras esperaba por la que podría ser la última ronda de torturas, en el patio alguien estaba escuchando la radio. Teresa guardó silencio para lograr escuchar un boletín de última hora en la radio.
Luego de las persistentes protestas de la Asociación Femenina y otros miembros de la población civil, los diputados y senadores de la cámara nacional han aprobado la reforma jurídica que otorgará los mismos derechos civiles a hombres y mujeres. Los mantendremos informados ante nuevos acontecimientos queridos radioescuchas, mientras tanto pasamos a la información deportiva.
Justo cuando la puerta se abrió, Teresa no pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos hinchados por los golpes y susurró en un suspiro:
–El futuro es hoy.